EL MODELO INSULINA- CARBOHIDRATOS DE LA OBESIDAD ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?
¿La sobre ingesta produce obesidad? ¿La obesidad produce sobre ingesta?
Está demostrado que, en términos energéticos, una caloría, independientemente de su composición, es una caloría. Es decir, no es relevante si es de carbohidratos, lípidos o proteínas. De manera que, en el tratamiento de la obesidad, la restricción de la ingesta calorica debería funcionar para bajar de peso, independientemente del tipo de calorias consumidas, siempre que el balance energético sea negativo.
Sin embargo, es muy frecuente que las personas, al perder peso, incrementen su sensación de hambre y se disminuyan su gasto energético. Las adaptaciones fisiológicas subsecuentes, favorecen la recuperación del peso perdido.
El consumo de proteínas estimula la liberación de insulina, pero también la liberación de glucagón (una hormona que contrarresta las acciones de la insulina), mientras que los lípidos tienen muy poco impacto en los niveles de insulina.
Algunos estudios han reportado que los planes de alimentación bajos en grasas no producen espontáneamente una disminución de peso sostenida.
También se ha reportado que los planes de alimentación que incluyen alimentos con elevada densidad calórica en forma de grasas, por ejemplo, nueces, no se asocian a aumento de peso; mientras que los planes de alimentación que incluyen alimentos de elevado índice glucémico, si se asocian a aumento de peso.
A largo plazo la acumulación de depósitos de grasa se explicaría por la repetición de ciclos de elevación rápida de la glucosa en sangre, con la consecuente elevación de los niveles de insulina. La insulina se puede considerar una hormona del crecimiento, mas alla de sus efectos sobre la concentración de glucosa en la sangre.
De acuerdo con el “Modelo de Carbohidratos – Insulina de la Obesidad”, el consumo de alimentos de alto índice glucémico (es decir, que liberan rápidamente los azucares al torrente sanguíneo), produce un incremento en la liberación de insulina, lo que favorece el almacenamiento de energía en forma de tejido adiposo (grasa).
La insulina, al disminuir la concentración de glucosa en sangre, disminuye la disponibilidad de energía circulante, lo que incrementaría la sensación de hambre, independientemente del total de calorias ingeridas previamente (si bien en el Sistema Nervioso Central, la insulina funciona como un anorexígeno, es decir, como un inhibidor del hambre).
Este modelo, contempla la elevada disponibilidad de alimentos de alto contenido calórico en forma de azucares, que caracteriza a nuestra sociedad contemporánea.
No debe considerarse este modelo como un modelo suficiente para explicar la obesidad.
Por supuesto, no considera la utilización de los alimentos y la conducta alrededor de los alimentos en relación con las emociones o con el estilo del pensamiento.
Tampoco considera la experiencia corporal distorsionada, que caracteriza a muchos de los Trastornos de la Conducta Alimentaria.
Conviene enfatizar que la orientación nutricional dirigida a quienes padecen algún TCA debe considerar no solo el balance energético o la distribución de los nutrientes, sino también los pensamientos y emociones asociados a los alimentos y a la experiencia corporal. Si no se consideran estos puntos, es casi seguro que la intervención nutricional fracasara.
Se recomienda que el nutriólogo que realice intervenciones en estas personas tenga un conocimiento específico sobre los aspectos no nutricionales que modulan la ingesta de alimentos en quienes padecen algún Trastorno de la Conducta Alimentaria.
Lectura recomendada:
The Carbohydrate-InsulinModel of Obesity Beyond “Calories In, Calories Out” David S. Ludwig, MD, PhD; Cara B. Ebbeling, PhD. JAMA Intern Med. 2018;178(8):1098-1103. doi:10.1001/jamainternmed.2018.2933. Published online July 2, 2018.