El impacto de la inteligencia artifical en nuestra generación. Evolucionar o morir.
El mundo está inmerso en una revolución tecnológica. El ritmo al que se desarrolla la tecnología se acelera exponencialmente y cada día se producen nuevos avances.
El impacto de este cambio ya se está dejando sentir en la sociedad en su conjunto, pero no hará sino aumentar con el paso del tiempo. A medida que el número de personas que pueden acceder a la tecnología crece exponencialmente, también lo hace su capacidad para influir en las normas y valores de la sociedad.
Para adaptarnos a este mundo, debemos tomar medidas ahora para garantizar que nuestras futuras generaciones estén preparadas para prosperar en este entorno en rápida transformación.
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El primer paso es comprender la naturaleza de este reto. Debemos reconocer que la tecnología no sólo está cambiando nuestras vidas, sino también nuestros cerebros. Tiene el poder de alterar nuestra forma de pensar y comportarnos de maneras que a menudo no son obvias ni intencionadas. Está claro que tenemos que invertir en educación STEM y garantizar que nuestros hijos tengan las habilidades que necesitan para triunfar en este nuevo mundo. No podemos permitirnos esperar a que el problema sea crítico; debemos actuar ya. Internet se ha convertido en una herramienta indispensable para la vida cotidiana en el siglo XXI. Ahora es la principal fuente de información y entretenimiento; conecta a personas de todo el mundo y les permite comunicarse fácilmente; proporciona una plataforma para que las empresas interactúen con los clientes y amplíen su alcance.
El segundo paso es reconocer el impacto potencial de la tecnología y planificarlo. Para ello, debemos educar a nuestros hijos sobre estas nuevas tecnologías, para que sean capaces de utilizarlas de forma responsable y ética. Tenemos que enseñarles cómo funciona la tecnología y cómo se puede hacer un mal uso de ella, pero también darles las herramientas que necesitan para pensar de forma crítica y tomar sus propias decisiones sobre cómo quieren que sus vidas se vean afectadas por estos cambios.
Si no actuamos, corremos el riesgo de dejar atrás a una gran parte de nuestra población. Esto no sólo es injusto para los que se quedarán atrás, sino también perjudicial para la sociedad en su conjunto.