EL ESCEPTICISMO DE HUME Y LA FE DE RATZINGER
Con su escepticismo el pensador escoces David Hume puso en tela de juicio muchas de las convenciones religiosas de su época: la existencia de Dios, de un más allá, la esencia de la virtud, etc. Esta actitud le generó muchos enemigos en su propio país. Casi nadie le apoyaba.
Para adentrarnos en el mundo del filósofo británico necesitamos comprender mejor la naturaleza intrínseca de los pensamientos de Hume. En primer lugar sería útil conocer la definición de comprender. Este aspecto es sumamente interesante porque dependiendo de su significado los resultados pueden ser distintos.
Una primera acepción sería que comprender, por ejemplo las leyes de la ciencia de la física, es conocer lo que se analiza y admitir su verdad. Como se adivina es necesaria cierta fe para creer en lo que nos cuentan, sin ninguna demostración.
Otra opción más avanzada establecería que comprender, como en el caso anterior las leyes de la física, consistiría en estudiarlas a fondo, deducir sus ecuaciones matemáticas y verificarlas experimentalmente. Este proceder más profundo sería el mismo para cualquier otro tema que quisiéramos investigar, fuese del ámbito que fuese.
Observamos que muy pocas personas practican esta segunda elección. La primera acepción es la más común y afecta entre otros a los axiomas matemáticos y a los dogmas religiosos. Sabemos que la fe o revelación es suficiente subjetivamente para creer en algo. La fe se tiene o no se tiene, sin comprobaciones adicionales. Es un don que impregna con su luz al sujeto que lo percibe. Supone una especial forma de captar la realidad...¿Qué se esconde tras ese concepto? Nadie conoce como es en valor absoluto la realidad, como especuló el griego Platón solo captamos sus sombras. San Agustín es un magnífico ejemplo de fe incondicional en un ser divino o supremo.
Hace un tiempo dedique mi libro Liturgias imperfectas (Amazon 2015), una historia ficticia, que trata de la relación entre fe y ciencia, a Joseph Ratzinger (el papa emérito Benedicto XVI ). Joseph Ratzinger era experto en historia de la filosofía, una eminencia en teología y ex -prefecto para la Doctrina de la Fe de la Iglesia Católica. El papa emérito respondió al ofrecimiento de mi novela con una cortés misiva repleta de afabilidad.
En el Apocalipsis 6-12 se narra que el sol se volvió negro, la luna se tornó toda como sangre y que las estrellas de cielo cayeron sobre la tierra como la higuera deja caer sus higos sacudida por un viento fuerte... ¿Tienen algún significado profético dichos versículos?
David Hume, en su libro Segunda investigación, reitera la tesis de que la moralidad deriva de los sentimientos humanos, no de la palabra o voluntad de Dios. No podemos conocer con certeza el discurso íntimo de la comprensión de Hume. Nos inclinamos más bien por la segunda acepción pero, conscientes de lo difícil de tal empeño, intuimos que era honesto en sus convicciones.
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¿Quién estaba más cerca de la verdad? El descreído Hume o el iluminado Ratzinger...
Es una cuestión de difícil respuesta... ¿O tal vez no hemos sabido plantear la pregunta adecuada?...
En la física moderna existe una teoría sobre las simetrías especulares que es altamente enigmática... David Hume, orgulloso y seductor, hace un guiño jocosamente a la superficie resplandeciente situada frente a sí. Desde el otro lado del espejo Benedicto XVI, con su hábito blanco de Santo Padre, sonríe campechano a su interlocutor. Ambos saben que quizás algún día el sol se volverá negro, la luna se tornará de sangre y las estrellas del cielo caerán sobre la tierra.
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