El dilema del innovador (El caso Kodak)
En 1975 Kodak creó la primera cámara de fotografía digital de la historia, sí, Kodak.
Sé que todos habréis leído sobre la caída de esta empresa en la bancarrota en 2012, es posible incluso que además hayáis asistido a clases o conferencias donde el gurú de turno habrá citado el caso de la Eastman Kodak Company, empresa centenaria que no se supo apostar por la innovación y por ello desapareció tal como se la conocía.
El problema es que no fue así, Kodak desde su fundación siempre apostó por el I+D. Durante la mayor parte de su historia fue una empresa pionera en la tecnología fotográfica liderando la mayor parte de las innovaciones en este campo, incluida la fotografía digital, y no solo esto, también fue la primera empresa en lanzar un servicio para compartir fotografías online entre otras cosas.
Su mayor enemigo, el que acabó con ella, fue la propia Kodak, su rentabilísima línea de carretes tradicionales, esos simpáticos rollos de film que llevábamos todos a revelar a la vuelta de cada viaje rezando para que la película no se hubiera velado. ¿Quién se atreve a atacar a la principal línea de beneficios de tu empresa a cambio de apostar por una línea de negocio emergente?
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Clayton Christensen acuñó la expresión “el Dilema del innovador” para describir la situación en la que el principal competidor de tu nueva iniciativa disruptiva es la línea de negocio tradicional de tu empresa, esa que te da el dinero en corto que tanto necesitas pero que intuyes que está muy cerca de secarse. En estos casos ¿Qué haces? ¿Te lanzas a la piscina o le dejas el problema a tu yo del futuro?
Cómo todos vivimos dentro de nuestra burbuja, nuestro sesgo de confirmación siempre nos va a indicar que el futuro no pinta tan feo, que otro trimestre más seguro que el negocio aguanta, hasta que baja la marea y te quedas con las vergüenzas al aire. Pero claro, ¿Cómo saber si una nueva línea de negocio va a ser lo suficientemente rentable como para sustituir a la antigua? Por más datos que acumules, por más análisis que hagas, el mercado es un juez caótico que premia y castiga según cambia el viento, no hay un método infalible para acertar siempre.
Soy un tipo de mentalidad matemática al que le encantan las certezas, por eso admiro a los directivos que son capaces de abrazar la incertidumbre y tomar decisiones disruptivas independientemente de su retorno. Como Luis Aragonés, el sabio de Hortaleza, pienso que cuando algo no funciona como mínimo tienes que agitar la coctelera para que la cosa cambie, y más cuando ves que se va acortando la mecha.
No tengo una receta para resolver el dilema del innovador, dudo mucho que nadie la tenga, siempre ha sido más fácil criticar al maestro que dar clase, pero por lo menos no lapidemos a los pocos valientes que se atreven a coger el toro por los cuernos, actitud por cierto, muy española.