El Optimismo en el S&P 500

El Optimismo en el S&P 500


El mercado bursátil americano está en una racha histórica. El S&P 500 está a punto de alcanzar los 50 billones de dólares en capitalización de mercado por primera vez en la historia, lo que lo convierte en el centro de atención. Desde su punto más bajo en octubre de 2023, ha subido un asombroso 40%, y solo en 2024 ha aumentado un 23%, marcando el mejor desempeño de la década en lo que va del año. Pero, ¿qué hay detrás de este repunte tan notable en medio de una serie de factores geopolíticos y económicos que parecerían sugerir lo contrario?

No se puede ignorar la atmósfera de incertidumbre global. La guerra entre Rusia y Ucrania sigue en curso, la situación en el Medio Oriente es inestable, y en Estados Unidos, el resultado de las elecciones presidenciales sigue siendo incierto; sin embargo, en medio de todo esto, el mercado parece imperturbable, continuando con claras apuestas alcistas. El posicionamiento neto largo de los inversionistas en futuros de acciones estadounidenses ha alcanzado un récord de aproximadamente 290 mil millones de dólares, duplicando los niveles desde el inicio del año y superando por mucho los picos anteriores de 2018 y 2020. Además, el porcentaje de activos financieros que los hogares americanos tienen en acciones alcanzó un récord del 41.8% en el segundo trimestre de 2024. Esto refleja una confianza casi sin precedentes en la bolsa americana.


¿Estamos ante una burbuja?

La pregunta natural que muchos podrían hacerse es si este nivel de optimismo marca el comienzo de una burbuja, como tantas veces ha ocurrido en la historia de los mercados financieros; sin embargo, la situación actual tiene fundamentos que, al menos en parte, justifican el avance del mercado. Lo que realmente está moviendo las fichas es una sincronización global de los ciclos monetarios, algo raro pero poderoso. Tanto Estados Unidos como China, las dos economías más grandes del mundo, están estimulando sus economías mediante políticas fiscales y monetarias. En septiembre de 2024, se registró el mayor número de recortes de tasas de interés a nivel mundial desde la crisis del COVID en abril de 2020, lo que ha proporcionado una inyección masiva de liquidez.

Un elemento clave aquí es que las economías no están mostrando señales claras de un hard landing como se le dice. En Estados Unidos, por ejemplo, el índice de sorpresas económicas de Citigroup se encuentra en su nivel más alto desde abril, lo que sugiere que la economía ha resistido mejor de lo esperado. Aunque algunas economías, como la alemana, ya podrían estar en recesión, la perspectiva global no es del todo tan mala. De hecho, el paquete de estímulo anunciado recientemente en China, aunque no será un cambio radical para su economía, sí podría beneficiar el crecimiento global, especialmente en los mercados emergentes (y esperemos que en Perú también).

En cuanto a las ganancias corporativas, las expectativas suelen ajustarse a la baja antes de cada temporada de resultados, pero el impulso sigue siendo positivo. Se espera que las empresas globales logren un crecimiento de ganancias de altos dígitos para 2025, lo que respalda la idea de que la economía y los mercados de acciones aún tienen espacio para crecer. Los márgenes de las empresas están en niveles récord y muchas de ellas siguen generando enormes cantidades de flujo de caja libre, lo que ha alimentado la recompra de acciones y mantenido elevadas las rentabilidades sobre el capital (ROE).


Entonces, ¿qué tan vulnerable están los mercados?

Aunque los fundamentales parecen sólidos, sería imprudente dar por hecho que el mercado es invulnerable. Existen riesgos significativos que podrían desencadenar una corrección. En primer lugar, aunque el escenario base apunta a un aterrizaje suave de la economía global, no se puede descartar un hard landing, que históricamente ha comenzado con un aterrizaje suave ("soft landing"). Un ejemplo es el llamado "efecto J", donde la desaceleración de la economía comienza lentamente, pero se acelera una vez que el mercado laboral comienza a deteriorarse.

Por otro lado, los mercados podrían estar anticipándose demasiado a la cantidad de recortes de tasas que la Reserva Federal podría estar dispuesta a implementar. Si la inflación resurge inesperadamente, la Fed podría verse obligada a detener su ciclo de flexibilización monetaria, lo que impulsaría nuevamente los rendimientos de los bonos y pondría presión sobre las valoraciones de las acciones. Un escenario de "no landing", en el que la economía no se desacelera lo suficiente, podría ser particularmente dañino.

Además, el elevado nivel de exposición de los hogares estadounidenses a los activos financieros, actualmente en 4.3 veces el PBI de Estados Unidos, es un factor preocupante. Cualquier retroceso severo en el mercado de valores podría tener un impacto significativo en la confianza del consumidor, que representa el 80% de la economía estadounidense. Esto podría llevar a una contracción del gasto y, en consecuencia, afectar el crecimiento económico.

No se puede ignorar tampoco el riesgo de una "explosión fiscal". En Estados Unidos, el déficit presupuestario se mantiene en un 6% del PBI a pesar de estar en pleno empleo, una situación sin precedentes. Con una deuda que supera el 100% del PBI, la sostenibilidad fiscal está en duda, especialmente si las tasas de interés se mantienen altas. Los inversionistas podrían eventualmente exigir rendimientos más altos por los bonos del gobierno, lo que aumentaría los costos de endeudamiento y podría desencadenar una crisis de deuda lo cual sería cosa seria.


¿Qué significa esto para la asignación de activos?

Con todos estos factores en juego, la asignación de activos para el futuro inmediato requiere una atención bastante cautelosa. A medida que la Fed continúe con su ciclo de recortes de tasas, es probable que estos sean graduales, con reducciones de 25 puntos básicos en cada movimiento, siempre que la inflación y el desempleo no sufran cambios inesperados. Este panorama es favorable para los activos de riesgo, pero con las valoraciones en niveles elevados, especialmente en los mercados desarrollados, se justifica la cautela.

De hecho, aunque el mercado mantenga una preferencia por las acciones sobre los bonos, no es prudente aumentar la exposición en este momento. A nivel geográfico, la perspectiva para las acciones de la Eurozona se ha deteriorado, debido al debilitamiento de factores macro, mientras que los mercados emergentes han mejorado gracias a los estímulos en China y un mejor panorama de ganancias.

En cuanto a los bonos, el mercado sigue favoreciendo (al menos en términos de flujos) aquellos con vencimientos de entre 1 y 10 años, evitando los de mayor duración.

Y para la diversificación, siempre es bueno mantener otros activos alternativos como commodities, hedge funds y private equity.

El panorama actual es complejo, pero en mis 11 años de experiencia en los mercados financieros siempre lo ha sido. A pesar de los riesgos latentes, el mercado sigue encontrando razones para avanzar; sin embargo, no debemos olvidar que la historia ha demostrado que los periodos de excesivo optimismo pueden volverse rápidamente en nuestra contra. ¿Qué nos deparará el futuro? Solo el tiempo lo dirá.


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