El movimiento estudiantil chileno: reflexión teórica para comprender su origen y su perdurabilidad

PONENCIA XIII CONGRESO DE CIENCIA POLÍTICA UDD-CHILE

Dr. Máximo Quitral Rojas

UTEM

Presentación del problema

La presente ponencia corresponde a los resultados de la investigación sobre el movimiento estudiantil que surgió en el año 2011, movimiento que provocó las mayores movilizaciones de las que se tenga memoria desde el retorno a la democracia, superando las protestas convocadas por los estudiantes secundarios conocida como la “revolución pingüina” en 2006. 2011 fue un año en que proliferaron una serie de manifestaciones callejeras en el mundo, como los indignados en España, la Primavera Árabe u Occuppy Wall Street en Estados Unidos, lo que llevó a que fuera calificado como el año de las revoluciones (Fuchs 2012). Latinoamérica no estuvo ajena a ese proceso de movilización global, advirtiéndose que en Bogotá y en Sao Paulo también aparecieron movilizaciones estudiantiles simultáneas a lo ocurrido en Chile. El movimiento universitario chileno se ubicó dentro de esta tendencia mundial, observando ciertas características que lo convierten en un interesante caso de estudio, destacándose la creatividad en las acciones emprendidas, su vinculación con otras organizaciones sociales y su prolongación en el tiempo. Como punto de partida, esta investigación asume que el movimiento universitario (consolidado a partir de 2011) es un tipo de movimiento social, pues contó con alta participación de las bases estudiantiles, utilizó canales de difusión no institucionalizados, desarrolló estrategias de acción poco convencionales y logró perdurar en el tiempo, características todas que le permitieron constituirse en un sujeto colectivo y ser percibido como un actor social relevante.

De aquí surge la pregunta de investigación que guía este trabajo: ¿cuáles son los elementos que explican el origen y la perdurabilidad del movimiento estudiantil universitario?

Hipótesis

La hipótesis que guía la investigación propone que el origen del movimiento universitario se explica por los procesos previos de movilización estudiantil y el proceso de framing que hacen los estudiantes del estado subsidiario, en una coyuntura de cambio de partido en el gobierno que opera como catalizador de las movilizaciones universitarias. En tanto, la perdurabilidad del movimiento universitario está dada por la autonomía política desarrollada por sus dirigentes.


                 Entedemos estos ciclos de movilización como una serie de acciones colectivas desplegadas al interior del sistema político por actores movilizados, tendientes a acercar sus demandas hacia grupos sociales no movilizados; acrecentando los marcos de confrontación política y actualizando sus repertorios de acción colectiva. Estas movilizaciones se instalan como un antecedente generacional importante, pues los estudiantes que se movilizan en 2001 y especialmente en 2006 son quienes participarán de las movilizaciones de 2011, traspasando su experiencia movilizatoria y el enmarcado de la crisis del sistema educativo a los nuevos dirigentes universitarios.

En relación a la autonomía política, esta presentación sostiene que ésta se construye a través del tiempo dentro de un contexto político de alta estabilidad institucional, con partidos políticos muy institucionalizados, con baja valoración ciudadana y cerrados a nuevas demandas sociales. Además, como el estado ya no cuenta con las mismas herramientas políticas para desmovilizar y los partidos políticos pierden influencia dentro de los grupos estudiantiles, esta distancia entre estudiantes y partidos, da más libertad a los movimientos para plantear cuestionamientos de fondo a la institucionalidad política vigente (Garretón, 2011). Esta situación ayudó a aumentar la desconfianza entre los estudiantes y las coaliciones políticas, desconfianza que se instaló en el año 2006 y que recrudece durante el 2011, lo que explicaría la perdurabilidad del movimiento universitario de 2011. Desde la perspectiva de los universitarios, una de las razones de la caída de “la revolución pingüina” se debe a que los voceros de ese movimiento no contaban con una autonomía plena. En razón de ese aprendizaje es que la autonomía política se convierte en una fuerza política antagónica a los partidos políticos y la principal impulsora de demandas estructurales pospuestas por el estado. Con este cambio, el movimiento logró mayor independencia, alcanzó mayor capacidad de movilización y adquirió un mayor margen de negociación, producto de la distancia que se establece entre el movimiento universitario, los partidos políticos y las élites políticas (Somma y Medel 2017). Es importante remarcar que esta autonomía no es una expresión de desinterés político, sino más bien es la extensión de una nueva forma de hacer política fuera de los marcos tradicionales de representación (Retamozo 2009; Cárdenas y Navarro 2013).

En relación al framing sobre el modelo educativo desarrollado por los estudiantes, este también es un proceso de trayectoria larga y el cual se va perfeccionando en cada ciclo de movilización. Si bien esta crisis se focaliza en el proyecto educativo neoliberal nacido en dictadura y considerado un modelo reproductor de desigualdad, es imposible separarla de otras variables coyunturales complementarias que alientan a los estudiantes a movilizarse.

La interpretación del sistema educativo entendida como una crisis se agudiza con la elección de Sebastián Piñera y el consecuente cambio de partido en el gobierno, pues el nuevo presidente sería el representante máximo de una élite política y económica que delineó el sistema educativo a la luz de los principios del mercado. La derecha en el poder sería la personificación de esa crisis y la responsable de los problemas estructurales asociados a ella, llámense mercantilización, calidad de la educación, segregación e inequidad. Por tanto, la asunción de Piñera al gobierno se convierte en una oportunidad política para la movilización y para el fortalecimiento de la organización universitaria.

Para comprender de mejor forma el origen y la perdurabilidad del movimiento universitario, resulta importante mirar cómo distintos enfoques estudian los movimientos sociales. Dentro de esos enfoques se destacan la teoría de movilización de recursos (Olson 1965; Oberschall 1973; MCcarthy y Zald 1973; Tilly 1977), el enfoque de la estructura de oportunidades políticas (Kriesi 1996; Tarrow 1994; Tilly 1977) y la teoría de nuevos movimientos sociales (Touraine 1987; Offe 1992; Melucci 2010). Todas ellas se diferencian entre sí por los tipos de contextos políticos en los cuales aparecen los movimientos sociales o por las diversas formas en que se organizan los actores sociales.

Al que igual que los estudios de los movimientos estudiantiles latinoamericanos, la mayoría de los trabajos sobre el caso chileno analizan las variables que explican el origen del movimiento universitario de forma separada, prestándole poca atención al proceso histórico que los moldea y desatendiendo los factores que explican la perdurabilidad del movimiento. La excepción en esta materia se encuentra en el estudio de Donoso y Von Bülow (2017), trabajo que relaciona las variables endógenas y exógenas que inciden en el aumento de los niveles de protestas y que esboza la idea que el crecimiento de la autonomía de los movimientos estudiantiles refuerza el aumento de los ciclos de protesta.

La diferencia de este trabajo con el nuestro es que creemos que no solo la movilización de 2006 se constituye en un elemento central para la constitución del movimiento universitario de 2011, sino que las movilizaciones ocurridas entre 1990 y 2001 también ayudan en su conformación. Junto a ello, el desarrollo de la la autonomía política es clave para explicar la continuidad del movimiento, encontrando en estas características un aporte para el estudio de los movimientos estudiantiles. Es decir, para alcanzar una mayor comprensión de las razones por las cuales los estudiantes se movilizaron, resulta necesario combinar variables coyunturales y estructurales (que consideren el diseño educativo que propuso la dictadura cívico-militar entre 1980 y 1990 y su impacto en el sistema educativo chileno) con el legado de las movilizaciones estudiantiles previas al 2011.

En relación a la autonomía política, si bien los textos consultados suelen hacer referencia a ella, no se analiza como factor de perdurabilidad del movimiento, sino más bien como una característica identitaria de los movimientos sociales. El ciclo de movilizaciones desplegadas por los estudiantes entre 1990 y 2006 se transformaron en momentos de aprendizaje y de herencia política para los dirigentes estudiantiles de 2011, que permitieron al movimiento estudiantil comprender el funcionamiento del sistema educativo bajo la construcción de marcos de interpretación política más elaborados. Además, el movimiento universitario de 2011 heredó de las movilizaciones previas las demandas pospuestas, nuevos mecanismos de organización y una incipiente contrucción de crisis en la educación, a la vez que renovó los repertorios de acción colectiva y mejoró sus mecanismos de negociación.

Ese aprendizaje influyó en el crecimiento al interior del movimiento universitario de 2011 de la autonomía política, que buscó repetir vinculaciones partidarias que condicionaron la efectividad de las movilizaciones previas en el debate público, pues los dirigentes que lideraron esas movilizaciones negociaron con la autoridad central en función de sus vínculos partidarios y no cómo las bases estudiantiles lo habían establecido. Muchos de los voceros que participaron de la “revolución pingüina” estuvieron estrechamente vinculados a partidos políticos, cuestión que los hizo perder autonomía y posibilitaron el debilitamiento del movimiento estudiantil.

Sostenemos, entonces, que resulta imposible despreocuparse de los anteriores procesos de movilización desplegados por los estudiantes, ya que existen continuidades y rupturas con el movimiento universitario aparecido en 2011, las que fueron fundamentales para la proyección de este movimiento. La observación de esas continuidades y rupturas se detectó en las entrevistas realizadas para este trabajo así como en los documentos y archivos consultados para esta investigación, los cuales mostraron que las movilizaciones pasadas jugaron un papel central en la fisonomía del movimiento universitario de 2011.

Las negociaciones entabladas por los estudiantes en movilizaciones anteriores resultaron desfavorables para los intereses estudiantiles. En la lectura de los estudiantes universitarios de 2011, una razón de esos fracasos parece haber sido la poca autonomía política de los dirigentes estudiantiles respecto de los partidos políticos tradicionales. Los escasos logros de las movilizaciones previas (en términos de política pública) operaron como un mecanismo de aprendizaje político para el movimiento universitario, llevando a que éste planteara la cuestión de la autonomía como estrategia de organización y negociación, lo cual redundó en una mayor perdurabilidad del movimiento.

En resumen, en este trabajo el origen del movimiento universitario se explica por los procesos previos de movilización estudiantil y el encuadre de crisis del sistema educativo que hacen los estudiantes, en una coyuntura de cambio de partido en el gobierno, mientras que su perdurabilidad se explica adicionalmente por la autonomía política desarrollada por el movimiento universitario.




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