Energías Renovables ¿Realidad o ficción?
Hablar hoy en día de las bondades de las renovables puede parecer innecesario cuando ya se ha dicho mucho sobre ellas y han empezado a formar parte habitual de nuestro trabajo o de nuestra vida cotidiana. Pero lo cierto es debemos seguir apoyándolas más que nunca porque vivimos momentos muy convulsos para el sector que se dedica a impulsar estas tecnologías en España. Tras pasar un “boom” propiciado por una normativa de incentivos mal gestionada, ahora hemos pasado al extremo opuesto, es decir, a un vacío legal que deja en suspenso a miles de empleos, y lo que es peor, una campaña de desprestigio sobre las renovables que ha calado injustamente en la opinión pública.
Lo cierto es que prácticamente desde la revolución industrial, es decir, desde finales del siglo XVIII, la fuente energética de las sociedades desarrolladas está basada fundamentalmente en la quema de combustibles fósiles. Al principio fue el carbón y poco después se unieron el petróleo y el gas. Este paradigma energético ha ido cristalizando desde entonces en una serie de prácticas económicas, mercantiles y políticas a escala internacional que actualmente tienen una enorme inercia. Tratar de hacerles frente desde posiciones alternativas nos coloca en el ojo del huracán de un conflicto con grandes intereses de por medio.
Sin embargo merece la pena el esfuerzo de intentarlo, porque un cambio de modelo hacia fuentes de energía más limpias e inagotables trae consigo importantes mejoras a nivel político y social.
Las tecnologías para la obtención de energía renovable son limpias, no contaminantes y no generan gases de efecto invernadero (al menos no en su etapa de producción). La ecología ha buscado acciones y actitudes que tuvieran como objetivo último la salud, tanto para las personas como, de manera indispensable, también para el medio ambiente. Es por esto que las renovables han sido desde el principio la apuesta natural desde posiciones ecologistas que buscan un mundo más saludable.
Pero esta cualidad también tiene una visión urbana y política, ya que unas tecnologías más sanas permiten integrar la producción energética en las propias ciudades sin problemas de contaminación, a diferencia de otras fuentes. Esta integración en las ciudades, junto con la capacidad de ser modulables, posibilita un cambio importante respecto al modelo de producción energética tradicional centralizado y abre las puertas a nuevos roles para el consumidor, ya que le permite también ser productor dentro de una red distributiva de energía.
Como su propio nombre indica las fuentes de energía renovable son inagotables o autoregenerativas. Una sociedad basada en dichas fuentes puede planificar su futuro sin estar condicionada a picos de producción o a moratorias, lo cual abre una perspectiva mucho más estable desde cualquier frente político y social.
El pico del petróleo, es decir, la llegada al cénit de su producción es algo ya conocido y aceptado, tanto por la comunidad científica como por la industria petrolera. Si bien pueden quedar reservas para más de 100 años, la energía necesaria para extraerlas aumenta exponencialmente desde la llegada del pico, mientras que la curva de aprendizaje de las tecnologías renovables disminuye. Lo lógico sería por tanto que el momento en el que ambas curvas se cruzaran supusiera un abandono de los combustibles fósiles a favor de las renovables, sin necesidad de que las reservas de petróleo y gas lleguen a acabar (al igual que en la prehistoria la edad de piedra dio paso a la edad de los metales sin que la piedra se hubiera acabado). Pero esto no es probable que ocurra porque los intereses empresariales por rentabilizar esas reservas son enormes, lo cual nos expone a un futuro inestable con precios de la energía al alza.
A nivel macropolítico, es decir, a una escala que afecta a todos los países, debemos recordar que las fuentes de energía renovable están distribuidas de forma más o menos homogénea a lo largo de todo el planeta. Ello permite un acceso a la producción energética a gran parte de la población mundial y menores tensiones geopolíticas de las que generan los combustibles fósiles. Estos combustibles, repartidos de forma muy desigual en el planeta, son el origen de gran parte de los conflictos armados y desde luego lo son de la escalada militar desde el fin de la Guerra Fría. Hoy en día los ejércitos de las grandes potencias occidentales tienen dentro de sus prioridades, de manera directa o indirecta, mantener o ampliar el flujo de petróleo y gas desde los yacimientos hasta sus propios territorios.
Este desigual reparto de los recursos no renovables también tiene una clara repercusión económica. En el caso de España la dependencia del petróleo ocasiona un gran desajuste en la balanza comercial, pues no tenemos yacimientos de combustibles fósiles destacados. Mientras tanto el viento, el sol o las mareas son patrimonio nacional casi en cualquier rincón de nuestra geografía, por tanto la energía generada mediante fuentes renovables es un producto autóctono que redunda en nuestra riqueza y en la independencia con respecto a la fluctuación de los mercados internacionales.
A nivel micropolítico, es decir, a escala del ciudadano, el uso generalizado de las energías renovables posibilitaría un cambio en el paradigma de gestión al pasar del monopolio actual, por parte de unas pocas compañías, al empoderamiento por parte del ciudadano, es decir, a una mayor democratización de la gestión energética.
Hoy en día el uso de la energía es algo tan cotidiano en nuestras sociedades desarrolladas que podríamos decir que es un producto de primera necesidad. Sin embargo la gestión de la misma es opaca y distante al ciudadano. Desconocemos el origen de lo que se ha llamado como “déficit tarifario”, no sabemos las causas de las constantes subidas de la luz, nos sorprende la desconexión entre los precios del petróleo en los mercados internacionales y el precio de los combustibles en el consumo diario. Esta falta de transparencia en algo tan necesario como la energía podría transformarse si el propio ciudadano fuera productor y además gestor.
Para que se dé este cambio de paradigma se deben producir una serie de condiciones:
Primero una condición técnica: Es necesario poder producir energía por parte del propio consumidor, es decir, dentro de las ciudades de forma limpia, relativamente económica y a pequeña escala. Esto es algo que las renovables permiten hacer por su propia idiosincrasia.
Segundo una condición normativa: Debe haber una regulación que permita la producción de energía a pequeña escala conectada con la red de distribución general, y además, que la gestión de la misma sea sencilla, transparente y abierta al ciudadano. Actualmente en España con su famoso RD 900/2015 que no impulsa las energía renovable,debemos de fagocitar que que se apruebe el decreto sobre autoconsumo y balance neto. Este decreto posibilitará la producción a pequeña escala conectada a red, pero muy probablemente se quedará escaso en cuanto a la apertura de oportunidades para el ciudadano.
Tercero una condición organizativa: Debe existir una infraestructura de distribución que permita el funcionamiento de una red compleja de interconexiones entre los múltiples productores y consumidores que pueda haber en una ciudad e incluso entre varias ciudades. Afortunadamente la red pensada para funcionar de manera centralizada tiene la posibilidad de funcionar también de forma distributiva, por tanto esta condición se cumple con pequeños ajustes técnicos.
Cuarto una condición conceptual: Para conseguir un verdadero empoderamiento de la gestión energética debería extenderse entre la ciudadanía la idea de que la energía es un procomún, es decir, un bien que pertenece a todos, al que todos podemos acceder y que deberíamos poder gestionar de forma común.
Dicho esto y queda claro la capacidad que tienen las energías renovables de mejorar nuestro entorno económico-social, desde una perspectiva política. Si bien se ha hablado mucho de las bondades de estas fuentes de energía desde una perspectiva medioambiental, quizá es necesario incidir en esta dimensión política ya que probablemente este aspecto es el que más condiciona lamentablemente nuestros modos de vida e influir en el futuro de nuestra sociedad.