El miedo a sobresalir: síndrome de Solomón

Competitividad, envidia. Los demás seres humanos son rivales. Individualismo. Lucha por ser el mejor. ¿El mejor de qué? ¿Qué significa ser el mejor?

Vivimos en una sociedad en la que la lucha entre seres humanos por lograr (y mantener) un puesto de trabajo, por ser titulares en un equipo deportivo, por encajar en un grupo, ha llegado a límites casi insostenibles. ¡Cuánta presión! Dejando de lado excepciones, que también las hay, el colectivismo y la solidaridad han dado paso al individualismo y a no pensar en los demás por los propios objetivos de uno.

En medio de esta lucha salvaje que es característica intrínseca del capitalismo imperante, se maldice el éxito de los demás. Porque si lo otros tienen éxito, yo no. Y aparecen fenómenos como el bullying, o el mobbing en el trabajo. Hay que aplastar las diferencias como sea. Conclusión: somos menos libres de lo que parece y estamos muy condicionados por el entorno y, en definitiva, por encajar. No vaya a ser que provoquemos que nos maltraten por sobresalir de entre los demás.

Esta lucha feroz por la supervicencia y por encajar en la sociedad es carne de cultivo del miedo. O al revés. No sabría decir si fue primero el huevo o la gallina. Miedo al rechazo. Y ante el miedo a no ser aceptados pueden hacerse muchas cosas, incluso menosvalorar nuestro potencial. En este contexto aparece el denominado y bien estudiado síndrome de Salomón.

ESCONDIENDO EL POTENCIAL

El síndrome de Solomón define a todas aquellas personas que con su conducta evitan sobresalir o destacar de entre los demás. Se ponen incluso obstáculos que no les permitan brillar entre un grupo. En otras palabras: se boicotean. Es una forma de “conformismo” con el entorno para poder tratar de encajar.

La primera vez que se habló de este estigma fue en 1951. Solomon Asch (de ahí el nombre) llevó a cabo un estudio con 123 jóvenes a los que les dijo que les haría una prueba de visión. En realidad estaban siendo sometidos a un experimento psicológico. El estudio consistió en juntar en una clase a siete alumnos compinchados con Asch. De repente, aparecía una octava persona en la misma aula, con la creencia de que iba a realizar la misma prueba de visión que el resto.

En el experimento, Asch les hizo una pregunta con una respuesta muy obvia, sin lugar para el error, sobre la longitud de unas líneas, y se las arregló para que el octavo estudiante tuviera siempre que responder el último. Los siete voluntarios cómplices tenían la orden de responder erróneamente.

El resultado fue revelador: solo un 25% de los participantes mantuvo su criterio todas las veces que les preguntaron. El resto se dejó influir y arrastrar al menos en una ocasión por la visión de los demás. Por no ir en contra de la mayoría. Una vez finalizado el experimento, los 123 alumnos voluntarios reconocieron haber distinguido perfectamente la solución, pero que no lo habían dicho en voz alta por miedo a equivocarse, al ridículo o a ser el elemento discordante del grupo.

DOS PUNTOS DÉBILES  

La existencia del Síndrome de Solomon pone en evidencia dos problemas. Por un lado, la falta de autoestima y la inseguridad de aquél al que le da miedo sobresalir y destacar, o simplemente ser rechazado en un grupo. En resumen, muestra la gran cantidad de personas que necesitan la aceptación de los demás para constatar su validez. Por otro lado, lo que ya hemos comentado: formamos parte de una sociedad que tiende a condenar el talento y el éxito ajenos.

INFLUENCIAS DE GÉNERO

No todo el mundo se conforma asintiendo como un zombi a lo que quieren los demás. Diversos estudios han constatado ya, como hemos comentado, que las personas con una autoestima más baja tienen tendencia a conformarse ante opiniones contrarias, con base en la necesidad de aceptación. También otros trabajos han indicado que la conformidad depende de la edad, y que los más jóvenes tienen más tendencia a conformarse que aquellas personas que superan la cuarentena.

También el género influye. Se han llevado a cabo varias revisiones y metaanálisis sobre conformidad y liderazgo en hombres y mujeres, y la conclusión general es que existen pequeñas diferencias entre ambos géneros. Estas diferencias se basan principalmente en la mayor preocupación por el estatus social que tendrían los hombres, lo que hace que sean más proclives a actuar con independencia de las opiniones de los demásLas mujeres, por el contrario, estarían más enfocadas en conectar con los demás y mantener la armonía de grupo.

En conjunto, esto significa que, al menos ante la observación de otras personas, los hombres tienden más a mantenerse firmes, actuar de manera independiente y negarse a conformarse, mientras que las mujeres son más propensas a ajustarse a las opiniones de los otros para prevenir la “violencia social”. Estas diferencias son menos evidentes cuando la conformidad ocurre en privado.

Es muy probable que estas diferencias entre géneros tengan mucho que ver con el papel otorgado a la mujer en la sociedad. Hoy día, tiene que demostrar mucho más que el hombre para lograr exactamente lo mismo que el hombre, desde reconocimiento a puestos de trabajo.

Fuente | El PaísPerson, Gender, and Cultural Differences in Conformity

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