El nuevo caos organizado

El nuevo caos organizado

Que el pobre consiga riqueza,
que los apenados encuentren la alegría.
Que el abandonado halle una nueva esperanza, prosperidad y una estable felicidad.
Que el asustado deje de temer, y que los esclavos sean libres.
Que los débiles encuentren la fuerza, y que la amistad una sus corazones.

En la era donde la información fluye de manera indómita y donde la misma encuentra al hombre, en cierto modo nos ha hecho creer que nos hace el hecho de estar más informados nos hace más sabios, en una sábana cual velo que no hace mas que nublar el entendimiento. Leer más, no significa saber mas. Estamos a merced de un mundo que cree entender y conocer la realidad, la cual no es justamente lo que ve.

Gobiernos del mundo por primera vez organizados bajo consejos de científicos expertos en virología, determinando la manera de comportarse ante una pandemia que atenta la vida, sembrando el miedo y el dolor. No es más que una forma de contar con un caos organizado que administra a través de estas directivas las vidas de sus ciudadanos, con el simple poder de la palabra “cuidado”.

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Cuidado se disfraza de protección. Intentan decirnos que son ellos quienes nos protegen. La segunda acepción de la Rae para esta palabra es justamante:

 Acción de cuidar ( guardar, conservar, asistir)

Nos protegen pero esta palabra también sirve para estar aletarnos, la misma palabra que hoy intenta decirnos que nos encontramos bajo un régimen de protección, sirve para adevertirnos de una realidad, esa descritpta detrás del velo.

Recelo, preocupación, temor. Utilizada para amenazar o para advertir la proximidad de un peligro o la contingencia de caer en error.

Es necesario saber y comprender lo que está pasando. Nada más fácil de dominio que el poderío de sojuzgar por medios pacíficos un aislamiento social y destrucción económica de miles de actividades afectando a millones de ciudadanos. El caos habla de todo lo que no pasa bajo el argumento de protección ya sea económica, natural o ecológica. En realidad, el gran estado se encuentra protegiendo otros intereses y no el de sus ciudadanos.

Esta pandemia ha revelado el mayor de los egoísmos del hombre y sus gobiernos, y es justamente el desarrollo de aquellos sistemas de salud que están indispuestos para cuidarnos. En todos los países, aún en los más desarrollados, ha colapsado el sistema de salud y todo lo relacionado para los habitantes de todas las clases sociales; dejando al desnudo la ausencia verdadera importancia y el auténtico significado que resguarda la palabra cuidado.

Está claro que un mundo donde la vida de un niño es considerada nada, o la de un anciano suficiente, el mundo está priorizando ideas perennes de pensamiento de otras cosas. Esas cosas que se quieren ocultar con un caos organizado.

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¿Qué provoca un caos organizado?

Primeramente la necesidad de sentir miedo. El hombre se enfrenta no solo a sí mismo, sino a la violencia que provoca en el interior de estar amenazado de muerte simplemente por mantener un contacto, por respirar. Salir en masa a hacer frente a este delirio, puede suscitarse en un suicidio, pero nos lleva a preguntarnos entonces ¿Por qué tan intranquilos ante la posible amenaza de algo que mata y no mata?

Si los cuidados de sanitización, el barbijo y la distancia alcanza, entonces por qué estar encerrados, sometidos a la voluntad de un estado que ha cortado ya no con privilegios de vida como podría haber sido el turismo o los viajes, sino más bien aquello a lo que la vida cotidiana ofrece.

Entonces aparece un mundo que otorga las herramientas para comprender lo que sucede a su alrededor y nubla más aun la vista del juicio con el cual ve la realidad. Ciegos y todo asomamos a la vida seguros de que sabemos lo que pasa, que vemos nuestro presente con la claridad que nos brinda un amanecer de pleno verano, pero que en realidad, no es sapiencia, es entendimiento de algo que nos dicen y no alcanza.

Estados dispuestos a complotar a fin de organizar a un mundo temeroso y caótico, no es más que un autoritarismo enmascarado de terror y del peor de las dictaduras. El lobo vestido de cordero, hambriento de poder y de voraz control sobre el individuo, ha logrado doblegar el valor más preciado para obtener la libertad, la razón.

Nublando la inteligencia del hombre a un punto extremo donde el engaño de que el entendimiento es lo mismo que la sabiduría, los gobernantes de este mundo han conseguido emparejar de una manera magnífica a un basto mundo con una misma bandera de indignidad. La del sometimiento pacífico y moderado, subyugado por un Estado que nos cuida y resguarda.

Y es aquí donde surgen los verdaderos liderazgos, aquellos que se animan a romper con el status quo que nos quieren imponer, quienes se atreven a entender y leer los verdaderos factores que conducen a leer una narrativa ideada de un ambiente enrarecido y agobiado por ideas netamente mundanas.

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Los líderes de esas crisis, serán aquellos que se atrevan a desafiar esta realidad, de modo tal que logren contagiar en otros la verdadera información, enseñando a su vez a contar con la perspectiva suficiente de enseñar, para aprender en verdad. Pasar de la interpretación a la sabiduría requiere de mucha humildad. Es reconocer que no sabemos, que somos ignorantes, que debemos aprender. Sobre todo que nos están quitando lo más sagrado del individuo de este mundo, que es la libertad, y no justamente la de elección, sino más bien la de pensamiento, la de elección, la de contar con la verdadera información.

El mundo clama por líderes que eleven al individuo, no que continúen con su sojuzgamiento personal, económico e individual. Ir hacia un mundo con mayor empatía, que vuelva a comprender que el otro es mi complemento y que juntos somos más. Un mundo colaborativo para construir un nuevo mundo, donde las expectativas estén puestas en el ser y no en el tener. En el amar y no el de querer. En el de vivir, y no el de sobrevivir.

Porque justamente se hombre que cree entender, no sabe nada, ni siquiera la importancia del tránsito en este mundo y mucho menos del sentido de la vida, y por qué no, de la muerte.

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