El rey troll y sus aprendices
Publicado en Muy Interesante, agosto 2024. Por Laura G. De Rivera .
Cuando el buzo veterano y explorador Vernon Unsworth, de 63 años, organizó el rescate exitoso de doce niños que llevaban dos semanas atrapados en una cueva en la provincia de Chiang Rai, Tailandia, en julio de 2018, no esperaba acabar siendo víctima de un trol. Y no de uno cualquiera, sino del más grande de todos. Mientras los menores seguían esperando ayuda, sin provisiones ni comunicación con el exterior, en las profundidades de una montaña inundada, Elon Musk publicó tres tuits en su cuenta de Twitter, con más de 173 millones de seguidores, tachando a Unsworth de pedófilo. Al parecer, era su respuesta a un comentario del explorador, que en una entrevista para la televisión había insinuado que el envío de un pequeño submarino Tesla por parte del magnate para salvar a los niños –que nunca se utilizó en la operación– no había sido más que una maniobra de marketing.
Afectado por las consecuencias de una acusación tan grave e injusta, Unsworth decidió demandar al hombre más rico del mundo por difamación. “Me sentí dolido. Humillado. Avergonzado. Ensuciado. Fue como recibir una sentencia de muerte. Me duele incluso hablar de ello”, testificó durante el juicio. La defensa del acusado, por otro lado, se basó en que había lanzado su pulla en redes presa de un momento de rabia y que luego, arrepentido, había borrado el primer tuit. Se permitió incluso, acuñar un concepto nuevo, “Jdart”, que corresponde a las siglas en inglés de “broma borrada, disculpa y tuits para arreglarlo”.
Cuando Musk fue declarado inocente, la sentencia sentó un peligroso precedente que nos atañe a todos. A la salida del juicio, el abogado de Unsworth, Lin Wood, se lamentaba de que no había sido un “buen veredicto para la sociedad. Significa que puedes hacer en redes cualquier acusación que quieras, por muy vil y falsa que sea, y salir indemne”. Y eso que el dueño de Tesla todavía no había comprado Twitter –lo hizo a finales de 2022–.
Fue, eso sí, una muy buena noticia para todos los trols del mundo. Los equivalentes moderno de esos ogros taimados de la mitología escandinava son “personas que intervienen en contra de alguien o de las publicaciones que se hacen en las redes sociales. Buscan cambiar la percepción que el público tiene de un usuario. Por eso, atacan a su reputación, su autoridad, la relevancia de sus opiniones”, explica el psiquiatra Francisco Traver Torras, experto en los perfiles psicopatológicos que han surgido al calor de internet.
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Si su función es manipular la opinión pública y dirigirla en contra de algo, el secreto de su éxito está en la propia naturaleza humana. “El antagonismo contiene más información que el consenso. Se ve más, es más perceptible. Cuando la gente está de acuerdo con algo, por lo general, no dice nada”, observa Traver. Una tendencia que podría explicar los resultados de un estudio reciente del Massachussetts Institute of Technology, que concluía que las informaciones falsas tienen un 70% más de probabilidades de ser retuiteadas que las verdades. Es decir, todo aquello que roza la crispación, apunta a la negación o a lo indefendible encuentra mucho más eco en redes sociales que los contenidos objetivos y realistas.
Así, “la mayor parte de los troles están pagados o subvencionados por movimientos políticos o sociales”, nos dice Traver. Hay medios de comunicación, personajes públicos y partidos políticos –en España, sin ir más lejos–, que se enfrentan cada día un ejército mercenario de estos personajes: sistemáticamente atacan en redes todas sus publicaciones. Existen empresas que se dedican a ello. Si nos lo proponemos lo suficiente, podemos encontrar a alguien que nos pague por sembrar el odio y el caos contra dianas establecidas. No es nada personal. Es trabajo nada más...
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