La Guerra del Siglo XXI: Las medias ayudas de Occidente. .

Por Alicia Alarcón.

No buscamos Tesoro alguno; tampoco queremos anexar nuevos territorios. Sólo buscamos el derecho del hombre a ser libre;  a su derecho de  adorar a su Dios, a conducir su vida a su manera, libre de persecuciones. Como el  obrero que regresa a su casa después de un largo día de trabajo, queremos que sepa que aquí ninguna policía secreta llegará a tocar su casa a interrumpir su descanso ni a interrumpir su paz. Por eso luchamos. Estas palabras se las dijo Winston Churchill a Harry Hopkins, enviado especial del Presidente Franklin Roosevelt a mediados de agosto de 1941, cuando ya Londres era un esqueleto de escombros y sólo quedaban en pie el 10% de sus edificaciones.

Al poco tiempo, llegaron de Estados Unidos barcos, tanques de guerra,  morteros, aviones, misiles y todo tipo de armamento lo que permitió a Churchill  resistir por más tiempo los continuos bombardeos de Alemania que prometió no parar hasta ver a Inglaterra de rodillas y a Churchill expulsado de la  Gran Bretaña.

Los alemanes sorprendidos de la resistencia de Inglaterra aumentaron el número de ataques por aire y por mar a lo que el Primer Ministro contestaba que rendirse nunca sería una opción y que estaba listo a morir no sin antes disparar las últimas balas de su arma contra de los enemigos.

Una y otra vez de entre la ruinas de Londres salían los aviones de la RAF (Royal Air Force) a surcar los cielos de Berlín para responder con la misma moneda a los agresores. Sin la defensa aérea,  Londres, la ciudad más castigada durante la guerra, hubiera terminado en polvareda y su Primer Ministro bajo los escombros.

En la Guerra del Siglo XXI Volodimir Zelenski no cuenta con la suerte de Churchill, carece de fuerza de combate aérea y eso lo pone en serias desventajas frente a Rusia. Zelenski un hombre que se dedicó a hacer reír a los ucranianos, en su oficio de comediante, ahora como Presidente de Ucrania, enfrenta el peor drama que puede vivir una nación. La masacre de niños, ancianos, violación de mujeres y el éxodo de más de 4 millones de sus habitantes que huyen de su país para salvar la vida.

¿Se arrepiente Zeleneski de no haber pactado con Rusia y aceptado la independencia de las zonas en disputa? Esa respuesta sólo él la tiene. La realidad que vive ahora es la ayuda a medias que recibe de  Estados Unidos y los países de la OTAN que observan a distancia la destrucción del granero del mundo. (Así se le conoce  a Ucrania.)

 Una población de 44 millones que hasta hace un mes y medio todavía vivian su rutina diaria, de trabajo, de estudio, de diversión, confiada en que el enemigo no iba a cruzar jamás sus fronteras, que todo era un simulacro de guerra. Las fosas comunes, los asesinatos diarios, la huida de sus hogares les ha probado ser todo lo contrario.

Estados Unidos y la OTAN (Alianza de países del Atlántico) ayuda a prudente distancia con arengas en contra de Vladimir Putin, le proporcionan armamento limitado y condicionado.  Temerosos de que si ayudan demasiado al país atacado, el enemigo puede fijar su vista en ellos y atacarlos.  El invasor sabe de ese temor y lo aprovecha para intensifica sus ataques desde las alturas.

¿Qué le queda por hacer al Presidente de Ucrania? Continuar la lucha sin la ayuda de occidente que se niega a proveerlo con aviones bombarderos  y armamento moderno para resistir el embate del enemigo que lo ataca por diferentes frentes.

¿Cuántos niños más necesitan morir,  cuántas mujeres más ser violadas, cuantas más fosas comunes ser exhibidas para que los países de Occidente, digan? No más.

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