El discurso del Rey (que pudo haber sido y no fue)
Este no es artículo sobre la idoneidad del sistema de Monarquía (Parlamentaria) en España en este momento, ni una crítica a la institución. Es simplemente un ejercicio de análisis sobre aquello que muchos monárquicos (y no monárquicos) tal vez hubieran querido escuchar en el último discurso del Rey Felipe VI.
La noche del pasado 18 de octubre de 2020, el Rey Felipe VI se dirigió a los ciudadanos españoles por segunda vez de forma extraordinaria desde que asumiera el trono de España.
Y fue una decepción; porque fue neutro; fue vacío; no levantó pasiones; no cambió el día a nadie; no cambió nada.
El Rey sólo se dirige a la ciudadanía de forma extraordinaria. Por eso, su mensaje, y la forma de presentarlo, deben ser extraordinarios. Deben ser recordados. Y ello pese a que todos los elementos estaban disponibles.
Primero, la introducción: estamos en Estado de Guerra. Una guerra frente al Covid, pero una guerra al fin y al cabo. Cada día, en la comunicación del Gobierno, se habla de “frente”, de “trincheras”, de “ejército de sanitarios”. El Rey lleva el fajín de Capitán General que le acredita como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. Era el momento de exhibirlo. Si el Rey hubiera aparecido con uniforme militar, mucha gente, de golpe, hubiera toma conciencia de la gravedad del Covid. Y nadie habría olvidado su imagen: la imagen del Rey, dispuesto a los sacrificios que el país demande.
Segundo, el contenido; si hay un problema, debe darse una solución. Y si bien dar las gracias a los profesionales sanitarios y todos aquellos que luchan cada día contra el Covid era necesario, se debía ir más allá.
¿Qué puede hacer el Capitán General de las Fuerzas Armadas en este caso? Debe ser tan necesario, como eficaz, como eficiente. Y debe ser recordado. Una opción: ordenar al ejército ocupar transitoriamente todas las instalaciones usadas habitualmente por la Familia Real y pertenecientes a Patrimonio Nacional (como por ejemplo el Palacio Real de Madrid, el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, el Palacio Real de Aranjuez, el Palacio Real de Riofrío, el Palacio Real de La Mareta) o gestionados por terceros (como el Palacete Albéniz o el Palacio Real de Pedralbes) y establecer hospitales de campaña gestionados por el ejército para atender a gente enferma por Covid.
La imagen en la mente del ciudadano es impresionante: el Patrimonio Nacional usado como hospital de campaña. Da cuenta de la gravedad del problema, de la importancia del ejército y de la sensibilidad de la Monarquía.
Tercero, la conclusión. La conclusión es clara. Una orden a la ciudadanía. Una orden a mantener el confinamiento. A respetar a los demás. A luchar contra el Covid.
Todo el mensaje tiene una duración de cinco minutos. Pero perdura en el recuerdo de toda una generación, monárquica o no, que seguro recordará el día en que el Rey de España, vestido de uniforme militar, ordenó al ejército abrir diez hospitales de campaña.
Es seguro que este otro posible mensaje habría recibido críticas; pero habría generado pasión. Pasión a favor y pasión en contra.
Porque en estos tiempos, se debe generar pasión. Todo lo demás, pasa al olvido.
Abogado y Consultor en Intermediación Inmobiliaria. Gestión fundraising
4 añosy muchos se quejaban (yo si) del Sr Jordi Pujol y cia...ahora no se les oye...raro, no?