El Presidente de Barro
Una bola de barro vuela desde una mano anónima oculta en el gentío.
Pudo haber sido cualquiera.
Cualquiera desearía haber sido.
No era la única bola que volaba.
Ni siquiera era la que llevaba a bordo más inquina.
El aerolito fue a estrellarse en el cuerpo del presidente del gobierno y eso que le cubría un escudo de perfidia.
Poco pudieron hacer sus musculosos guardaespaldas para enmudecer los insultos del populacho embravecido.
Pues aunque dominaban cada uno más de diez formas distintas de matar, ningún sensei les enseñó a acallar.
Según la costumbre japonesa, un hombre honorable se hubiera suicidado en ese momento.
Este se fue a merendar.
¿Se te ocurre un ejemplo mejor de que aunque una persona cobre mucho dinero puede ser completamente inepta?
Compra un robot, te irá mejor.
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