El Orgullo Fatuo de los Mexicanos en la Figura de su Presidente

El Orgullo Fatuo de los Mexicanos en la Figura de su Presidente

Por José Angel Lagos-Jiménez -Periodista/Editor The City Newspaper-

RESIDENCIA DE LOS PINOS, México D.F.– (Especial para The City Newspaper) ¿Orgullo de qué, para qué y por qué? Esas son las tres preguntas en una, que le formulamos a los mexicanos, siempre orgullosos y nunca sabemos “por qué,” uno de los países con mayores problemas alrededor de la Tierra, quizás en las mismas “ligas” de la India y un poco mejor que Somalia, donde el hambre, la pobreza, la población que crece sin detenerse hasta márgenes insospechados e inconcebibles; la segregación de los indígenas, la discriminación y humillación de la mujer, la riqueza en unas poquísimas manos y dos camarillas que se reparten, se intercambian y se suceden en el poder, es parte del caos infrahumano que sufren los mexicanos, sin tomar en cuenta el “otro poder” que los gobierna a sangre y fuego y que proviene del sicariato, el brazo armado del espantoso narcotráfico que tiene a México por la garganta desde hace décadas. Por eso volvemos a preguntar: ¿Tienen los mexicanos algo por qué sentirse orgullosos?

           Ciertamente tienen un país grande territorialmente (extenso para ser más precisos), pero siempre han sido incapaces de ponerlo a producir, sembrarlo de punta a punta, extraer sus recursos minerales (petróleo y plata), para saciar el hambre de sus habitantes y lo más importante, repartir equitativamente las tierras a los campesinos y aborígenes, quienes tienen que emigrar a las populosas ciudades, detrás de un sueño que nunca llega y se desvanece apenas se topan con los pocos hombres blancos que les cierran las puertas hacia las oportunidades. Eso es México y más, el país de las telenovelas y los cantantes que, al ver que su fama decae (su endeble fama impulsada por TV Azteca y Televisa), optan por llamar la atención declarándose homosexuales (como en el caso de Verónica Castro y demás lesbo-amigas).

           Lo cierto es que, no más llegando al aeropuerto Benito Juárez de esta ciudad, vas observando la enorme desproporcionalidad social que existe en esta nación que, paradójicamente, se siente también orgullosa porque su Capital acusa una cifra record de población, capaz de competir con Brasil, China, la India y otros países a los que sus habitantes se “han disparado” hasta márgenes ingobernables y preocupantes. Y es que nunca jamás, y en ningún caso, la explosión demográfica ha sido positiva, sino más bien ha sido una razón para preocupar a las autoridades, a los sociólogos y demás observadores, por todos los problemas que trae consigo.

           Y no debemos “dejar en el tintero” el hecho de la galopante corrupción del mexicano que comienza en la cabeza, en sus gobernantes, y termina en el pueblo raso y adquiere todas las formas posibles, desde que te roban en el puesto de comidas en las calles, hasta el ex presidente de la República que se ha robado billones de dólares y ahora anda en fuga por el mundo. México es el país de la corrupción, donde “sería oportuno institucionalizarla (o legalizarla)”, según nos comentó en una ocasión un conocido.

           Pero los mexicanos se sienten superiores a todo: llaman a los centroamericanos “changos” (monos), por nuestra apariencia física; empero, no se fijan en ellos mismos y sus fuertes rasgos precolombinos que los asemejan más al hombre primitivo que al moderno; alardean que tienen un territorio capaz de abarcar a toda Europa occidental, pero no ven el hambre que sufren márgenes importantísimos de su pueblo, porque ese territorio no lo hacen producir y, en su defecto, tampoco lo desarrollan mediante carreteras, alumbrado eléctrico, agua potable, buena hotelería ni otros aspectos que lo hagan comparable ni en mínima instancia con los países más pobres de Europa (si los hubiera). En otros términos, la miseria se da la mano con México y los mexicanos la abrazan y la hacen suya desde que tenemos memoria.

Al grano

           El anciano (y corrupto para mejores señas), llamado Andrés Manuel López Obrador –pues gusta que lo llaman por su nombre completo-, se niega a colaborar con el nuevo gobierno estadounidense de Joe Biden y ha dado un portazo en las narices a una comitiva oficial que la Casa Blanca ha enviado a Los Pinos para dialogar y poner un coto al difícil problema de la emigración descontrolada que parte desde América Central y de México mismo, hacia los Estados Unidos.

           Llama la atención este desdén –peligrosísimo para las relaciones bilaterales, pues México depende en un 99,9 por ciento de los Estados Unidos, en todo sentido-, porque López era un solícito colaborador del anterior mandatario norteamericano, Donald Trump, y estaba siempre anuente a darle el “sí”, cuando aquel le pedía hasta lo mínimo. Pero, en aquel caso, López Obrador le tenía terror al demente Trump y sabía que habría consecuencias inmediatas negativas, si se le enfrentaba al “yanqui”; pero con Biden ha sacado a relucir su orgullo fatuo (esto es, sin fundamento real alguno), y ha rechazado a la comitiva.

           La prensa internacional lo resume de esta manera, textualmente: “A pesar de haber enviado una delegación de alto nivel a México a tratar de extraerle a los vecinos del sur cooperación para contener la crisis migratoria, Joe Biden se ha topado con una sorpresa inesperada: la acrimonia de Andrés Manuel López Obrador, quien no esconde su desdén por la nueva Casa Blanca.” De manera paralela, ha soltado su verborrea cansina, lenta, adormiladora, según su modo de expresarse, y ha atacado a Washington de la misma forma como lo hace con España, en su habitual conferencia de prensa de los martes y ha dicho el presidente de los mexicanos que “México no es una colonia. No aceptamos visitas de supervisión. Si no somos colonia, no somos protectorado. México es un país independiente y soberano (esto que se lo diga a los narcotraficantes, quienes son los verdaderos dueños de este país). Siempre imaginan –continuó-, que van a venir de Estados Unidos a regañarnos o que nosotros entramos en componendas, negociaciones indignas. Se equivocan.” Puntualizó sin acordarse de que la Casa Blanca se asemeja a la fábula del león con el ratón: le bastará mover el dedo chico de su pata para acabar fácilmente con el roedor, en este caso el gobierno mexicano y su petulancia.

           El grupo negociador enviado por el presidente Biden, está conformado por Roberta Jacobson (craso error haber enviado a una mujer a un país machista en el caso de México, pues ello hubiera humillado a López Obrador al tener que dialogar con un ser inferior, en el ejemplo de la mujer); el encargado de Latinoamérica y el Caribe en el Consejo de Seguridad Nacional, Juan González; y el recién nombrado enviado especial para el Triángulo Norte de Centroamérica (conformado por Honduras, Guatemala y El Salvador), Ricardo Zúñiga. A pesar del rechazo y el infantilismo del anciano López Obrador, se reunieron en Ciudad de México con el canciller Marcelo Ebrard, para analizar la problemática del creciente fenómeno migratorio, al que Trump le encontró “una solución” muy a su estilo: construir un enorme muro intrafronterizo, que nunca pudo concretar. Pero el problema se puede agudizar para México que se ha puesto en la posición del ratón frente al león, alzando sus chillidos tratando de impresionar y asustar al gran felino, sin tomar en cuenta cuál de los dos tiene el verdadero poder, porque la Casa Blanca ha condicionado el envío de 2,5 millones de vacunas de AstraZeneca a México, a cambio de que el gobierno mexicano la ayude en el engorroso tema de la inmigración. Es por eso que “el matonismo” provenido de la fatuidad de su arrogancia, no es nada más que una pose suicida de parte de Obrador, que podría dañar a millones de mexicanos frente a la mortandad que está causando el covid chino.

Con Trump, la analogía de la mujer que teme a su compañero violento

           Al ver la pose estúpida y engreída de Obrador contra Biden, recordamos su relación con Donald Trump, que, según el psicólogo consultado por este periódico, Robert Zacarías, se asemeja mucho “a la mujer aterrorizada por su compañero (amante o esposo), quien es violento y hace con ella lo que le place y la pobre mujer siempre está anuente a obedecer hasta los mínimos caprichos de su contraparte.” Así era Donald Trump (siempre violento), frente a un López Obrador (en el papel de la pobre mujercilla), que, si no obedecía, le podría caer encima una descomunal golpiza.

           Recordamos que en una visita de Obrador a la Casa Blanca le dijo a Trump, delante de todos los periodistas ahí reunidos: “Usted no nos ha tratado como colonia (el siempre cansador y necio tema en la boca de López Obrador); al contrario… ha honrado nuestra condición de nación independiente. Por eso estoy aquí, para expresar al pueblo de los Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto (¿?). Nos ha tratado como lo que somos: un país y un pueblo digno (¿?), libre (¿?), democrático (¿?) y soberano (¿?).” Vemos que todos los adjetivos que utilizó Obrador en esa oportunidad, no pueden endilgárseles a México en modo alguno, pues son imprecisos en la realidad diaria de esa nación.

           Sin embargo, la realidad que prevaleció en esas relaciones presuntamente “amistosas” entre Trump y el mexicano, fue el abuso descarado y grosero de parte del “gringo”, quien le devolvió a Obrador a los inmigrantes “en caliente y sin papeles,” cuando estos esperaban, estacionados en la frontera mutua, que las Cortes de Justicia estadounidenses les permitieran entrar a los Estados Unidos. Y las detenciones llegaron a un número exorbitante de 851,508 centroamericanos, en el 2019, y fue la pandemia enviada desde China la que amainó con ese procedimiento. Así según el prestigioso centro de estudios Pew. Es decir, a Trump le bastaba mirar fijamente a los ojos de Obrador, para que éste se hincara en señal de obediencia y le complaciera hasta en las peticiones más abyectas que a aquel se le ocurrieran, de acuerdo a sus interminables caprichos.

           Pero Manuel López Obrador, actuando como la misma mujer que se acostumbra al maltrato de su compañero agresor y abusivo, no le ha gustado el humanismo del nuevo mandatario estadounidense, Joe Biden, quien se ha dado a la tarea de eliminar varias de las leyes salvajes emitidas por Trump. Por ejemplo, firmó una serie de decretos para deshacer algunas de las medidas migratorias más polémicas creadas por Donald Trump, como la que permitía devolver a los niños “en caliente” y que habían ingresado unos pocos metros en territorio de los Estados Unidos. Ahora se les trata con humanidad y se les proporciona hospedaje y alimentación del lado estadounidense. “Desde entonces, los menores sin acompañar han ido llegando a miles”, han dicho varios congresistas que han visitado los centros de detención ubicados en Texas. Hasta marzo de este 2021, la cifra de estos menores alcanzaba el record de los 17 mil.

           Y es que las leyes que Donald Trump intentó cambiar a la fuerza, indican que “el sistema de asilo de los Estados Unidos permite a quienes lo soliciten que pueden esperar una decisión dentro de USA (y), a los seis meses, pueden trabajar (…).” Al republicano dicha ley le resultaba intolerable y luchó por pisotearla y eliminarla lo más pronto posible.

           Para finalizar, es oportuno destacar que Joe Biden ha ofrecido a los inmigrantes una amnistía, especialmente a quienes hayan ingresado a los Estados Unidos antes del 1 de enero del 2021; y ha repetido incansablemente a las personas centroamericanas que quieran tomar la ruta suicida, a pie, hacia los Estados Unidos, atravesando todo México, que “no lo hagan, porque la frontera sigue cerrada.” El tono actual de la Casa Blanca es humanista, gentil y culto; el de antes era prepotente, crudo y amenazante; pero a López Obrador, igual a la mujer masoquista que se acostumbró a los golpes de su marido, le parece mucho mejor la rudeza de antes que la gentileza de ahora. Cuestión de gustos y del diván de un psiquiatra, donde podría recostarse el mandatario mexicano para que siga entonando su eterna canción de que “México no es una colonia.” Y, ciertamente no lo es, porque ahora pertenece a los cárteles de la droga. Punto final.

           

 

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