LO MALO DE LOS 90, ES QUE NO DURARON LO SUFICIENTE
Para los fieles lectores/as, y para los/as que todavía no me conocéis, es un buen momento(◔◡◔)♥ Sígueme en hashtag#evajaimerentero ♥Hoy: Lo malo de los años 90, es que no duraron lo suficiente
Si eres de los que en aquella época tenías 20 años como yo y fuiste testigo de una época irrepetible, o por el contrario, tienes ahora20 o 30 años y sabes de los 90, por tus padres o por alguna fiesta que has ido, por casualidad, te resultará interesante este artículo.
Los años 90 fueron una década singular, no solo porque marcaban el final del siglo XX, sino porque encapsularon un cambio de paradigma. Fue una época donde los muros, tanto físicos como simbólicos, comenzaron a caer. El Muro de Berlín no solo derrumbó una barrera tangible entre el Este y el Oeste; su caída también simbolizó el colapso de dogmas y estructuras rígidas que habían gobernado durante décadas. Era como si el mundo estuviera confesando públicamente sus errores, mostrando sus heridas y prometiendo reinventarse.
Y ese "reinventarse" no era solo un sueño. A medida que nos acercábamos al nuevo milenio, parecía que estábamos a punto de romper el molde de la realidad. Nos lanzamos a un torbellino de innovación y exploración cultural que desafió las normas de lo que era aceptable, posible e imaginable. La realidad no solo se vivía: se convertía en entretenimiento. Los primeros reality shows, la explosión de internet y la transición de lo analógico a lo digital fueron un preludio a un mundo donde todo sería conectividad y narrativa.
Una generación atrapada entre el pasado y el futuro
Sin embargo, como muchas grandes transformaciones, esta revolución quedó a medias. Los años 90, esa década de zapatillas Converse, música grunge y la promesa de una globalización que unificaría culturas, terminó antes de que pudiéramos aprovechar todo su potencial. La transición hacia los años 2000 trajo consigo avances, pero también complejidades: un mundo hiperconectado que no siempre supo manejar su propia diversidad.
Quizás lo más frustrante de los 90 es que muchas de sus promesas quedaron sin cumplirse. La sensación de libertad, de romper esquemas, dio paso a nuevas estructuras, a veces tan rígidas como las anteriores. La era de la información, que prometía democratizar el conocimiento, pronto se transformó en la era de la sobreinformación, donde separar la verdad de la narrativa se convirtió en un reto titánico.
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¿Qué quedó de los 90?
Quedó la nostalgia. Una generación que creció sintiendo que lo imposible era posible, pero que ahora mira atrás con una mezcla de cariño y melancolía. Quedaron las primeras experiencias digitales, la música que marcó una era, y esa sensación de comunidad que, en un mundo pre-redes sociales, parecía más auténtica. Pero, sobre todo, quedó la idea de que el cambio es posible, aunque incompleto.
Hoy, al reflexionar sobre los años 90, no podemos evitar preguntarnos: ¿Qué habría pasado si esa década hubiera durado un poco más? ¿Si hubiéramos tenido más tiempo para profundizar en sus ideales y expandir su visión? Quizás no haya respuesta para eso, pero sí una lección: no debemos esperar otra década dorada para reinventarnos. El espíritu de los 90 nos recuerda que el cambio no viene por sí solo; hay que provocarlo, abrazarlo y, sobre todo, estar dispuestos a vivirlo con todo lo que conlleva.
En un mundo que sigue enfrentando muros —visibles e invisibles—, el legado de los 90 nos inspira a seguir empujando los límites, a seguir rompiendo moldes, y a recordar que las mejores revoluciones son aquellas que nunca terminan.
Que tengáis un feliz día :)
Eva