EL  LLAMADO SÍNDROME DE PETER PAN.

EL LLAMADO SÍNDROME DE PETER PAN.

El llamado “Síndrome de Peter Pan” (uso coloquial del término síndrome, dado que  en medicina se entiende por Síndrome al conjunto de signos y síntomas que definen un cuadro clínico o enfermedad) describe a aquellas personas que no han desarrollado un vínculo de apego seguro en la infancia, siendo por tanto el apego de tipo inseguro bien evitativo, ansioso o ambivalente, manteniendo de por vida una relación asimétrica con sus progenitores. Aquellos padres que son capaces de establecer un vínculo de apego seguro con sus hijos transmiten, a estos, seguridad y autoestima, valorando y fomentando la creatividad y conductas de exploración de modo que -a medida que van creciendo- van dejando que estos sean más autónomos e independientes, fortaleciendo el autoconcepto y el desarrollo de una estructura de la personalidad sólida y fuerte. Finalmente este tipo de apego seguro culmina en el respeto entre adultos (progenitores e hijos), es decir, el padre/madre ve a su hijo como un igual (relación simétrica), un adulto al que valorar, escuchar y con el que conversar de tú a tú.

Bien, esto que parece tan normal para todas aquellas personas que lo han vivido, es algo impensable para un “Peter Pan”. El eterno adolescente crece desvalorizado por sus progenitores, bien desde una sobreprotección continua o desde una crítica y supervisión feroz, desde la inconsistencia y la ambivalencia, la carencia de afecto o, simplemente, desde la falta de reconocimiento de su autonomía y de sus logros que le inhabilita como ser humano pleno e independiente.

El progenitor que desarrolla un vínculo de apego inseguro inculca en su descendencia una discapacidad psicológica para toda la vida. La persona crece con la autopercepción de ser inferior, necesitado, crece con el miedo a ser abandonado, a ser excluido o a ser juzgado, como un niño malo que en cualquier momento puede ser sorprendido robando en la alacena. Crece con el miedo a ser agredido y señalado, siempre necesitado de aprobación y afecto constante. Este es el gran daño que se le puede hacer a un niño/a por parte de sus padres y madres, invalidándolo como ser humano para el resto de su vida. No es objeto de este artículo mencionar las consecuencias que suelen presentar estos menores en la edad adulta (tales como adicciones, trastornos del estado de ánimo o de ansiedad, rasgos de personalidad límites o antisociales, etc), solo mencionar que, casi siempre, detrás de este tipo de problemática existe un apego de estas características. No obstante las condiciones actuales no son las de hace 40 o 50 años y la sociedad va superando un judeo-cristianismo feroz y tóxico al tiempo que se va formando en aspectos pedagógicos básicos.

 Estas personas van a desarrollar con sus parejas diferentes comportamientos, todos ellos mecanismos de compensación y defensa, frente a las inseguridades y miedos antes mencionados, tales como dependencia emocional, egocentrísmo sobredimensionado con rasgos narcisistas, incapacidad para empatizar con el otro/a, incapacidad de reconocer sus propias acciones y atribución de la responsabilidad de los problemas a terceras personas, etc, que les llevará ineludiblemente al fracaso en sus relaciones de pareja adulta y a un elevado sufrimiento emocional, excepto en los casos de rasgos narcisistas.

Respecto a las personas que son etiquetadas como “Síndrome de Peter Pan” lo que ocurre es que quedan fijados a un Rol, el de niños, debido a que sus padres o madres (o ambos) no han reconocido nunca en ellos su desarrollo, y lo cierto es que estos “niños-viejos” de 30, 40, 50 años, tampoco reconocen el envejecimiento de sus propios padres y madres, lo cual les hace incapaces de entender las nuevas necesidades de estos producto del natural envejecimiento. Así, continúan con sus expectativas de cuando eran adolescentes y siguen “quejándose” de que sus padres y madres no les escuchan, no les entienden o son egoístas. Siguen sintiéndose niños y adolescentes incomprendidos y maltratados por sus progenitores ancianos y siguen enredados (hasta la muerte de los padres) en este tipo de relación disfuncional, estresante y generadora de intenso malestar para todas las partes implicadas.

Obviamente, cuando se produce la muerte del progenitor, el duelo es tremendamente disfuncional con innumerables sentimientos de culpa, angustia, depresión, etc, perpetuándose la herida más allá del fallecimiento de estos.

Muchas veces la actitud de la persona con estas características “Peter Pan” cambia cuando es consciente de que “esos padres y madres” ya no son los de hace 30 o 40 años, sino ancianos con necesidades a los que, por ejemplo, les cuesta atender, escuchar o respetar los turnos de palabra (deterioro de las funciones ejecutivas por la edad, por poner un ejemplo). Esta comprensión permite ver las cosas desde una perspectiva muy diferente a la del vínculo establecido en la infancia. No obstante, el anciano/a nunca reconocerá en el hijo/a a un adulto pleno y siempre estará dispuesto a hacérselo saber con viejas actitudes, comentarios, comparaciones, minusvaloraciones, etc.

Finalmente es bastante común que estos “niño-viejos” transmitan a sus propios hijos e hijas este modelo de relación, así es igualmente frecuente que los propios hijos rechacen a estos padres y madres por inmaduros, inestables o poco fiables dado que, entre otros aspectos, suelen ser personas que no respetan los espacios y necesidades de sus propios hijos, son incapaces de darse cuenta de su evolución y maduración, muestran ceguera respecto de sus propias acciones y consecuencias y, tristemente, tienden a repetir lo que hicieron con ellos, perpetuando así el daño y manteniendo una dinámica circular que se retroalimenta a sí misma.

                                                                                  

Fdo. Ignacio G. Sarrió.

Doctor en Psicología. Psicoterapeuta.

Gladys Noemi Epulef

Estudiante en Universidad Nacional de La Plata.DINAPAM.S.A.G.G.Universidad de Santa Fe

1 año

Soy auxiliar Gerontologícas,estudiante de la licenciatura en gerontologia,me acabo de encontrar con esta situación disfuncional,en mi ámbito laboral,razón por la cual me retire considerando los límites ante mi rol,es.complejo,hijo que no ve la situación como tal y tampoco la madre obviamente viven en una simbiosis negativa de emociones que complica el entorno.Asi lo considere y me retire por beneficio de mi salud mental,todo no se puede y no somos para todos,saludos

sally torres

asistente salud en Las clinica del norte

3 años

Excelente!

Michele Minuto Martins Belmudes 🔱🧠🦋💚⚖️

Psicóloga Clínica, ABA, TEA, TDAH, TOD, S.Down, Acompanhamento Terapêutico, Hps e Psicoterapeuta Infantil, Adolescentes, Casais, PCD, Grupos, Adultos, Idosos. Atendimento Presencial @Vida Card Pelotas/RS!(53)999859533!

3 años

Gracias por compartir, Ignacio González Sarrió..👏👏👏 Buenas noches!

Martha O.

AT y Asistente Gerontológico

3 años

Muy interesante, clarísimo, gracias por compartir 🌷

Esther Roperti

Coordinadora Experto en psicodiagnóstico a través de pruebas proyectivas en Colegio Oficial de la Psicología de Madrid

3 años

Me gustó tu artículo Ignacio González Sarrió. Y me recordó, con otros términos pero en la misma línea el libro de Marie-Louise Von Franz Puer Aeternus.

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