DESDE LA RECOLETA: EVITA

DESDE LA RECOLETA: EVITA

“No llores por mi Argentina, mi alma está contigo, mi vida entera te la dedico, no te alejes te necesito.



Todo comenzó hace casi cuarenta años en Broadway. Asistí con mi esposa a la representación de la ópera rock Evita de Andrew Lloyd Webber (música) y Tim Rice (letra). Casi cuarenta años más tarde, por azares del destino pude visitar la casa Rosada, el museo Evita en Buenos Aires y hablar con personas que habían conocido a la mítica esposa del general Perón.  El ciclo de Evita se cerraba así ante mis ojos.

Evita siempre fue una amante incondicional del general Perón. En su libro La razón de mi vida confiesa: “Por eso ni mi vida ni mi corazón me pertenecen y nada de todo lo que soy o tengo es mío. Todo lo que soy, todo lo que pienso y todo lo que siento es de Perón. Pero yo no me olvido ni me olvidaré nunca que fui gorrión ni que sigo siéndolo.”

Evita es la proyección de la identidad argentina. Es la amiga del pueblo y vive en la eternidad. Hizo del feminismo su bandera y del obrero descamisado fue su más leal defensora. Evita es ímpetu excelso, es energía radiante y luminosa.

Traspasar el umbral del museo de Evita en Buenos Aires es empaparte de auras doradas, de sentimientos perdidos y de emociones innatas. El edificio fue en su momento, en 1948, el llamado Hogar de Tránsito Nº2, destinado a la asistencia de mujeres, con o sin hijos, que tenían poca salud, falta de trabajo o de vivienda.  Un grupo de trabajadoras sociales se encargaban de tenerlo todo a punto. 

Pero aquello duró poco. Evita, que había pasado de ser una actriz de éxito, a primera dama del país como esposa del general Perón, pronto cayó enferma. Un cáncer letal le iba minando su salud. Aquello supuso el principio del fin. Sus discursos dirigidos a su pueblo eran pura dinamita, siempre cargados de una exultante pasión por los necesitados, la justicia y la paz. El año 1951, la mujer argentina pudo votar por vez primera en unas elecciones. Una nueva democracia estaba instalándose en el país. La Fundación Eva Perón era ya una realidad, una organización no gubernamental para la ayuda de los más desvalidos.

El 26 de julio de 1952 Evita entraba en la eternidad. Su memoria sigue viva en el corazón de cientos de miles de argentinos. Evita fue más que una líder política, mucho más que una mera activista social. Solo la muerte pudo truncar su lucha por un mundo mejor. Desgraciadamente argentina no supo seguir la estela de su estrella refulgente. Tras un entierro multitudinario, años después su cadáver embalsamado fue secuestrado y viajó de incógnito a Europa, permaneciendo varios años primero en un cementerio de Milán y más tarde en Madrid. Tras un periplo escalofriante ahora sus restos descansan, junto con cientos de héroes de la patria argentina, en el cementerio de la Recoleta de Buenos Aires. 

“Pienso que no debe ser muy difícil morir por una causa que se ama. O simplemente, morir por amor”, escribió Evita en unas frases premonitorias. Y añadió hablando en tercera persona de la que sería ella misma: “De aquella mujer solo sabemos que el pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita”. 

No llores por mi Argentina, mi alma está contigo, mi vida entera te la dedico, no te alejes te necesito. El ciclo de Evita se cerraba así ante mis ojos.




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