El trabajador errante

El trabajador errante

La tasa de temporalidad en España alcanzó en 2018 un 27%, 13 puntos por encima del la UE, lo que provoca que exista una gran precariedad y una bolsa de empleados que para poder llevar a casa un salario están obligados a encadenar contratos de mínimos y de muy corta duración.

 

CARLOS CUESTA. idelacalera@gmail.com

 

El mercado laboral español vive una realidad muy particular con el colectivo de empleados temporales que se caracteriza por la alta precariedad y una gran volatilidad. Las empresas de ETT no han hecho sino empeorar la situación de estos trabajadores errantes que encadenan contratos de horas, días y, si tienen suerte, meses.

La mayor penuria a la que tienen que enfrentarse no es solamente tener que trabajar cada vez en un lugar distinto, en sectores diferentes, con compañeros y jefes nuevos, sino que, a lo largo de su carrera profesional, no consiguen que ninguna compañía les haga indefinidos. Se trata de un gran número de operarios que vive en la frustración y la inseguridad constante, que no puede garantizar unos ingresos y, por tanto, ningún banco les concede un crédito para una vivienda, que desempeñan funciones muy básicas que no requieren formación dado que las industrias tampoco invierten nada en ellos puesto que no forman parte de sus plantillas.

David es un trabajador con formación profesional y que después de entregar su curriculum en las empresas del polígono de su ciudad y comprobar que no recibía ofertas acudió a una oficina de trabajo temporal donde al día siguiente ya empezó en una industria de logística para atender los pedidos, también ha trabajado en una cárnica y en una de congelados. En seis años acumula más de 20 empresas diferentes en las que juntando todas las jornadas que ha estado dado de alta apenas suma un año, por lo que no puede ni cobrar el paro. El hecho de acumular tantos contratos al principio no le importaba porque lo asumía como parte de su formación, sin embargo, ahora está decepcionado y no sabe qué rumbo emprender puesto que ni ha podido ahorrar ni independizarse de sus padres.

En este contexto, también están aquellas personas, principalmente los más jóvenes que se incorporan al mundo laboral y que no consiguen una estabilidad en sus empresas ni unos ingresos dignos. Es el caso de Raúl que, tras acabar sus estudios de ingeniería hace ya 10 años, empezó a trabajar como becario en una sociedad municipal en Madrid y después de tres años y no conseguir un contrato fijo como el resto de la plantilla decidió aceptar un empleo en una compañía del mismo sector en el Reino Unido donde las condiciones ya eran mejores, pero debía estar un año con un contrato en prácticas para poder convalidar su titulación en el país y estar a la altura de sus compañeros. Al pasar dos años y ver que le seguían tratando como a un extranjero, aceptó una oferta en una distribuidora en Granada por menos de 1.000 euros al mes. Dos meses después, dejó su puesto para empezar en un pueblo palentino donde le mejoraban sus condiciones. A día de hoy, ha pasado ya por seis empresas desde que finalizó sus estudios y su salario bruto no supera los 24.000 euros.

Como Raúl o David hay miles de trabajadores que se sienten fuera del mercado y, pese a su interés y formación, la situación es muy difícil para ellos. Según los datos de Eurostat, la tasa de temporalidad española a cierre de 2018 alcanzó el 27% sobre el total del resto de los empleados en activo, situándose 13 puntos por encima del promedio comunitario que es del 14,1%. A esto, además, hay que añadir la corta duración de este tipo de contratos en comparación con otros países vecinos.

Aunque el problema viene de atrás, la última crisis económica ha amplificado aún más sus efectos negativos. Y lo que es más grave, el 85% de los trabajadores no ha elegido esta situación, sino que la aceptan porque no han podido encontrar algo mejor ni tampoco un puesto fijo.

En el desglose por sexos, las mujeres sufren un 5% más de temporalidad y concentran el 74,5% de todos los contratos a tiempo parcial. En este sentido, las asalariadas cobran 2,17 euros menos por hora que los varones y, además de trabajar menos horas que ellos, las jornadas que perciben las féminas tienen menos valor.

La situación en el lado de los trabajadores indefinidos tampoco es idílica, también critican el modelo laboral nacional al asegurar que los españoles están entre los europeos que más horas trabajan al año (1.691, según la OCDE, es decir, 272 más que los holandeses, por ejemplo, y 320 más que los alemanes).

De todos los contratos firmados en 2018, más de 20 millones fueron temporales y representaron el 89,75% del total, mientras que de los 2,28 millones restantes, el 10,25%, fueron indefinidos. Según el SEPE, 2018 se volvió a caracterizar, no solo por la prevalencia de la estacionalidad de los contratos, sino también por su corta duración, ya que entre enero y diciembre casi el 40% (8,5 millones) registraron un alta en la Seguridad Social con una duración de un mes o, incluso, de menos.

Poder adquisitivo. El Índice de Precios del Trabajo (IPT), que mide el salario medio bruto hora, evidencia que las retribuciones en España se han devaluado un 1,9% desde 2008, lo que también ha repercutido en los operarios temporales más precarios que, además de recortar sus ingresos, también se han visto obligados a reducir las horas trabajadas y el número de jornadas laborales habituales.

En este sentido, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha recomendado a España que equipare los costes de los temporales y los de los asalariados fijos para favorecer la movilidad, crear más empleo de calidad y evitar así tanta precariedad.

España se coloca como el tercer país de la UE con un mayor porcentaje de trabajadores pobres y el quinto con más personas en riesgo de pobreza extrema con un 21% de la población en esta situación, sin visos de cambio, por delante de Bulgaria, Rumanía, Lituania y Estonia.

La mezcla de trabajadores pobres, el paro y el envejecimiento de la población ha llevado también a la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) a recomendar un sistema de ingresos mínimos para poder atajar esta situación. Una propuesta que pasa por dar una solución a los casi dos millones de hogares en estado precario distribuyendo mejor la renta.

La AIReF denuncia que la cantidad de empleados mayores de 45 años que llevan cerca de cinco años en paro, los miles de personas que se prejubilan con 50 años y las escasas ofertas de calidad hacen de España un país en declive económico.

 

 

La precariedad y la pobreza se imponen en el empleo eventual

 

El crecimiento de la economía en España, después de haber dejado atrás una de las peores crisis, y en especial de las empresas que han mejorado su facturación y beneficios, apenas se traslada a la clase trabajadora que, pese a los indicadores , no reduce los niveles de pobreza y evidencia que el hecho de trabajar no garantiza llegar a final de mes. El país suma ya cinco años de expansión consecutivos y, sin embargo, los niveles de exclusión que caracterizaron este período de recesión apenas se reducen y la calidad de vida de la mayoría de las españoles no mejora como debería, según constata la encuesta de Condiciones de Vida de 2018, del INE.

20 MILLONES DE CONTRATOS

Temporales se firmaron en 2018, el 89,75% del total, mientras que de los 2,28 millones restantes, el 10,25%, fueron indefinidos. Según el SEPE, el año se caracterizó, no solo por la prevalencia de la temporalidad, sino por su corta duración, dado que el 40% fueron de un mes o menos.

 

 

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LAURA ESTÉVEZ

SECRETARIA COMUNICACIÓN USO

«Además de trabajar menos horas, las de las mujeres tienen menos valor que las que realizan los hombres»


Este artículo lo publiqué el 28 de julio de 2019 en: 

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