El síndrome del impostor.

Son las 3:25 p.m. del 29 de agosto de 2024. Estoy sentado en un avión yendo de Medellín a Miami. Galilei Learning (Techstars 24') fue admitido en Techstars Miami el 8 de agosto a las 4 de la tarde con una simple pregunta que nos hizo el director del programa, Andrés Barreto: “¿Cómo quieren trabajar con Techstars?”.Desde entonces, he vivido el síndrome del impostor más grande que había sufrido hasta hoy. Solo hace 2 horas llegó el correo con el documento firmado con los términos de la inversión, y recién me estoy creyendo el cuento.

Jajajajaja, dejando el drama atrás, la escena es muy cómica. Me llega el correo, me volteo y le digo a mi socio Andrés:—“Parce, por fin llegó la plata, ahora sí comenzó esto”.Andrés, entre sorprendido y risueño, me dice:—“¿Cómo así? ¿Vos no tenías eso listo hace rato? Es decir, vamos en un avión, ¿y no estaba todo firmado?”.

La respuesta es SÍ. Así somos los emprendedores. Yo suponía que todo iba a estar bien, pero sin duda en mi cabeza llegaba esa vocecita diciéndome:

“Diego, solo pasan 500 empresas en el MUNDO y 12 en Miami, eso es 0.8% más difícil que pasar a Harvard, y usted, un loco de Manizales sin pedigrí en emprendimiento, sin pasar por Rappi ni McKinsey, ¿cree que tiene una oportunidad? ¡APARTE NO HAN FIRMADO EL ACUERDO!”. Aun así, no le dije nada a mis socios y acá vamos, ya casi aterrizando.

Hasta hace tan solo dos horas, desde hace 20 días, dejé de darme palo y estoy cayendo en cuenta de lo jodidamente cracks que somos. No me malinterpreten, pero solo basta tener una conversación con Andrés Motavita o Simón Duque Echeverri para darse cuenta de que son los mejores en lo que hacen, que tienen unos valores brutales y que nos queremos comer el mundo juntos.

Y en mi caso, empecé a pensar... Venga, si esta gente aceptó creer en mí y jugarnos la vida juntos, algo debo tener. Es que, si fui capaz de entender el problema de las capacitaciones de empleados frontline y vender el producto con un PowerPoint y sin tener ni una línea de código, si fui capaz de meter a 600 personas en un evento de gamificación sin presupuesto, si fui capaz de cambiar de carrera en 9 meses, si fui capaz de convencer a 4 ingenieros mega tesos de que trabajaran con nosotros por equity en el futuro y sin poderles pagar hasta ahora... Algo debo tener.

Es que, amigos, a todos nos llega la duda y el síndrome del impostor, y en mi experiencia solo se calla cuando uno ejecuta y esa ejecución está alineada con nuestro propósito en la vida.

Yo cuento con la fortuna de tener unos amigos brutales. Todos me han hecho saber de qué estoy hecho. Me han apoyado desde el minuto 0, desde que los reuní en mi casa y les conté que quería cambiar mi carrera y hacer esta locura ellos con una fe absoluta desde el minuto 0, me han apoyado.

Es que, si uno quiere emprender, tener un círculo cercano que nos cobije en los momentos duros es lo más importante. Por eso, en esa reunión con ellos, les pedí que nos acompañaran a Sofi y a mí, pues los íbamos a necesitar como nunca, y la verdad, nos han apoyado como si su vida dependiera de ello. Sin duda, son de lo mejor que me ha pasado.

Hay una persona que no he nombrado mucho: Sofía Arango , pero es la que me ayuda a callar esa vocecita de mierda que me hace dudar. Es la que me levanta cuando no hay nada para dar, la que me hace ver el vaso medio lleno siempre, la que no deja ni un solo día de recordarme que está orgullosa de mí, la que hizo que su hermano se volviera mi hermano.

Con ella a mi lado, todo ha sido más fácil de llevar. Es, sin duda, el arma secreta para que la única voz que cuente sea la mía, diciéndome: “Hagamos esto y hagámoslo de verdad”.

Por eso, antes de venir a Miami para dar todo de mí en tres meses de trabajo intenso, fui con ella a reunirme con mi familia, el pedazo que me hace falta para que definitivamente no haya duda. Después de estar un fin de semana con esta gente, salí cargado de energía y positivismo. Y es que, ¿qué puedo decir? Tengo la suerte infinita de tenerlos a todos de mi lado, y ningún síndrome del impostor me va a quitar eso.

¡A comernos el mundo y a reventar Miami!