El incendio de Maduro
Foto: AFP

El incendio de Maduro

Las protestas parecen haberse “cotidianizado”, parecen haber entrado (por fin) en una estabilidad que permite visualizarlas un poco mejor, sin aquellos cambios drásticos de escenarios que de un día para otro se dieron en su comienzo. El guión está dado. Unos, por un lado, hacen “guarimbas”; lo cual incluye barricadas, quema de cauchos, guallas, clavos, cohetes, carteles y en los casos más extremos bombas artesanales, piedras o cualquier objeto contundente que sirva como arma. Mientras tanto, otros realizan marchas, con o sin rumbo fijo, convocando a distintos grupos de la sociedad civil y otras actividades alternativas para promocionar sus demandas y reclamar apoyo. Y como elemento dramático del guión, estos dos tipos de manifestaciones tienen en común que poseen las mismas posibilidades de ser reprimidas por cualquier grupo de la “represión tripartita” gubernamental. La dictadura es antagonista.

Un antagonista cuyo fuerte siempre fue la relación propagandística con su pueblo, no ha dejado de dar muestras a través de los medios de comunicación de que todas sus energías están concentradas en tildar la protesta de violenta, justificar el “control” de los cuerpos de seguridad y desvincularse de los colectivos armados. Aunque por otra parte, no parece tener voluntad para acabar con la protesta; ya que al reprimir, solo ha sabido darle vida. Queda utilizar la imaginación para elaborar teorías sobre cómo podrían favorecer a este gobierno las movilizaciones, o preferir pensar simplemente que actúa de manera irracional. 

Sin embargo, aunque la represión ha sido importante, no ha sido el único motor de las protestas. Un sector de la oposición decepcionado de su líder, decepcionado de los partidos y de las vías electorales luego de la derrota del 14 de abril; encontró como capitalizador de su descontento a los políticos opositores López y Machado con su ambiciosa propuesta. Por otro lado, las protestas espontáneas del estado Táchira ante los episodios de violencia. La atenuada crisis, la escasez, la devaluación y depreciación constante de la moneda. Incluso, me atrevería a agregar el asesinato de la aquella famosa actriz a principio de año, como un despertar ante el grave dominio del hampa. Dos más dos, casi siempre es cuatro.

La pregunta que queda por hacernos es si estas movilizaciones son un “respiro” necesario del sistema social, un evento natural en respuesta a las circunstancias; o fue producido “artificialmente” por el aprovechamiento, de parte de líderes ansiosos por posicionarse ante próximas elecciones, del sentimiento de cierto sector poblacional, quizás minoritario pero importante y ruidoso. ¿Se habrían originado protestas antigubernamentales por todo el país sin el impulso de los políticos? Personalmente no lo creo, de la misma forma que no creo se logre acordar en objetivos alcanzables y tácticas encaminadas a conseguirlos sin unos líderes políticos que vayan más allá de lo simbólico.

Es claro que aunque la protesta ha pasado de ser impulsada por líderes políticos, a ser estudiantil, y de allí a involucrar a representaste de toda la sociedad civil, no involucra a la mayor parte de la población; ni siquiera a la mayor parte de la oposición. Apenas un sector desesperado por la crisis y avivado por la respuesta gubernamental a las protestas intenta mantenerse optimista ante la efectividad del movimiento. Culpa al resto de la población de apáticos, indiferentes; le invita a participar en las protestas y al mismo tiempo le señala y perjudica. Tal parece que la voluntad es sumar, pero no se sabe cómo hacerlo y las acciones solo se dirigen a ocasionar lo contrario. El único que aparentemente está decidido a sumar gente a las protestas es este gobierno, ya que “candelita que se prende...” candelita que aviva a punta de represión. Vamos a ver el incendio.

Artículo escrito el 15 de marzo de 2014 reflejando las circunstancias de entonces


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