El poder del amor

Por Alicia Alarcón

Llorar en bodas de propios y extraños es una costumbre muy arraigada entre la mayoría de las mujeres, tal vez por la nostalgia de lo que eso significa. Las expectativas que se estrellan con la realidad. La felicidad esperada que termina en tragedia o en divorcio. Es el deseo de todo mundo que al ver a la pareja de recién casados, salir rumbo a su luna de miel,  su vida sea como en los cuentos.  ¨Y fueron muy felices.¨ 

Ese no es el caso de la mayoría, incluido el de la Princesa Diana, mamá del Príncipe Harry quien se casó con Meghan Markle,  el pasado sábado 19 de mayo en la capilla Saint Joseph en Londres, Inglaterra ante una audiencia televisiva que se acercó a los 2 billones.

La felicidad de la mamá del novio fue muy efímera en su tiempo, al enfrentar la trágica realidad de que su esposo el Príncipe Carlos no la quería, sino que sufría la ausencia de su gran amor: Camila, quien ahora es su esposa. Diana procreó a dos hijos, William y Harry que nacieron con rasgos físicos muy parecidos a los de ella. Al sentir el desamor de su marido, Diana se dedicó a sus hijos y buscó también por su lado, a un hombre que la quisiera de verdad. La muerte le impidió averiguar si por fin lo había encontrado.

La Princesa Diana no vivió para constatar que en los más de 1,200 años de la monarquía británica,  uno de sus hijos, el más pequeño iba a cambiar la composición de la familia real para siempre,  al escoger como esposa a una joven sin títulos de nobleza, ni rango aristocrático, de origen humilde, con una mamá de raza negra.

Muy lejos quedaron los prejuicios y las prohibiciones que imperaron en siglos anteriores. A pesar del pasado nada halagador de la monarquía inglesa en la que figuraron reyes asesinos, corruptos, maquiavélicos, abusivos, saqueadores e infieles,  hubo un tiempo en que se consideraba inaceptable la idea de que un príncipe se casara con una divorciada, de origen pobre y mucho menos alguien de raza negra. Que gusto saber que Meghan caminó sobre las tumbas de esos reyes que pensaban de esa manera, antes de llegar a la capilla.

La boda de Harry y Meghan es la prueba irrefutable del cambio social que se ha dado en la Realeza Inglesa a través de los siglos y los que añoran el pasado tienen que aceptar ahora las decisiones y deseos de la nueva generación.  Harry no pidió permiso a la Reyna madre para casarse, sólo le informó y junto con su prometida planearon una boda considerada histórica al incluir elementos nunca visto antes en ninguna de las bodas reales, como fue la elección de un Reverendo de raza negra, Michael Bruce Curry quien sorprendió a los presentes, junto con la Reyna, con un sermón en el que habló del poder del amor y de la necesidad de que éste fluya más en nuestras vidas. ¨Imagínense, dijo Bruce, una familia donde el camino es el amor.  Todos nos llevaríamos mejor. Una banca donde el camino es el amor. Un país donde el camino es el amor.¨             

La imagen del joven príncipe ver con adoración a su novia resultó conmovedor, ya que la última fue la del jovencito que junto con su hermano caminó en silencio, detrás del féretro de su madre.

En una entrevista que dio Harry, meses antes de su boda a la cadena de televisión BBC de Londres, habló de su juventud atormentada,  su coraje, su dolor reprimidos.    Habló del consuelo y el olvido que buscó en la parranda y en la bebida.  ¨Estaba enojado con el mundo, yo no quería ser Harry.¨ Pensaba que iba a tener el mismo final trágico que tuvo su madre.  A la rebeldía le siguió una depresión crónica que lo llevó a contemplar el suicidio. ¨Busqué ayuda y la recibí;  ahora me dedico a ayudar a otros que pasan por lo mismo.¨  Harry retomó la labor de su madre de ayudar a centros que proporcionan ayuda sicológica y de prevención del Sida

Fue a través de una amiga en común, que Harry conoció a Meghan y dijo que desde el momento en que la vio y la escuchó hablar sobre sus proyectos de ayuda social,  supo que había encontrado la mujer que quería para esposa. A partir de ese momento Harry la pretendió hasta conquistarla.

Ahora sabemos gracias a la historia de Harry y Meghan que en la actualidad no hay imposibles, que una joven sin importar su condición social, o donde viva, o quienes sean sus padres, también ella puede aspirar a quedarse con un Príncipe.

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