“El futuro de la vivienda es la construcción industrializada como forma de democratizarla”
El arquitecto chileno Mauricio Léniz, del estudio Elton-Léniz Arquitectos, comparte su mirada sobre las nuevas formas de concebir a la arquitectura residencial después de la pandemia.
En estos años nos hemos dado cuenta de muchas cosas, como todo el mundo, ya que nadie puede ser indiferente a los cambios. Lo que a nosotros nos resultó más interesante fue ver la valorización del espacio residencial. Cuando tuvimos que estar encerrados en las casas sin la posibilidad de salir, el espacio que habitamos -ya sea solos o colectivamente- se volvió muy trascendente. Antes podíamos movernos, entrar y salir, y eso es muy distinto a que el único universo sea tu casa; eso le confiere a la residencia una importancia que antes no se le había atribuido.
Pero el cambio de paradigma lo vimos, precisamente, en lo que llamamos segunda vivienda. La primera vivienda suele ser la urbana, donde la gente vive el mayor porcentaje de su vida cotidiana, y luego la segunda vivienda -para aquellos que pueden tener una segunda casa- son lugares fuera de lo urbano. En Chile, generalmente, son lugares que tienen que ver con la costa, los lagos, la montaña, donde la geografía es lo más relevante. Estas casas no estaban pensadas para ser habitadas continuamente pero a partir de la pandemia esto cambió, y cambió para quedarse. Porque ahora entendimos que la segunda vivienda puede convertirse en la primera vivienda ya que podemos trabajar desde nuestras casas siempre que queramos. Y esta migración de lo urbano hacia lo rural no se ve únicamente en los jóvenes sino también en personas que están en una etapa más madura, más consolidada, que se dieron cuenta de que se estaban aferrando a una vida en la ciudad cuando ahora pueden tener su misma vida en las afueras.
Algo que notamos es que volvió el concepto de zaguán, impulsado por la necesidad de mantener la higiene dentro de la casa. En otras épocas el zaguán era el lugar en donde la gente dejaba su ropa, sus zapatos, aquellas prendas que podían estar contaminadas, antes de ingresar al hogar. Incluso muchas casas tenían espacios de higienizado para cuidarse de las pestes de la época. Ahora, con el covid, esta idea regresa y es muy interesante para nosotros como arquitectos ya que nos invita a pensar cómo incorporar un espacio con estas características a la arquitectura moderna.
También nos hemos dado cuenta de que ya no se puede diseñar pensando en espacios formales e informales. La desacralización de los espacios y la multiplicidad de funciones es clave en las nuevas formas de habitar las casas. Todos nos hemos encontrado, en algún momento de estos dos años, teniendo reuniones de Zoom en la cocina, el comedor o en sectores del hogar que no estaban pensados para ello. Por eso, ahora, los interiores tienen que ser pensados para estas nuevas costumbres, donde cualquier espacio pueda tener diferentes usos.
Y es aquí donde también reaparece la idea de escritorio como un lugar a habitar diariamente, con condiciones propicias: Ya sea correcta iluminación y ventilación, un buen escritorio, una cómoda silla y buena conectividad que, aunque no tiene que ver directamente con la arquitectura, también aterriza en el espacio.
Mismo es el caso de la cocina que, desde hace varios años, se ha convertido en un espacio social, dinámico y familiar que se integra con el resto de los ambientes y con las distintas actividades de la vida cotidiana de una familia, como mirar televisión, comer, trabajar y recibir amigos, situaciones que muchas veces se dan de manera simultánea.
También ha surgido la necesidad de tener un lugar para la actividad física dentro del hogar y no necesariamente se trata de armar un gran gimnasio, sino de destinar un espacio que ya existía y no se usaba o se usaba poco, para esta actividad. Y aquí vemos otra tendencia que se dió en estos últimos dos años, la de mutar metros cuadrados de un lado a otro.
Para resumir, creo que la clave de las residencias post pandemia está en lograr que la arquitectura se adapte a la forma de vivir de cada persona o familia, a la forma en que se habitan los espacios en el día a día para que la casa tenga que ver con sus costumbres y necesidades únicas.
"El desafío que tenemos es cambiar el paradigma, salir de la mentalidad de lo formal y lo sólido para pasar a lo informal y lo liviano".
Lo más relevante son las proyecciones de espacio. En lo urbano los terrenos suelen ser más acotados, mientras que en lo rural los terrenos son muy amplios e incluso las normativas permiten que los cerramientos sean verdes, por ejemplo, y eso ya lo vuelve muy distinto.
Pero en la ciudad, particularmente, tratamos de establecer una relación más fluida entre el interior y el exterior. Pensamos en residencias menos herméticas que incluyan actividades en espacios poco comunes, como el antejardín, por ejemplo, donde la casa se filtra hacia la calle ganando espacio y retomando la idea de “la vuelta a las calles”. Y cuando esto sucede tienes un espacio enorme de vista, de árboles, y cada casa se hace cargo de tener una idea de Ciudad en ese espacio.
En la medida en que uno entiende a la arquitectura en su borde, en la condición de lo urbano, la casa se expande a todo y esto para nosotros es relevante.
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A nosotros nos gustan todos los materiales y no nos determina ninguno de forma particular. Sin embargo, en el último tiempo nos hemos hecho más conscientes del impacto que tiene la construcción en el medio ambiente. Por ejemplo, la industria del hormigón es responsable del 8% de la liberación del dióxido de carbono, y el acero también tiene su impacto. Entonces, son materiales que debemos empezar a reducir, entendiendo que ya no ofrecen tanto.
Y aquí aparece la madera con un aporte muy importante a la industria. Si bien siempre hemos recurrido a la madera como material para revestimiento y también la hemos tenido como material indispensable en casas de playa o segundas viviendas, hoy ella toma protagonismo en viviendas residenciales y nos recuerda todas sus cualidades. Por ejemplo, la madera tecnologizada se comporta mucho mejor que otros materiales ante sismos, terremotos, y factores climáticos, por lo que resulta un excelente material para construcciones urbanas en ciudades como Santiago.
Aquí, el desafío que tenemos es cambiar el paradigma, salir de la mentalidad de lo formal y lo sólido para pasar a lo informal y lo liviano. Es decir, dejar de pensar a la madera como un material únicamente para la casa de playa y entender su multiplicidad de beneficios para una vivienda residencial urbana.
Reducir el impacto en el terreno y tratar de prefabricar lo más posible, ese creo que es el camino al cual deberíamos estar tratando de apuntar. Si bien es paradójico, porque a los arquitectos nos sigue emocionando la artesanía detrás de la construcción, creo que debemos hacer un cruce entre lo artesanal y la industrialización de tal manera que las construcciones sean más eficientes y a la vez no se pierda la condición de hacer viviendas únicas para cada familia. Podemos mirar a la arquitectura nórdica para inspirarnos ya que ellos esto lo tienen bien logrado.
"Los arquitectos debemos hacer un cruce entre lo artesanal y la industrialización para lograr construcciones más eficientes y a la vez, únicas"
La relación arquitecto-cliente creo que es un factor muy importante a considerar, y esto es algo que no te dicen en la Universidad.
De todo tipo de proyectos, es en los residenciales donde se propone la dinámica más íntima con el cliente porque uno se ve mucho; los proyectos llevan un largo tiempo entre diseño y construcción, y uno acaba viendo a los clientes incluso más que a los amigos. Poder establecer una relación de confianza con el cliente para que nos cuente sus hábitos, sus gustos, sus necesidades, es clave en el resultado final y esto se construye con el tiempo. Cuando hacemos parte al cliente del proceso, cuando lo animamos a trabajar junto a nosotros, tenemos la oportunidad de lograr nuestra mejor obra.
A veces uno cree que el mejor cliente es aquel que te dice “tengo este presupuesto, puedes hacer lo que quieras”, pero en el camino recorrido aprendimos que el mejor cliente es aquel que se convierte en nuestro cómplice. En Elton-Léniz disfrutamos mucho de ese proceso, nos encanta llevar la confianza del cliente a un punto en que se puede abrir y contarnos lo que realmente es especial en su familia porque de esta forma podemos crear residencias que reflejan, desde la arquitectura, la identidad propia de cada una de ellas. Es como hacer un traje a medida.
Trabajar de esta forma requiere de resiliencia y empatía, y el lugar que nosotros, los arquitectos, le demos al cliente es lo que determinará si fue uno bueno o uno malo. Desde mi experiencia, siempre que miro hacia atrás veo que los mejores proyectos que pudimos construir tuvieron que ver con haber tenido un buen cliente.
Creo que el futuro es la industrialización de la vivienda como forma de democratizar el acceso a ella. A nosotros nos encantaría poder evolucionar hacia una arquitectura más accesible, donde la vivienda no tenga un rol de colonización y donde podamos trabajar en mejorar la calidad de lo que hoy por hoy se entrega. En Chile estamos en deuda con la vivienda social y con la planificación, y es nuestro sueño poder evolucionar en este aspecto.
Llevamos un buen tiempo trabajando con los productos de Hunter Douglas, sobre todo revestimientos, y todas las experiencias han sido muy buenas. Y en el último tiempo hemos estado trabajando específicamente con Shutters y celosías, ya que los proyectos que tuvimos requerían de soluciones efectivas al control solar, y los resultados nos tienen muy contentos tanto a nosotros como a nuestros clientes. Para nosotros Hunter Douglas es un aliado y hay mucha lealtad de parte de ambos lados.
Entrevista exclusiva para Hunter Douglas Architectural Latam