El silencio indigno
El 7 de junio de 1968 la banda terrorista ETA asesinó al guardia civil José Pardines. Desde ese día y hasta el año 2010, la sangrienta y criminal trayectoria de la banda se llevó por delante la vida de más de 800 personas. Entre ellas cientos de guardias civiles como Pardines, policías nacionales, ertzaintas, policías locales, militares, magistrados, fiscales, concejales, periodistas, políticos o simplemente ciudadanos que pasaban por allí o que estaban de compras en el Hipercor de Barcelona. Sus crímenes, a cuál más cobarde y cruel, se llevaron a cabo en distintos modos: tiro en la nuca, coche bomba; siempre a traición, siempre con alevosía. A sus asesinatos unió la extorsión de los ciudadanos vascos y secuestros inhumanos como el de Ortega Lara. También intentó asesinar al rey y al líder de la oposición que más tarde sería presidente del Gobierno de España.
La sociedad española gritó de indignación en muchas ocasiones, a veces en minutos de silencio, otras con manos blancas o con lazos azules. El asesinato en cámara lenta de Miguel Ángel Blanco colmó la paciencia y la rabia de todos los españoles. La Policía Nacional y la Guardia Civil en un esfuerzo nunca suficientemente reconocido, bañado en su propia sangre, logró poco a poco ir desarticulando cada uno de sus sangrientos comandos, también su cúpula, hasta tres veces. Acosada en los primeros años del siglo XXI, con sus tabernas (centros de captación) cerradas, sus medios clausurados, sus portavoces silenciados y sus pistoleros detenidos y dispersados, ETA agonizaba.
Fue un presidente socialista quien trató de sacar rédito de esa agonía ofreciéndoles una digna salida: Un fin de la violencia con contrapartidas, incluso políticas, y sin arrepentimiento alguno. La negociación fue a tres bandas, las cesiones del Gobierno tan escandalosas, que el PNV se retiró de la misma. El PNV que recogía las nueces caídas del árbol que ETA meneaba, temía que ahora otro se quedará con todas. Fue la propia ETA quien se encargó de dinamitar el proceso con un nuevo asesinato en la T4 del aeropuerto de Barajas. Aquel atentado; que el entonces presidente calificó de lamentable accidente. La indignación de la sociedad impidió seguir el proceso. Por algún tiempo. En 2011 ETA dejó de matar. Gracias a los dos mártires de Barajas, a ETA le bastó con que se le permitiera la legalización de su brazo político para dejar las armas.
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Han pasado doce años y parece que ETA no haya existido nunca. El Gobierno se apresura a aprobar una ley de memoria democrática para recordar a las víctimas de una dictadura que ya nadie recuerda, pero no hay una sola palabra para reparar el daño causado por ETA. ETA, cuyos voceros han negociado esta ley de memoria. ETA, que, aunque disuelta formalmente, sigue siendo jaleada y homenajeada en los pueblos del País Vasco. Y es que los herederos de ETA, sin mostrar arrepentimiento alguno, sin condenar los asesinatos, sin colaborar en la resolución de los muchos casos pendientes de la Justicia, se vanaglorian de su pasado y celebran las concesiones del Gobierno. El Gobierno que tiene en sus voceros y herederos a sus mejores socios. A sus más fiables. Están participando en el Gobierno del país que odian y del país que han intentado destruir mediante la extorsión, el asesinato y el miedo.
Y en medio de esta infamia, el silencio. El silencio cómplice de los medios. El silencio cómplice de los políticos, el silencio cómplice de la sociedad. ¿Qué le ha pasado a España? ¿Qué le ha pasado a esa sociedad que se indignaba y salía a gritar a las calles? Apenas se recuerda lo que ha sucedido, solo algunos escritores y cineastas han intentado mantener la memoria. Pocos. Pocos quieren recordar. El silencio. La indiferencia. El Gobierno que dice representar a todos los españoles se codea con los herederos de ETA y los compara con los políticos de la oposición democrática. ¿Cómo es posible que hayamos aceptado esto con tanta normalidad? ¿Cómo es posible que la sociedad española esté tan anestesiada? ¿Cómo es posible que nos parezca normal algo que jamás debió parecerlo? ¿Dónde queda la moral de este país aún llamado España? ¿Dónde quedan nuestros gritos de indignación?¿Donde nuestra memoria?
Spanish Navy Commander
1 añoEl silencio cómplice.