¿El verdadero líder es una utopía?
¿El verdadero líder es una utopía?
Durante mis años de trabajo, he tenido la oportunidad de experimentar diferentes tipos de liderazgo. Algunos líderes prefiero no recordar, mientras que otros han dejado una huella imborrable en mi vida. Cada uno cumplió su misión en su momento, estuviera yo de acuerdo o no.
He visto líderes de diversas áreas, aquellos que han nacido y trabajado incansablemente para obtener ese título. Para algunos, el camino hacia el liderazgo ha sido corto, mientras que para otros ha sido más largo. Me voy a enfocar en las lecciones que he aprendido en este camino: en el ámbito laboral, en las relaciones de amistad, a través de libros y películas. Todos estos elementos me han aportado un valor incalculable y grandes satisfacciones.
Un líder es humilde. Pero entendamos bien qué significa esta palabra, ya que algunos la interpretan como mantener un perfil bajo, pero este tipo de líderes rara vez dejan una impresión duradera.
El líder escucha más de lo que habla, tiene dos oídos y una boca por una razón. Hace lo que dice y no necesita convencerte, te convences tú mismo al ver su actuar.
Si tiene personas más cualificadas en su equipo, se apoya en ellas y las potencia. Aprende de los errores y, lo más importante, los acepta en público, sin importar quién esté presente. A un líder se le sigue, no por miedo, sino por convicción y confianza.
El líder siempre está allí, aportando más de lo que recibe. A pesar de las dificultades internas que pueda estar enfrentando, siempre se mantiene con la frente en alto. Da la cara frente a su equipo tanto en las buenas como en las malas situaciones, así como también a quienes le reportan, siempre de manera clara y asertiva.
Un líder no es hipócrita. No busca ser agradable a todos; lo que realmente le interesa es que todos comprendan cuál es el propósito del equipo y del él mismo. Se muestra transparente, pues no es más que otra persona.
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Un líder no es tu amigo, es tu compañero, alguien de quien puedes aprender y él hará lo mismo contigo. Conoce a su equipo, sabe cómo sacar lo mejor de cada uno para el beneficio de todos y no solo de él mismo.
El líder te da oportunidades para brillar y asume la responsabilidad frente a las críticas y los errores, porque, como dice el viejo dicho de un líder, "Toda falla es tu falla". Un líder no teme fallar una, dos, tres o cuatro veces, porque su visión no está obstruida por pequeños obstáculos.
Un líder está a tu lado, te guía, pregunta qué necesitas y disfruta haciéndote partícipe. Se involucra en los desafíos, se ensucia las manos y saca al equipo de situaciones difíciles enseñando que los problemas se resuelven mejor en equipo.
Un líder inspira para que surja su sucesor y que este mantenga esos valores. Aprende de los libros, de los cursos y, sobre todo, de la vida. Puede recibir golpes, pero nunca será derrotado; sus cicatrices son parte de su experiencia y su aprendizaje.
Un líder tiene su propósito claro, contagia liderazgo y no se enfoca solo en él, siempre hablará de "nosotros". Sabe cómo ser estratégico, analítico y centrado. No teme decir "no" y puede dar malas noticias asumiendo la responsabilidad de sus errores.
El líder no impone, propone. Sabe qué tipo de liderazgo aplicar según el entorno. Camina junto a su equipo, aprende, enseña, resuelve problemas y fomenta el respeto, un buen clima laboral, la confianza y la fe en cada uno de sus integrantes. El líder sabe perdonar.
Podríamos decir mucho más, pero sí, podemos resumir todo esto. Convertir esta utopía en una realidad es nuestra responsabilidad, para que todos los ambientes en los que participamos sean los mejores lugares para estar.
¿Puede ser un líder perfecto una utopía? Quizás, pero cada uno de nosotros puede esforzarse por convertir estos ideales en nuestra realidad. En todos los ámbitos de nuestra vida, esforcémonos por ser los líderes que queremos ver en el mundo.