El experimento de OpenResearch y la dinámica oculta del poder
Yo sé que es difícil seguir la pista de todos los sucesos que ocurren en una semana, sobre todo en una semana de inauguración de Juegos Olímpicos. Sin embargo, no puedo dejar de reflexionar sobre los resultados liberados por OpenResearch, la parte investigativa de OpenAI.
Según datos de la investigación, el estudio comenzó oficialmente en 2019. Entregaron cheques mensuales a personas de entre 21 y 40 años que vivían en Texas e Illinois. Para calificar, sus ingresos familiares en 2019 tenían que ser inferiores al 300 por ciento de la línea de pobreza federal; eso significaría $77,250 dólares para una familia de cuatro, o $37,470 dólares para una persona. El ingreso familiar promedio de los participantes en 2019 fue de aproximadamente $30,000 dólares. Mil personas fueron asignadas aleatoriamente al grupo de tratamiento y recibieron $1,000 dólares por mes, mientras que otras 2,000 formaron parte de un grupo de control que recibió $50 dólares por mes.
Para echar a andar el proyecto, Altman dice haber gastado 14 millones de dólares de su propio dinero para financiarlo. Otros 10 millones de dólares provinieron de OpenAI, 15 millones del fondo público de Dorsey para la ayuda mundial a la COVID-19 y 6.5 millones de Sid Sijbrandij, fundador de la plataforma de software de código abierto GitLab. El resto provino de fundaciones, subvenciones federales y donaciones personales y anónimas.
El estudio coincide con los deseos expresados por el propio Sam Altman a principios de este año, cuando propuso "otro tipo" de plan de renta básica, al que llamó "computación básica universal". En este escenario, Altman dijo que la gente obtendría una "porción" de los recursos computacionales del gran modelo de lenguaje GPT-7, que podrían usar como quisieran.
Sin embargo, esta es una idea que ha estado en la cabeza de Altman desde su época como presidente de la aceleradora de startups Y Combinator. En una publicación de blog de hace casi una década, hizo un llamamiento singular a los investigadores: “Nos gustaría financiar un estudio sobre la renta básica”, escribió. “La idea me ha intrigado durante un tiempo y, aunque ha habido mucha discusión, hay bastante poca información sobre cómo funcionaría”.
El problema, como casi siempre pasa, es la narrativa. Una vez que liberaron los resultados, los medios no tardaron en publicar titulares como “Esto es lo que sucede cuando le das dinero gratis a la gente”, “Un grupo respaldado por Sam Altman estudió la renta básica universal durante tres años” y “¿Qué pasaría si la IA dejara a todos sin trabajo? Esta empresa de software financió una investigación sobre la renta básica universal”.
Por supuesto, no los culpo, no solo porque el periodismo está atravesando una era de decadencia, sino porque fue el propio OpenResearch quien nombró su propio experimento como “El experimento de la renta básica universal de Sam Altman (OpenResearch)”.
Sus hallazgos iniciales, ya que se publicarán más, revelan que las personas que recibieron este dinero tendían a gastarlo en necesidades básicas, atención médica y ayuda a los demás. Los próximos artículos se centrarán en temas como los niños, la movilidad, el crimen y la política.
El suyo no es el primer intento de medir los beneficios de un ingreso garantizado, pero el estudio de OpenResearch es uno de los más grandes de varias docenas de programas piloto en todo el mundo. El más grande es un ensayo de 12 años en Kenia que comenzó en 2017 y está financiado por la organización filantrópica GiveDirectly. Países como Estados Unidos y Canadá también han coqueteado con el concepto. Desde la década de 1980, los residentes de Alaska han recibido pagos anuales generados por las regalías del petróleo y el gas del estado. Y el año pasado, California lanzó su primera prueba de ingresos garantizados financiada por el estado, que se centrará en los jóvenes que han estado en hogares de acogida.
¿Y qué hay de malo?
El estudio no es un estudio sobre renta básica universal o ingreso básico universal
Lo primero y más importante es que la renta básica universal (RBU) no es lo mismo que un sistema de renta mínima (RM). El libro “En defensa de la renta básica: Por qué es justa y cómo se financia”, de Jordi Arcarons Bullich, Julen Bollain Urbieta, et al., lo explica mejor:
“Sin embargo, existe una gran diferencia de concepción entre las rentas mínimas —o subsidios condicionados en general— y la renta básica que se expresa en términos de libertad. Los programas de renta mínima ayudan a las personas una vez que han «fracasado». Además, ofrecen una ayuda ex post a cambio de alguna forma de contraprestación por las prestaciones recibidas. Es precisamente esta mera asistencia ex post la que conduce irremediablemente a la pérdida de la libertad efectiva de quienes viven de un salario, obligándoles a aceptar el statu quo o a plegarse a formas especialmente perjudiciales para sus intereses en la configuración política de los mercados.
De este modo, podemos darnos cuenta de que el experimento de OpenResearch no cumple con las condiciones de la RBU: universalidad, individualidad e incondicionalidad.
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En el estudio OpenResearch es juez y parte
La falta de transparencia que ha caracterizado a OpenAI vuelve a hacerse presente en este estudio. Si bien nos indican los datos de cómo hicieron el muestreo, no sabemos más nada sobre un equipo o análisis entre pares que se haya encargado de analizar y contrastar los resultados. Como sabemos, la premisa de que un investigador sea a la vez juez y parte en un estudio científico representa un grave conflicto de intereses. Esta situación compromete la objetividad y la validez de los resultados obtenidos, socavando los principios fundamentales de la investigación científica.
Hasta este momento, Elizabeth Rhodes, quien tiene un doctorado conjunto en trabajo social y ciencia política y dirigió el estudio para OpenResearch, no ha dado ninguna declaración al respecto.
Aumenta la narrativa TESCREAL
TESCREAL es un acrónimo propuesto por la científica de la computación Timnit Gebru y el filósofo Émile P. Torres. Este término combina varias corrientes de pensamiento que están moldeando la visión de futuro de muchas personas, especialmente en el ámbito tecnológico.
¿Qué significa cada letra?
Los líderes del movimiento de la IAG (Inteligencia Artificial General) suscriben este conjunto de ideologías, que emergieron directamente del movimiento eugenésico moderno, y por lo tanto han heredado ideales similares. Estos ideales nocivos han dado lugar a sistemas que perpetúan la inequidad, centralizan el poder y dañan a los mismos grupos que fueron el blanco del movimiento eugenésico moderno de primera ola.
¿Estoy en contra de la RBU?
Por supuesto que no, de hecho, también estoy a favor de la abolición del trabajo. Mi punto aquí es que los dueños de las empresas tecnológicas ocupan un lugar privilegiado en la arquitectura del poder contemporáneo. Estas corporaciones, a través de sus plataformas, algoritmos y redes, no solo han transformado las dinámicas económicas, sino que también han reconfigurado la subjetividad y las relaciones sociales. Los algoritmos diseñados por estas empresas no son neutrales; están imbuidos de la lógica del capital y la acumulación. Permitir que los gestores de estas empresas controlen la RBU sería perpetuar una dinámica de poder que ya ha mostrado ser profundamente desigual y explotadora.
Por lo que a mí respecta, la propuesta de algunos magnates tecnológicos de financiar y gestionar la RBU puede parecer, a primera vista, un gesto altruista. Sin embargo, este enfoque encubre una estrategia de legitimación y control. Al posicionarse como los benefactores de la humanidad, pareciera que estos empresarios buscan desviar la atención de las prácticas explotadoras y de extracción de valor que son la base de su riqueza. Este es el verdadero rostro del capitalismo cognitivo: una red de biopoder que administra la vida bajo la apariencia de la benevolencia.
La RBU gestionada por empresas tecnológicas no sería más que otro mecanismo de control. Las mismas entidades que han despojado a los trabajadores de su autonomía a través de la precarización y la vigilancia digital ahora se presentarían como los salvadores de los mismos. Bajo esta estructura, la RBU se convertiría en una herramienta para mantener el statu quo, donde los individuos son vistos como simples engranajes en la maquinaria del capital. La supuesta independencia económica proporcionada por la RBU sería, en realidad, una dependencia aún mayor de las plataformas y servicios de estas corporaciones.
La RBU debe ser una herramienta para la emancipación, no para la sujeción. Esto implica un control democrático y colectivo sobre los recursos y la distribución de la riqueza. La gestión de la RBU debe ser pública, transparente y participativa, permitiendo que las comunidades definan sus propias necesidades y prioridades.
La lucha por una RBU verdaderamente emancipadora es también una lucha por la libertad. La creciente automatización y digitalización no deben conducir a una mayor alienación, sino a una oportunidad para reimaginar el trabajo y la vida.
Diseñadora de Interiores. Artista Plastica.. Arteterapeuta en @arte-sosvos. Dicto capacitaciones en customizacion textil.
5 mesesImpecable!!!