El estigma de la soledad (I)

El estigma de la soledad (I)

Todas las personas despiertas comparten una serie de características esenciales. La primera es que están con la "soledad". Curiosamente, se trata de una palabra muy estigmatizada y mal vista por la sociedad. De hecho "estar solo" tiene una connotación muy negativa. Y "ser solitario" se utiliza de manera peyorativa. Y no es para menos. El inconsciente colectivo asocia la soledad con el aislamiento, el rechazo, el abandono, la incomunicación. Y lo vincula con emociones como la melancolía, la tristeza, la angustia o la depresión. No en vano, solemos creer que la felicidad procede de las relaciones.

Pero ¿Por qué no nos gusta la soledad? ¿Qué nos pasa cuando estamos solos? Debido a nuestra falta de autoconocimiento, en general no tenemos ni idea de lo que es vivir conectados con el ser esencial. De ahí que en lo profundo sintamos una incómoda sensación de vacío existencial, la cual se intensifica cuando nos quedamos a solas, en silencio y sin distracciones de ningún tipo.

Esta es la razón por la que han triunfado tanto las redes sociales y en especial la aplicación de WhatsApp. Más allá de que nos permite comunicarnos rápida y fácilmente con cualquier ser humano del mundo que disponga de móvil y conexión a internet, su verdadera función es mitigar la sensación de soledad. Es una cuestión casi aritmética: cuanto más solos nos sentimos, más conversaciones iniciamos con nuestros contactos. Cuando empezamos a ponerle consciencia, nos sorprendemos por la cantidad de horas que nos pasamos inconscientemente buscando en el móvil un remedio para aplicar nuestra soledad.

A su vez, cuando nos permitimos estar solos de verdad, en ocasiones también nos invade una dolorosa sensación de abandono. Es un claro síntoma de nuestra falta de amor propio. Al no haber cultivado una relación íntima con nosotros mismos, frente a la soledad suele emerger desde nuestras entrañas una mezcla de tristeza y angustia muy desgarradoras. Y esto no tiene nada que ver con el hecho de que alguno de nuestros padres o parejas nos hayan abandonado. La incómoda verdad es que somos nosotros quienes desde pequeños nos abandonamos a nosotros mismos. Desde entonces ¿cuánto tiempo y espacio hemos dedicado para conocer y cuidar nuestro mundo interior?.

Así, la verdadera razón por la que aparentemente somos seres tan sociables no es nuestro amor por la sociedad, sino nuestro profundo miedo a la soledad. En demasiadas ocasiones preferimos estar mal acompañados que solos, compartiendo encuentros banales e intrascendentes con personas que tampoco saben ni quieren estar solas. No hay peor soledad que la de sentirnos solos estando rodeados de gente.

Cabe señalar que una cosa es estar solos y otra -muy distinta-, sentirnos solos. Y es que la soledad no se cura con las relaciones humanas, sino con el contacto con el ser esencial. Esa es la compañia que en realidad necesitamos y que estamos buscando, solo que en el lugar equivocado: fuera de nosotros mismos. Y como cualquier aprendizaje, es una simple cuestión de práctica y entrenamiento. Cuanto más tiempo pasamos solos de forma voluntaria, más gusto le vamos cogiendo y más tiempo necesitamos y queremos estar solos.

Jamás hallé compañera más sociable que la soledad.

JOAN ANTON MUÑOZ VELASCO

Técnico de Prevención en QuirónPrevención

8 meses

😄😄

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