Del "tirapiedrismo" al "comeflorismo" necesario
Dudo mucho que alguna persona en Venezuela haya podido prever como iban a desarrollarse los acontecimientos relativos a lo que comenzó como “La Salida”; un llamado a la calle que parecía más un desesperado relevo del líder que para cierta parte de la población, era demasiado pasivo para ser efectivo. La Salida parecía la excusa perfecta para complacer a este sector “radicaloso” y de paso llenar el vacío de titulares y ruedas de prensa que la calmada oposición, luego de dos derrotas electorales seguidas, había dejado. Leopoldo López junto a María Corina Machado, atendían el llamado del sector más agobiado, cansado y desconfiado del sistema electoral, que demanda desde siempre y más ahora con la intensificación de la crisis, un cambio de sistema rápido sin importar las formas o los costos.
Después de la convocatoria del doce de febrero y esos primeros tres muertos, las circunstancias cambiaron. Los estudiantes fueron los únicos que dieron el paso de tomar las riendas de un movimiento ahora excitado en reacción a la represión y la sangre. Sin aquella respuesta gubernamental, y las muertes posteriores, “La Salida” se habría mantenido como un show pequeño y de mala calidad; pero se empeñaron en hacerlo grande. Otros sectores de la sociedad se sintieron involucrados, y pronto hasta las abuelas hicieron “guarimba”. Sin embargo, el mensaje y la forma de protestar seguía siendo incoherente, desordenada y poco inclusiva.
Por ser crítica a este movimiento muchas veces me enfrenté a otros opositores como yo. Al parecer los males de estos quince años eran culpa de quienes hacían críticas y no de quienes han gobernado insensatamente. Y siempre acabaron preguntado ¿y entonces que hacemos? Como si hubiera alguna receta mágica para salir de las crisis, como si fuera tan absurdamente sencillo, o como si el desespero que poseen les diera licencia para hacer cualquier cosa, resultando negativa o no. Muchas veces fue así, entre el sube y baja del ánimo, muchas consignas restaron e hicieron dar a todos un paso atrás. Sin embargo, llegaron a demostrar varias veces, quienes están en las calles, que poseen voluntad para aprender a hacer una resistencia efectiva, organizarse y remendar los errores. O al menos eso es lo que yo puedo ver. Ojalá sea suficiente esa voluntad para lograrlo.
Se han sacado rasgos positivos de los aspectos más negativos, en otra muestra de lo cambiantes y dinámicos que son los escenarios actuales. Quizás el que no haya una cabeza visible de este movimiento haya sido peligroso en primera instancia y haya generado caos, pero garantizó que el movimiento no se mermara con la captura del “líder simbólico”, quien jamás dio directrices claras. Sin embargo, aun queda por ver si la idiosincracia mesiánica y presidencialista venezolana es capaz de construir una organización efectiva sin ello.
Pero va para adelante, sin más, sin esperar la bajada de dios a posar sus manos sobre los locos de plaza y los tira piedra/molotov; sin entender que sólo logrará hacer temblar los cimientos de este gobierno con disciplina en la resistencia no violenta, que desenmascare y evidencie aun más sus aspiraciones totalitarias. Si se olvida de lemas como “no al diálogo” y deja de satanizar el “comeflorismo”. La respuesta violenta jamás será efectiva ante el poder militar venezolano, y jamás logrará sumar a la mayor parte de la población en la lucha. La violencia es contraria a la razón, y un rechazo al diálogo implica su uso. Una resistencia no violenta, la única viable ahora reconocida la dictadura, sólo es efectiva cuando se suma la mayor parte del pueblo, y eso sólo se logrará a través de demandas inclusivas, pacíficas y democráticas.
¿Quieren que yo les diga que hacer? Olvidemos al General Vivas, al Padre Palmar, al “no al dialogo”, al “Maduro vete ya”. El trabajo es exigir reconocimiento de nuestras exigencias, respeto a nuestros derechos y cese de la violencia.
Escrito el 10 de marzo de 2014 y reflejando la circunstancias de entonces