ENCONTRANDO PAREJA VI
Dr. José Ramón Ponce Solozábal
La conquista
“La rama del árbol se encorva fácilmente si la doblas poco a poco con habilidad, pero se romperá si pretendes reducirla con todas tus fuerzas.” Ovidio
En ocasiones no hay apenas nada que decir o hacer, la relación fluye espontanea, se produce por si sola; por ejemplo, cuando surge amor “a primera vista”, o cuando se despierta un deseo sexual avasallante. Sin embargo, en otras se requiere de algunos esfuerzos.
Es muy importante medir la resistencia de quien se pretende. Si observas un débil sentimiento de aceptación, o ves indecisión, no te apresures. Actúa con cautela, sembrando simpatía cada día, poco a poco. Hazle pequeños, pero frecuentes, obsequios. Eso efectivo en hombre y mujer. Apóyale si sufre alguna adversidad. Contribuye a sus metas y propósitos. Aligera sus momentos de tensión. Halaga en forma inesperada.
Pero por el contrario, si el deseo y amor demostrado hacia ti es muy intenso, entonces no esperes. Actúa lo más pronto posible, no importa si es declarando amor o lanzándote con los besos y caricias. Si esperas mucho, dejas de ser atrayente, y quedarás sin nada.
“…el amor solo se alimenta de palabras tiernas” Ovidio
Sin caer en una posición ridícula, el halago es extraordinariamente efectivo, y lo es tanto para el hombre como para la mujer. Pero no es tan sencillo, para que sea efectivo y despierte atracción, debe ser espontáneo, inesperado, natural, casual, incidental, como simple comentario. Nunca puede sentirse ficticio, falso, intencional, ni insistente. Hacer mención alabanciosa de virtudes conocidas o esperadas, no ejerce ningún efecto. Lo influyente es lo desconocido o lo que no se cree merecer. Aunque parezca increíble, con una palabra se puede despertar la atracción; al menos al inicio.
Tampoco puedes ser insistente, o hacer mención alabanciosa de lo que no es creíble o inverosímil. Además, ten cuidado, también puede ocurrir lo contrario, una palabra mal dicha puede derrumbar la relación como un “castillo de naipes”. Es cierto que si gustas, cualquier palabra o tema será aceptada, pero no hasta el punto de decir algo ofensivo y desagradable. Esto se hace evidente también en consulta de psicoterapia, la palabra correcta puede eliminar la tristeza y el dolor, pero mal dicha es contraproducente.
Siempre responde a sus preguntas, no quedes nunca en silencio ni hagas pensar que guardas algún secreto. La franqueza es definitoria al inicio de la relación. Hay quien teme ser expresivo y diáfano por el temor de no ser aceptado, por desmoronar la unión recién creada, o defraudar de algún modo la pareja. Pero eso es un error, si no tienes confianza en ti mismo y tus valores, quedas en obligación de presentar una presencia falsa, no fidedigna, lo cual tarde o temprano llevan al fracaso. Además, si no tienes confianza en tu pareja es que dudas de su amor por ti, en ese caso ¿Qué sentido tiene seguir?
Pero tampoco, seas hombre o mujer, mires ni hagas alabanzas de índole sexual sobre otra persona. Si has avanzado en la conquista, en ese momento lo pierdes todo. Nunca hables, a menos que venga a colación y por narrar el pasado, de tus parejas anteriores. Si te gusta otra persona cercana, en el momento de la conversación, guarda silencio.
“Con cualquier pretexto debes mostrarte obsequioso” Ovidio
Busca algún pretexto para regalarle flores o algo agradable, pero algo inesperado. El regalo sorpresa, así sea algo simple, hace un efecto fulminante. Además, sucesivos pequeños regalos, por simple que sean, es más efectivo que uno costoso en un momento dado.
Si conoces de sus dificultades, sea de índole económica, social o de otro tipo, acude en su ayuda y apoyo. Pero si lo haces sin su participación, sin que lo sepa, y no se entera hasta tiempo después, el efecto se multiplica.
Otros detalles atrayentes, los cuales suponen cortesía, amabilidad, “que hacen grande un amor”, es que si algo se le cae, recógeselo. Si van a entrar en algún recinto, adelántate y ábrele primero la puerta. Si se van a sentar, toma una silla, se la ofreces y colocas para su comodidad.
Algunas mujeres sienten una electrizante atracción hacia el hombre que pasa o pone la mano por su cabeza en gesto de amparo, protección y cariño. Aun las menos acostumbradas o desconocedoras de esas conductas quedan impresionadas. Todas se conmueven ante actos de cortesía.
Me narraba una persona que teniendo estrecha amistad con una familia, la cual tenían varias hijas jóvenes, él se acercó a una de ellas, con la cual tenía menos confianza. Estando de espalda le imprimió un beso fugaz en la zona aledaña a su cuello. Ella, sorprendida viró la cabeza para saber quién había sido, aunque le gustó el gesto. Solo le dijo “!Qué gentil!”. A partir de ese momento ella demostró caluroso acercamiento hacia él. El hombre, debe tener muestras de galantería con todas las mujeres que encuentre a su paso, y la mujer debe mostrar también sus habilidades por dondequiera que se encuentre o camine.
“Muy fatuo y muy ridículo es el mancebo que espera que la mujer se anticipe…” Ovidio
Desde el primer contacto, hombre o mujer, puedes jugar con la mirada. Pero no solo la antes explicada sino algo más. La dirección de la mirada, fija y penetrante, debe ser sostenida y hacia el punto de nacimiento de los ojos, al centro de esa zona facial. Esa mirada es “absorbente”, subyugante, aunque quien recibe no se percata claramente de su influencia. Pero ¡cuidado!, esa mirada, o una sostenida de cualquier forma, puede despertar simpatía, e incluso exacerbar deseo sexual, solo si se acepta de quien mira, o sea si existe alguna señal, aunque sea mínima, de simpatía. De lo contrario se recibe antipatía, temor o repugnancia.
Con respecto a la mirada hay otro recurso a aplicar, y es válido tanto para el hombre como para la mujer. Es la mirada voluptuosa al órgano sexual de quien se pretende, despierta excitación en quien es observado, tanto para un género como para otro; de hecho numerosas mujeres gustan de llamar la atención.
Pero se requiere tener mucho cuidado con este recurso. En primer lugar esa mirada debe ser fugaz, rápida, que ella o él se percate, pero sin insistencia. En segundo lugar debe ser solo una vez, su reiteración puede ejercer un efecto contraproducente; algunas mujeres gustan de despertar ese tipo de miradas constantemente, pero otras no. En tercer lugar, la aceptación y efectividad de esa mirada requiere un mínimo también de simpatía. No necesariamente de la comunicación previa, tan solo es que al menos el contacto seas agradable. En cuarto lugar, una vez lanzada la mirada, e inmediatamente, se puede aparentar sentimiento embarazoso, como demostrando que la acción fue producto de impulso incontrolable.
No obstante, es de repetir que el tiempo y forma de esa acción con la vista está acorde a quien es observado, si se nota desprecio por ello lo mejor es abandonar la conquista.
Es de señalar también que los comentarios, expresiones, chistes y bromas de índole sexual, también son acorde a quienes lo escuchan. Algunas mujeres y hombres se excitan sexualmente con ello, o quizás muestran rechazo, pero ese efecto continúa en su mente.
Sin embargo ese recurso es inútil o contraproducente con quien requiere palabras elegantes, esas expresiones serían vulgares, despreciables, antipáticas.
“Si en su casa te niegan la entrada y aun aseguran la puerta con cerrojos, súbete al tejado, resbálate por el sin miedo y penetras por cualquier ventanal entornado. Seguramente ella se alegrará mucho cuando sepa los peligros que has enfrentado por conseguir verla…” Ovidio
El intentar romper cualquier obstáculo para alcanzar a quien se desea, hace un efecto no solo conmovedor, sino generador de amor. Conocí un caso donde ambos habían acordado hacer un viaje fuera de la ciudad, pero él no pudo llegar a tiempo para la partida, y ella se fue al ver que él no llegaba, él logró acudir a la cita pero era tarde. Atribulado por la adversidad, tomó un tren, y fue al lugar acordado, pero sin saber exactamente donde estaría ella. Estaba decidido a encontrarla de cualquier modo y a como diera lugar. Llegó, preguntó, buscó, encontró, sellando con esa audacia el amor con ese acto.
“¿Quién sino un tonto puede escribir a su amante en tono declamatorio? A menudo sucede que una carta llena de expresiones afectadas atrajo el desprecio a quien la escribió.” Ovidio
No trates de adoptar poses no naturales, falsas o exageradas con el fin de impresionar favorablemente a la otra persona. Aunque apenas existe en nuestro tiempo la costumbre de escribir cartas simplemente con fines amorosos, si se hace se deben utilizar palabras eficaces.
Tampoco converses utilizando palabras que no son legítimamente tuyas, o sea frases plagiadas. Corres el peligro de hacer el ridículo, y desde luego, perder lo conquistado. Además, cuando converses, no gesticules con exceso ni altisonantes exclamaciones. A quien está a tu lado le puede ser desagradable, peor aún, sentir un estado embarazoso ante quienes le rodean. Tampoco hablarle de modo que tu volumen de voz se escuche hasta el entorno de personas. Un tono bajo, suave, dulce, a veces susurrante, facilita el sentimiento de amor y deseo sexual.
Por otra parte, el comportamiento ficticio, carente de naturalidad, no solo es muy desagradable sino también es decepcionante. Hay quienes al inicio de la conquista intentan ofrecer una imagen falsa de sí mismo con el fin de demostrar ser alguien admirable, haciendo gala de numerosas virtudes, capacidades y posibilidades, sin ser cierto. Pero eso conduce a un callejón sin salida, con el tiempo se ve la verdadera naturaleza. Sé tú mismo, no finjas. Al final es mejor.
Puedes y debes mostrar virtudes, eso te distingue. Tanto ellas como ellos son atraídos por quien es diferente, quien no es común y corriente. Pero ten cuidado en no caer en fatuidad e inmodestia. La actitud arrogante, vanidosa, anula las posibilidades de conquista, y el amor fenece.
“…sobre todo, se discreto.” Ovidio
Es sumamente importante tener en cuenta que pocos defectos son tan devastadores como la indiscreción en torno a la relación, principalmente si es con respecto a la vida sexual de ambos; peor si proviene del hombre. También algunas mujeres lo hacen, pero es menos dañino. Para ellas es despreciable si el hombre expresa abiertamente sus éxitos de conquista, máxime si divulga secretos de alcoba. Quizás se le acerque alguna que otra, pero usualmente es despreciado.
“La sencillez es la mayor elegancia del hombre viril.” Ovidio
Tanto para el hombre como para la mujer la elegancia en el vestir es muy importante, aunque desde luego, la vestimenta aceptable es acorde a expectativa de la pareja, costumbres del contexto, y la figura física. No obstante, la ropa limpia y pulcra, siempre es conveniente. Mírate y busca en el espejo una y otra vez.
No intentes tampoco quedar en la vestimenta muy por encima de la pareja. En la primera salida de una pareja recién establecida, a causa de que no se definieron los términos del vestir, él llegó a la cita con jean y ropa casual, mientras que ella vino vestida con una elegancia extrema. Esta diferencia no fue causada por una intención errónea, sino solo por descuido de los participantes. Por ello, se debe prestar atención a las costumbres de cada uno, y ajustarse o modificarse en lo possible.
“Si te cita en el foro, acude con mucha antelación y retirate después de ella.” Ovidio
Otro aspecto crucial con respecto a la mujer es que no puede ocurrir jamás que ella quede esperando en una cita y él no llegar, o llega tarde. Si la mujer es quien llega tarde es mortificante al hombre, pero usualmente se acepta. Si el hombre incumple con el encuentro, lo más probable es que pierda la posibilidad de conquista. Ese hecho es definitorio.
“…si ves que tus humillaciones únicamente sirven para hincharla de orgullo, renuncia a tu pretensión y busca otros amores.” Ovidio
Un recurso también conocido consiste en que si al intentar la conquista notas su desprecio, entonces “viras la espalda”, pero te diriges hacia alguien, o varios, a los cuales les agradas. Evidencia satisfacción en la relación con esas personas, y al mismo tiempo muestras indiferencia hacia quien te despreció. Llega un momento que quien rechazó se pregunte, aun desde el fondo de su ser: “¿No habré cometido un error?” Si eres hábil para notar el cambio, puedes regresar a la conquista.
“Les aseguro que si el hijo de Príamo viera a Helena comiendo a dos carrillos se hubiera desilusionado con estas o parecidas palabras: ‘! Para que habré raptado yo a esta estúpida mujer’!” Ovidio
Ciertamente la conquista requiere cuidar las formas de conducta y pequeños detalles. Un “mal paso” puede abortar el inicio de la relación. Desde el comienzo del contacto, hombre y mujer se evalúan mutuamente. Un gesto, expresión o hábito repulsivo al otro implica un efecto contraproducente.
Si invitas a cenar, o te invitan, es necesario adoptar conductas en la mesa que estén acordes al lugar y a la pareja, lo que supone adaptarnos a quien se encuentra junto a nosotros. Si los suyos son refinados, debemos situarnos, en lo posible, a su altura, y si son groseros, no podemos tampoco actuar de modo que surja la vergüenza en la pareja. Si es una persona muy ajena a nuestras costumbres, la ilusión se pierde, y la relación también.
“Sea tu habla suave, luzcan tus dientes su esmalte; que tus pies vayan calzados justamente; que tus cabellos, mal cortados, no caigan en mechones, ni tu larga barba te erice el rostro; no lleves largas uñas ni sucias; no asomen los pelos por las ventanillas de tu nariz, y antes que nada, que tu boca no hieda con el fétido olor…” Ovidio
Dentro de los hábitos a tener en cuenta durante el intento de conquista, se encuentra la higiene y apariencia personal. Cuida tus olores y tu presencia aseada. Usa diariamente cremas y jabones olorosos, colonias y perfumes. Aprende a escogerlos, porque cada piel combina en una química diferente.
La importancia de la higiene y olores toman mayor magnitud al tratarse de la relación sexual. Algunos prefieren tomar un baño antes del encuentro, lo cual es conveniente; a menos que el deseo sea avasallador. Otros prefieren los olores naturales, les exacerba el deseo sexual el sentir olores propios de la piel u otros órganos, sean femeninos o masculinos. Pero otros detestan el mal olor, provenga de cualquier parte del cuerpo, y es más grave si se trata de la mujer.
“… no podrás conseguir la fidelidad de tu amada si a las perfecciones de tu cuerpo no unes las de tu espíritu.” Ovidio
No olvides ser totalmente franco y sincero. Una convivencia de pocas palabras, o peor aún, mantener secretos, es fatal para la relación. Es muy conveniente expresarte acerca de tu pasado, no esperes. Si te demoras, y después algo sensible conoce la pareja, te pones en “tela de juicio”. Además, describe tu manera de ser, gustos, costumbres, carácter. No te preocupes si sientes que su amor hacia ti no es el suficiente o satisfactorio. Siempre hay tiempo para sellar la relación y despertar amor apasionado si el hombre inspira sentimientos de amparo y protección en la mujer, o si ella logra que el hombre se sienta apoyado y comprendido.
En una cita debes recibir con una sonrisa, alegría evidente, y decirle lo mucho que le amas. El hombre no puede olvidar hacer mención a su belleza y la forma atrayente en que está vestida; aunque parezcan harapos. La mujer no puede dejar de comentar la elegancia y prestancia del hombre. Pero ni uno ni el otro pueden señalar defectos a la pareja, al menos al inicio de la relación. Lo indicado es obviarlos en lo posible, o minimizarlos si son evidentes.
También es muy conveniente, al inicio de comenzar la unión, un corto viaje. Algunos días separados enciende amor, pero no extenderte mucho porque puede ser contraproducente, y a tu regreso no encontrar más que el vacío. Regula los encuentros según las circunstancias, lo cual propicia el entusiasmo por cada momento a pasar juntos.
“… la mujer que conoce, por su parte, la existencia de una rival. Le sale la rabia del alma al rostro. El hierro, el fuego, no pondrán freno en su acción.” Ovidio
Por todos los medios posibles evita la posibilidad de los celos en la pareja, o de que se sienta en peligro de no ser la persona exclusiva. Usualmente, hombres y mujeres, prefieren la monogamia, al margen de otras prácticas como intercambio de pareja, u otras modalidades, las cuales siempre han existido, pero actualmente tienen mejor aceptación.
“Recuerdo que en cierta ocasión, en un momento de desvarío, jalé frenéticamente los cabellos de mi amada; pues bien, este instante de locura lo pagué con la pérdida de mi adorada. Ni me di cuenta ni creo que le rompiera la túnica. Sin embargo, ella lo afirmó y tuve que comprarle una nueva. Créeme, no pierdas nunca la cabeza…”
Ovidio