¿El Factor Trabajo tal y como lo conocemos hoy realmente puede seguir siendo el principal sustento del Estado de Bienestar?

No cabe duda de que vivimos unos tiempos de evolución social y económica acelerada. La irrupción de internet y la socialización de la economía del conocimiento en red combinada (o bien siendo factor determinante de su crecimiento) con el proceso de globalización a escala mundial están dejando una huella profunda en la humanidad a todos los niveles: social, económico, desarrollo intelectual, establecimiento de alianzas, apertura (o no) comercial ….

Es impresionante como el mundo se hace cada vez más pequeño. Además, las herramientas que poseemos nos permiten buscar y explotar de forma mucho más eficiente las capacidades de generación de recursos físicos que tenemos a nuestro alcance. También estamos demostrando una capacidad creativa desbordante a la hora de “derivar” los recursos físicos creando nuevos modelos de negocio basados en recursos virtuales e intangibles en prácticamente todos los ámbitos. La economía se expande y crece y con ella la población mundial: mayor cantidad de personas, mejor calidad de vida, longevidad en ascenso, hambre y pobreza extrema en retroceso, ….

Y todo esto son muy buenas noticias a nivel global. La capacidad de desarrollo de la humanidad crece a la par que el desarrollo tecnológico permite ampliar las fronteras de los mercados (me encanta el símil del gas caliente encerrado en una caja que, no importa el tamaño que tenga, se va a ver inmediatamente ocupada en toda su extensión por el gas en su interior).

Pero también sabemos que las cosas no son eternas y que es inevitable la ruptura de las tendencias: la capacidad de correr de la raza humana acaba saturando algunos sectores y mercados creando sobrecalientamiento económico, donde el exceso de creatividad y entusiasmo hace que de repente se pierda el sustento físico que les da sentido y consistencia. Pierden pie convirtiéndose en burbujas que flotan en el aire un tiempo para finalmente explotar dejando caer las partículas de su membrana líquida de nuevo al suelo. Al final se produce una reconfiguración de los factores económicos en su distribución geográfica que condiciona la forma de arrancar de nuevo el proceso.

En un contexto así me llama mucho la atención el efecto de la tecnología en la forma en que percibimos el Factor Trabajo como el principal activo sobre el que basamos nuestro Estado de Bienestar. Hasta ahora los estados se han sustentado mayoritariamente en el valor del trabajo físico e intelectual. Pero la tecnología, que hasta ahora se ha dedicado principalmente a aplanar las cadenas de valor de negocios tradicionales, ahora está directamente cambiando de raíz toda la economía en su conjunto. Se nos dice que dentro de 20 años habrán desaparecido seguramente la mitad de los trabajos tradicionales y habrán aparecido otros tantos de los que, de hecho, desconocemos casi todo. ¿Cuál va a ser la resultante neta de la cantidad de trabajo disponible tras este proceso?

Mi inquietud es que la raza humana crece y por tanto la capacidad del Factor Trabajo, pero también las necesidades de la población (mayor longevidad, sofisticación de las sociedades y los estándares de calidad de vida, …). Mientras la automatización de la economía presiona para la optimización del Factor Trabajo efectivo reduciendo la densidad de trabajo por unidad de población (es una métrica un poco burda, pero puede servir bien para expresar la idea). Esta parece la tendencia, pero …. ¿van a ser las personas que componen la fuerza de choque de ese Factor Trabajo menguante capaces por sí solas de sustentar el Estado del Bienestar al que el mundo globalizado va?

Yo me pregunto dónde está el límite de la presión fiscal sobre el Factor Trabajo si éste cada vez está compuesto por menos individuos (y cada vez más estresados) al menos en los países occidentales. Debe ser que todavía tengo reciente la campaña del IRPF y todavía me duele (y me hace tener todavía pensamientos oscuros), pero la verdad es que creo que tendemos a ir en una dirección prefijada que nos lleva a una asíntota que marca este límite y que no es más que el reflejo de un escenario de agotamiento de las economías de mercado basadas todavía en valores y parámetros de funcionamiento tradicionales (que creo que, con toda seguridad, habría que revisar profundamente de forma urgente). En fin, en la medida de lo posible creo que sería bueno que nos ahorráramos parte del viaje si ya sabemos dónde vamos, ¿no?

Sin duda el mundo no va a ser como lo ha sido hasta ahora en las sociedades occidentales (España es un buen ejemplo de vulnerabilidad seguramente derivada de una cierta falta de visión estratégica en inversión en innovación, investigación y educación desde hace años). Nuestras economías van a tener que depender en gran medida del valor empresarial de la innovación y propiedad intelectual cuya Productividad tiene que ser una alternativa al Factor Trabajo que sustenta actualmente nuestra capacidad de recaudación de impuestos y por tanto de redistribución de riqueza. Parece que habrá que mirar a la capacidad del Capital para producir ingresos para el Estado, o bien ser capaces de multiplicar la contribución del Factor Trabajo en el nuevo entorno a través de la formación de los individuos y la investigación.

La misma tecnología parece que nos empuja a una situación complicada en la que el gravamen del Capital (la primera opción) se hace prácticamente imposible, sobre todo cuando hablamos de la dimensión global, dado que ningún país puede tomar decisiones unilaterales en el cambio del modelo económico ni de las reglas del juego sin arriesgarse a una huida fatal de capitales fuera de sus fronteras que se produciría muy rápido. Es decir, o nos ponemos todos de acuerdo a la vez o no parece que haya mucho que hacer en esta dirección.

En fin, aquí termina mi reflexión: en mi opinión sólo nos queda poder trabajar en la línea de la segunda opción: Invertir eficientemente en Formación e Investigación. Y eficientemente quiere decir eficientemente, claro 😊. Esto por supuesto también tiene un efecto directo en la contribución a las arcas públicas del factor Capital basado en Know How y Propiedad Intelectual, sobre todo hasta que se convierte en global y nuevamente surgen cuestiones de competencia entre países que nos llevan de nuevo a la casilla de salida, aunque los beneficios que haya dejado el proceso sean fabulosos. En todo caso se crea un círculo virtuoso al que tenemos que llegar sí o sí, porque no hay alternativa.

La derivada inmediata de esta reflexión es que quizás el proceso de innovación y tecnificación se está desarrollando de una forma tan intensa fuera de nuestras fronteras (yo no dejo de sorprenderme del torrente de innovación que está viniendo ahora mismo de Asia) que la ventana de oportunidad real para el ajuste de nuestra organización social y económica, en países donde no hemos cogido los trenes adecuados en su momento, es muy pequeña. De hecho, sigo todavía con la sensación de que hay que hacer mucho más esfuerzo inversor desde las Administraciones Públicas para coger los próximos trenes. Parece que nuestra primera reacción como país sigue siendo intentar parar el tren con los pies hasta que se nos desgasten las suelas de los zapatos en el intento y ya sea demasiado tarde para correr y subirse. Curiosamente el presupuesto disponible seguramente servirá para comprar otras suelas de zapato con los que ir parcheando hasta que pase por delante el próximo tren.

A no ser que todos a una vayamos a refundar la economía capitalista de un día para otro…. 😊 Pero, a ver quién nos pone de acuerdo primero, claro.

P.D.: Perdón por la larga disertación. Estas son unas notas que vienen de una conversación entre amigos que más o menos quedan reproducidas en el texto.

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