El perdedor está solo
Soy un gran aficionado a la gran mayoría de los deportes en general y al futbol en particular. Fui jugador de futbol desde mi adolescencia hasta que terminé la carrera y jugué en categorías provinciales y universitarias, y también fui corredor de fondo, por lo que se que el deporte, sobre todo el no profesional, está lleno de valores, y que la vida, a veces es como un deporte.
Los valores de respeto, altruismo, solidaridad, equilibrio, coraje, esfuerzo, responsabilidad y dominio de sí mismo que se aprenden en el deporte serian una buena preparación para tener éxito en esta carrera que llamamos la vida.
Pero en el deporte, como en la vida, pocas veces se gana. En realidad de los muchos deportistas o equipos que compiten en cualquier torneo profesional o aficionado, solo uno alcanza la victoria. Luego las posibilidades de ganar, aún habiendo preparado a fondo la competición, son muy escasas.
Decía John Fitzgerarld Kennedy que "todos somos padres de los éxitos, pero la derrota es huérfana". Nadie se acuerda del que pierde. De ahí la soledad del perdedor. Por eso debemos aprender a saber perder, aprender de esa derrota, valorarla y sacar unas conclusiones para seguir creciendo en el deporte y en la vida.
La derrota puede ser una gran lección. Lo que para muchos es un fracaso, para otros es una oportunidad de aprendizaje. Aceptar la incertidumbre nos permite mejorar y crecer.
La derrota nos permite ver con claridad lo que el éxito nos oculta. Nos ayuda a valorar lo que realmente importa y a apreciar bien las pequeñas victorias que alcanzamos.
La derrota nos recuerda que no todo se puede lograr. es la base sobre la que se construye el principio de realidad. Reconocer nuestras limitaciones nos hace más humano y nos ayuda a apreciar más los logros por pequeños que sean.
La derrota nos pone a prueba y nos enseña a ser resilientes. Aprender a levantarnos después de una caída es fundamental para seguir enfrentando los desafíos que nos pone la vida.
La derrota no es un fin sino una oportunidad para reinventarnos, aprender de los errores y seguir adelante. como decía Nietzche " Lo que no mata, me hace más fuerte".
Perder es fundamental para el crecimiento personal porque nos enseña lecciones valiosísimas que no podríamos aprender de otra manera: aprendemos a aceptar nuestras limitaciones, a ser humildes y sencillos, a valorar el esfuerzo y la perseverancia, a reconocer la superioridad y la valía de los demás... Además nos brinda la oportunidad de reinventarnos, de explorar nuevas estrategias y de descubrir nuestras fortalezas ocultas. Al superar los obstáculos y aprender de nuestros fracasos nos convertimos en personas más seguras de sí mismas, mas resilientes y capaces de enfrentarnos a cualquier desafío de la vida. Nos convertimos en versiones más maduras y fuertes de nosotros mismos.
Ser humildes es fundamental para nuestro crecimiento personal. Debemos enfrentarnos y reconocer nuestras limitaciones y debilidades. esto nos obliga a reconocer que no somos invencibles y que siempre hay margen para mejorar cada día, al ver nuestros fallos y a aprender de ellos. Nos ayuda a ser más comprensivos y compasivos. Podremos entender mejor el dolor y la frustración que sienten los demás cuando pasan por situaciones similares a las nuestras. Nos volvemos más empáticos, lo que nos permite relacionarnos de una forma más cercana y provechosa con las personas, desarrollando actitudes solidarias y colaborativas.
La vida social en la actualidad, sobre todo en las ciudades, generan una competencia terrible, y es muy fácil escuchar adjetivos como " perdedor" o "fracasado", que están entre los más hirientes que se les puede decir a cualquier persona, por lo que es más fácil sentirse un fracasado o inútil.
Muchas veces el miedo al fracaso se origina en un miedo a ser juzgados y a perder el respeto y la estima de los demás. Aunque los demás nos puedan servir de mucha ayuda para salir adelante y para hacer cosas importantes en tu vida, ten en cuenta que habrá personas que dejen de confiar en ti y en tus capacidades y dudarán de que puedas salir de tu fracaso o derrota. Hay que mantener cierta distancia con esas personas negativas. Separa tu derrota de tu identidad. Solo porque no hayas encontrado una forma de ganar, no significa que seas un fracasado.
Deberíamos tener claro a donde nos dirigimos, cuales son nuestros objetivos y metas, aunque hay diferencias entre uno y otro. Las metas son mucha más amplias y con límites difuminados e imprecisos. Los objetivos son concretos, medibles y a los que se puede hacer un seguimiento a lo largo del proceso.
Cuando nos vamos haciendo mayor solemos hacer un balance existencial: haber y debe, cuadrar la caja, recuento de como han ido los objetivos que teníamos por delante y que cada parte nuestra rinda cuenta de su viaje. A veces no salen las cuentas, porque el ser humano siempre está descontento y cualquier análisis de su vida que haga es casi siempre negativo.
Cada persona adulta debe resolverse sus propios problemas con su talento y una gran actitud en su conducta. Ser fuertes consiste en soportar y resistir las adversidades con firmeza, serenidad, con ganas de vencerlas y superarlas para después darles la vuelta y seguir adelante más fortalecidos y seguros.
Ser maduro es haber superado las heridas del pasado e ir cerrándolas y a la vez trabajar en su propio proyecto de vida con orden y constancia. La vida suele ser un resultado de lo que hemos ido haciendo con ella. Para mi lo importante no es tener una gran longevidad, lo esencial es que los años que me queden de vida los pueda vivir en profundidad, con hondura y satisfacción. Lo que se llama sentirse vivo y útil.
Mi vida es más plena si está llena de amor, en sus múltiples acepciones, y compartirlos con los que te rodean. También lo es si soy dueño de mi mismo, que es ser tu conductor a lo largo del camino elegido, siendo fiel a mi mismo y mis principios.
Todo esto nos llevará a ser un poco más felices. La felicidad es la ley natural del humano. Todo el mundo aspira a ella, pero en el mundo de hoy la hemos reducido a seguridad, dinero, bienestar, posesiones, nivel de vida... Cuando la verdadera felicidad, para mi, es hacer algo que merezca la pena con mi vida y ayudar a los demás a encontrar dicha felicidad. Para ello debemos trabajar nuestras tres caras y perfeccionarlas puliendo sus defectos: Lo que pienso que soy (autoconcepto), como los demás me ven (imagen) y lo que realmente soy ( la verdad de mi mismo), no equivocándose en las expectativas, saber esperar y tener un buen equilibrio entre lo deseado y lo conseguido para vivir en paz.
La derrota se nos presenta como una prueba para saber si tienes lo que se necesitas para alcanzar el éxito. Y no es el peor de los fracasos las derrotas. No intentarlo es el verdadero fracaso. La única persona a la que debes derrotar es a ti mismo.
Pero hay otras derrotas más relacionadas con las pérdidas personales, y que se viven como una de las experiencias más dolorosas que puede vivir el ser humano. Se vive como un fracaso, una pérdida irreparable o un desastre que tambalea los cimientos del alma, de nuestra autoestima, nuestros planes futuros, y en ocasiones, nuestra identidad. La postura que tomemos ante estos casos es la que marca la diferencia entre quedarte hundido o flotar y seguir navegando hasta un puerto seguro.
Decía Harold S. Kushner " El Dios en quien creo no nos manda el problema, sino la fuerza para sobrellevarlo."
¿ Qué se nos viene al pensamiento cuando hemos tenido una pérdida, hemos sido derrotados, o simplemente vemos escrito en un papel estas palabras?
Cada vez que hago esta pregunta aparecen las mismas respuestas y palabras relacionadas: muerte, desolación, ausencia, dolor, ira, soledad, vacío, impotencia, miedo, tristeza, desconcierto, irreversibilidad, nostalgia, llanto, desesperación, autorreproche, sufrimiento...
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Si nos fijamos en estas palabras podremos entender todo lo odioso que resulta cada pérdida a nuestro corazón. A todos nos gustaría borrar estas palabras del diccionario. Pero sólo con estas palabras cada uno puede conectarse internamente con toda la presencia de las cosas que no quisiéramos encontrar jamás en nuestras vidas. Y son estas cosas las que han hecho de nosotros esto que somos en la actualidad.
Estas emociones, estas vivencias, estas palabras no pronunciadas sino sentidas, son las responsables de nuestra forma de ser, porque somos el resultado de nuestro desarrollo y crecimiento personal.
Nadie puede evolucionar sin dolor ni sufrimiento. Nadie puede crecer si no ha experimentado antes en sí mismo muchas de las emociones y sensaciones que definen las palabras antes expuestas.
¿ Hace falta sufrir para crecer?. ¿ Hace falta conectarse con el vacío interno para poder sentirse adulto?. Yo pienso que sí, porque estas experiencias forman parte imprescindibles de nuestro crecimiento como personas normales, aunque cada uno lo siente e interpreta de forma distinta, aunque similares.
Cada pérdida, cada derrota es única e irrepetible y, sin embargo, se parece a todas las otras derrotas o pérdidas propias y ajenas en ciertos puntos que son comunes a todas y que nos ayudan a entenderlas mejor.
Cada derrota o cada pérdida, por pequeñas que sean, implica la necesidad de hacer una elaboración; no solo las grandes perdidas generan duelos, todas lo implica y precisa de cierta concienciación, un darse cuenta y hacer lo que debo, un camino no elegido y doloroso, pero necesario para seguir adelante con una vida normal.
Me guste o no, voy a ser derrotado muchas veces a lo largo de la vida, y voy a perder más que ganar. Voy a ser abandonado por cada cosa y cada persona, por cada situación, por cada etapa y época, por cada idea.., tarde o temprano, pero irremediablemente. Este debe ser el primero de los aprendizajes de la persona adulta.
Si uno quiere un seguro contra el sufrimiento, no amar seria la prima que tenemos que pagar. No vincularse afectivamente con nada ni con nadie. Posiblemente no consigas no sufrir, pero sufrirás menos; lo que seguramente perderás en el trato es la posibilidad de disfrutar y de sentir la vida. Porque no hay forma de disfrutar si estoy escapando obsesivamente del sufrimiento que ello conlleva. Y la forma de padecer no es no amar, sino que es no quedarse pegado a lo que ya no está.
Hay que vivir comprometidamente cada momento de la vida, pero no vivir mañana pensando en el día de ayer que fue tan maravilloso. Porque mañana tengo que comprometerme con lo que esté pasando mañana, para hacer que aquello sea también maravilloso.
Quedarse pegado y rumiando las pérdidas y derrotas pasadas y cultivando lo que ya no es, nos aleja de disfrutar del momento presente único e irrepetible.
Si mañana esto que te da tanto placer y felicidad se termina, se capaz de dejarlo ir, pero mientras está ahí, disfrútalo como si no existiera un mañana. Ese deberá ser nuestro compromiso con los demás.
Todos tendemos a aferrarnos a situaciones ganadoras, a las ideas grandilocuentes, a las vivencias importantes y a las personas. Nos aferramos a los vínculos, a los espacios físicos, a los sitios conocidos, con la certeza que es lo único que nos puede salvar. Y aunque intuitivamente nos damos cuenta de que aferrarnos a esto significará la muerte, seguimos anclados a lo que ya no nos sirve porque no está, temblando por nuestras fantaseadas consecuencias de soltarlo.
Y lo que sigue, después de haber llorado cada pérdida o cada derrota, grande o pequeña, de haber elaborado el duelo correspondiente, después de habernos animado a soltar, es el encuentro con uno mismo, enriquecido por la experiencia del proceso. Toda pérdida o derrota tiene su ganancia que es el crecimiento personal, un pasaporte para transitar mejor por la vida.
Según Buda, el sufrimiento tiene una sola raíz que es el anhelo. Y el anhelo al que Buda se refiere es el deseo, por lo que si dejas de desear, dejas de sufrir.
Deja de pretender todo lo que quieres y el sufrimiento desaparecerá. Porque identificamos ser felices con nuestro confort, con la gloria, con el poder, con el dinero, con el éxito, con el aplauso fácil, con el gozo y el placer inmediato...Pero no parecemos dispuestos a renunciar a nada de lo deseado, por lo que tenemos pocas posibilidades de dejar de sufrir. No somos omnipotentes. Ninguno de nosotros puede ni podrá jamás tener todo lo que desea.
Hay que vaciarse para llenarse. Krishanamurti dice que " un vaso solo sirve cuando está vacío". No hay nada que se pueda agregar a un vaso lleno. Manteniendo el vaso siempre lleno ni siquiera puedo dar, porque dar significa haber aprendido a vaciar el vaso. Parece obvio que para dar tengo que explorar el soltar
Para crecer tengo que admitir mi vacío. El espacio donde por azar, naturaleza o decisión propia ya no está lo que antes si podías encontrar. Esta es mi vida, voy a tener que deshacerme del contenido del vaso para poder llenarlo de nuevo. Mi vida se enriquece cada vez que lleno el vaso, pero también se enriquece cada vez que lo vacío. porque cada vez que lo vacío abro la posibilidad de llenarlo de nuevo.
Hay que desarrollar las herramientas para saber entrar y salir del deseo para seguir creciendo; porque nadie crece desde otro lugar que no sea haber pasado por el dolor y el sufrimiento asociados a una derrota, a una frustración o a una pérdida. El mundo no es como yo quiero que sea y tengo y debo aceptarlo así.
Hay que sentir y valorar la alegría de estar vivo, porque estar vivo significa poder sostener vivo a este otro que vive en mi. La vida es la continuidad de la vida, más allá de la historia puntual, cada momento se muere para dar lugar al que sigue, cada instante que vivimos va a tener que morirse para que nazca uno nuevo, que nosotros después vamos a tener que estrenar.
Hay que estrenarse una nueva vida cada mañana si es que uno decide soportar la pérdida o la derrota. De manera que habrá que encontrar ese sendero, ese camino, ese rumbo y empezarlo a andar. Posiblemente empecemos a andarlo solos, pero a lo largo del mismo nos sorprenderemos al encontrar los muchos que van en la misma dirección. Habrán quienes se pierdan el el trayecto y no lleguen o lleguen tarde y quienes encuentren atajos y lleguen antes, sirviendo de guías para los demás. Aprenderás que hay muchas formas de llegar, miles de rutas que llevan por el buen rumbo, y caminos que forman parte de todas las rutas trazadas. Son caminos que irremediablemente tendremos que recorrer hasta el final.
Llamemos como cada cual quiera a la meta: éxito, paz, cima, autorrealización, felicidad...Todos sabemos que llegar con bien allí es nuestro desafío.
Ojalá nos encontremos al cruzar la meta.