El síndrome del avestruz
Nací en 1974, pertenezco a la generación del cambio:
- He jugado en la calle con mis amigos, a las máquinas de los recreativos, con el Amstrad o con el Spectrum, con la Nintendo o con gafas de realidad virtual en la Play Station 4.
- He escuchado música en disco de vinilo, en una cinta, en un cd, en un Ipod, en un USB y ahora desde una aplicación.
- He visto la tele con 2 canales y rombos, con antena 3 y con tele5, con Digital +, con Movistar, con Netflix o con HBO.
- Por último, no quiero llorar demasiado, he escrito cartas de amor, he enviado SMS's, he enviado y recibido fax, he redactado mails, he tenido messenger, mandado mensajes de whatsapp, post de facebook, twitter, instagram y lo que venga.
No me considero especialmente tecnológico ni friki, aunque para muchos de mis conocidos lo sea. Hay muchísimas personas con ideas o pensamientos mucho más adelantados a los míos, a los que, por cierto, me encanta escuchar o leer. Así que no voy a vender que nada de lo que viene a continuación es innovador.
Estábamos preparados para afrontar cambios tecnológicos de manera lineal, hasta que en 1965, aparece la ley de Moore (cofundador de Intel), cuyas consecuencias hablan del aumento de velocidad de procesamiento de datos de manera exponencial. Desde ese momento, la evolución de la tecnología comenzó a duplicarse cada periodo de tiempo y nuestro cerebro empezó a no entenderlo. Nos enseñaron a comprender cambios de manera lineal, no exponencial.
En 2001, aparece la ley de los rendimientos acelerados de Kurzweil que explica abiertamente la evolución exponencial hacia la singularidad tecnológica, es decir, hacia un universo que no somos capaces de imaginar. Es un teorema difícil de asumir por la raza humana, ya que implica algo desconocido y por lo tanto miedo.
Somos especialistas en crear procesos más eficientes que los ya conocidos, pero cuando nos enfrentamos a un enfoque de nuestro trabajo completamente distinto al que ya teníamos, tendemos a rechazar sus consecuencias o aplicaciones, metiendo la cabeza bajo tierra, esperando que los cambios pasen o que no nos afecten.
Y el futuro que viene es disruptivo, exponencial, diferente. Pertenece a aquellas personas capaces de imaginar otro escenario, otras reglas, otra vida.
Sólo existe una alternativa a escondernos. No parar de aprender. Nadie nos garantiza que de esta manera vayamos a estar listos para el siguiente cambio, solo nos prepara mejor para él.
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8 mesesCómo me ha gustado tu artículo, José Manuel Berná Niñerola. Acabo de leerlo y, como ávida lectora - incluso aquí en LinkedIn - estoy muy sorprendida: de tantos y tantos publicados, éste me lo he "tragado" de corrido. Es certero, de duración muy adecuada, y lo más importante para mí: lo que dices, se acopla 100% a mi pensamiento. Me lo guardo en mi PC, una auténtica joya!! P.D. De avestruz, nada; al revés, aprovechar ese cuello largo para mirar y avanzar cuanto más lejos, mejor.
Creative director / Strategist / Events & experience
3 añosMe conectó con el fragmento de Yuval Harari, y su investigación hacia la educación del futuro: Pensamiento crítico, comunicación, creatividad y colaboración.
CEO & Partner Agile Nomad Agile Product Manager Business Agility | Digital Specialist
3 añosJosé Manuel Berná Niñerola excelente 👏🏻👏🏻👏🏻
Sales Representative Neurovascular at Medtronic Spain
6 añosNo es sólo una única alternativa, sino la mejor: seguir aprendiendo ; a veces se tiene el lujo de aprender antes y otras veces durante el camino, lo importante es no detenerse .