EL PODER DE LA CONVICCIÓN
Pareciera ser que la vieja formula de definir con precisión lo que uno se propone y elaborar un plan para lograrlo, ya no es suficiente.
Existen innumerables registros de líderes y empresarios a través de la historia, que sugieren que una de las variables más relevantes a la hora de cristalizar nuestros propósitos, es la convicción; esa energía poderosa que pareciera estar disponible en todos nosotros pero que, en la mayor parte de seres humanos, se vuelve esquiva y veleidosa.
Es que el experimentar convicción no se trata solo de un ejercicio intelectual en donde solo se piensa en tener convicción, en que somos capaces, en que es posible; sino más bien se trata de una experiencia en la cual el nivel de certeza interior debe ser absoluto.
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En efecto, no se trata de tener un “alto nivel de convicción” sino que, la certeza es total; no hay espacio para ningún ápice de duda pues, de la misma manera como una gota de tinta negra enturbia un recipiente de agua cristalina, una gota de duda echa por tierra la posibilidad real de lograr un propósito, sea cual fuere este.
Existen muchas historias de emprendedores, de líderes de diversas áreas del quehacer humano en donde se cuentan las leyendas de intensa obsesión por el logro de una visión o propósito y es que parece ser, que ese estado de terquedad, que no es más que el producto de un nivel de certeza inquebrantable, es el que finalmente se traduce en la persistencia, la fuerza interior y la misteriosa energía que, de una manera casi religiosa, lleva a estos seres humanos a lograr sus más preciados sueños.
Podemos deducir entonces que, existe una fórmula que facilita el logro de nuestros sueños más preciados y es reconocer que el poder mental que subyace detrás de una certeza a toda prueba es probablemente, tal como lo planteaba el legendario Napoleón Hill, el poder más poderoso que existe en la faz de la tierra.