Entre lo común del bien y la tragedia
Del bien común a la tragedia de los comunes, solo hay un paso.
Toda organización humana, desde una pareja o familia, hasta una empresa o país, requiere de reglas y normas para operar adecuadamente.
Tu concepto de bueno y malo difiere en más de un sentido del mío o del de tu vecino, y máxime si hay intereses personales de por medio, Es decir, si en el asunto en cuestión puede haber un beneficio o perjuicio individual, mi opinión y acción al respecto se vera modificada de manera evidente.
Es por eso que desde la antigüedad, comenzando por el código de Hammurabi, en la antigua Mesopotamia, (Que si bien no es el primero, si es considerado el primero en alcanzar una claridad como para convertirse en referente), hasta llegar a las legislaciones actuales, toda civilización requiere de un conjunto de normas y reglas que unifiquen criterios sociales, para poder operar con cierta eficiencia.
Dentro de esos referentes entre los “manuales operativos sociales” uno que ha trascendido a su tiempo y espacio es el concepto surgido en la ciudad de Siena, Italia, a finales del Medioevo e inicios del Renacimiento, y al que la mayoría hacemos referencia sin tener la consciencia de su origen, y conocido como “El Bien Común”.
Este concepto parte de la sensibilización por medio del arte en el Palacio Público de Siena, a través de la magnífica obra mural de Lorenzetti, y es justamente esa lucha eterna y tortuosa en el interior de cada ser humano, entre el egocentrismo individual (la perenne tentación a anteponer los gustos, deseos y necesidades personales, por cualquier medio y a cualquier precio) contra la colaboración en colectivo por una interacción armónica y pacífica, en la que prevalecen la justicia y la razón.
Aquel “Palazzo” era administrado por los “9 comunes”, haciendo referencia al término “comune” (ayuntamiento) y que era un especie de “junta de gobierno”, elegida de manera popular entre el mismo pueblo.
El concepto de “Bien Común” hace referencia precisamente a las tentaciones a las que pueden ser expuestos aquellos individuos, de incurrir en un “mal gobierno”, dejándose llevar por intereses y beneficios personales, lo que terminará afectando a los intereses del “comune”, por beneficiar a los de alguno en particular.
Dicho de otra forma, es entender que el adecuado cumplimiento de mis funciones y compromisos con el bien común, resultan más “míos” incluso que los que de manera individual pueda considerar conmigo mismo, ya que el impacto del compromiso común, genera condiciones para preservar lo individual, cosa que no se da de manera inversa.
Sí todos y cada uno de los individuos que conforman una organización están dispuestos a cumplir y hacer cumplir los acuerdos, normas y reglas a los que en mayoría se han acordado, la responsabilidad, pero también el beneficio de la situación, será igualmente suministrado a quienes conformen y respeten ese “bien común”.
Por supuesto, la contraparte será el “mal común”, la falta de observancia y cumplimiento de esas normas y acuerdos, terminará sumiendo a esa comunidad en el caos, la violencia y la injusticia.
Así que la pregunta que me surge, es ¿cuál es la razón por la que nuestra especie cae de manera tan frecuente en esas acciones, aún a sabiendas de que las consecuencias tendrán un alto precio y se tendrá que pagar?
Siguiendo esta línea, me parece que lo que mejor ejemplifica esta postura mental es lo que se conoce como “La Tragedia de los Comunes”, planteada por Garret Hardin en 1968, y tomando como origen un planteamiento hecho por otro matemático en 1833, llamado William Forster Lloyd, que dice así:
-“La tragedia de los recursos comunes se desarrolla de la siguiente manera. Imagine un pastizal abierto para todos. Es de aceptarse que cada pastor intentará mantener en los recursos comunes tantas cabezas de ganado como le sea posible. Este arreglo puede funcionar razonablemente bien por siglos, gracias a que las guerras tribales, la caza furtiva, y las enfermedades mantendrán los números, tanto de hombres como de animales por debajo de la capacidad de carga de las tierras.
Finalmente, sin embargo, llega el día de ajustar cuentas, es decir, el día en que se vuelve realidad la largamente soñada meta de estabilidad social. En este punto, la lógica inherente a los recursos comunes inmisericordemente genera una tragedia.
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Como un ser racional, cada pastor busca maximizar sus ganancias. Explícitamente o implícitamente, consciente o inconscientemente, se pregunta ¿cuál es el beneficio para mi de aumentar un animal más a mi rebaño? Esta utilidad tiene un componente negativo y otro positivo.
1.- El componente positivo es en función del incremento de un animal. Como solo el pastor recibe todos los beneficios de la venta por ese animal, la utilidad positiva es cercana a +1.
2.- El componente negativo es en función del “sobrepastoreo” adicional generado por un animal más. Sin embargo, puesto que los efectos del sobrepastoreo son compartidos por todos los pastores, la utilidad negativa de cualquier decisión particular tomada por un pastor, es solamente una fracción de -1
Al sumar todas las utilidades parciales, el pastor racional concluye que la única decisión sensata para él, es añadir a otro animal a su rebaño, y a otro más, y a otro más… Pero esta es la conclusión a la que llegan cada uno t todos los pastores sensatos que comparten los recursos comunes. Y ahí está la tragedia. Cada hombre esta encerrado en un sistema que lo impulsa a incrementar su demanda de recursos ilimitadamente, en un mundo de recursos limitados. La ruina es el destino hacia el cual corren todos los hombres, cada uno buscando su mejor provecho, en un mundo que cree en la libertad de los recursos comunes, y esa libertad resulta la ruina de todos.
En cierta forma, esto fue aprendido hace miles de años, pero la selección natural favorece a las fuerzas de la negación psicológica. El individuo se beneficia como tal, a partir de su capacidad para negar la verdad, incluso cuando la sociedad en su conjunto, a la cual pertenece, sufre. La educación puede contrarrestar la tendencia natural de hacer lo incorrecto, pero la inexorable sucesión de generaciones requiere que las bases de ese conocimiento sean refrescadas constantemente.”-
Lo que vemos en ambos casos, el concepto de “Bien Común” y el de “Tragedia de los Comunes” son esbozos de una normatividad llevada tímidamente a un plano algo mas emocional de lo que la normatividad “legal” nos permitiría hoy en día.
Sin embargo, cabe aclarar que a final de cuentas la conducta como respuesta emocional, tanto social como individual, ha sido influida, incluso delineada a lo largo de nuestra historia, por el conjunto de leyes imperantes en cada cultura y sociedad.
Necesitamos entender la importancia de comenzar a integrar un componente más emocional, y por lo tanto, más humano, en nuestra forma de normar, reglamentar e incluso legislar nuestras organizaciones a cualquier nivel.
Una sociedad u organización sin consciencia emocional, difícilmente llegará a ver, entender y aceptar las implicaciones comunes de las conductas individuales. Me refiero a qué actualmente vivimos en una época en la que cada vez se nos “desdibuja” da manera más alarmante la búsqueda del bien común, y caemos en normalizar las tragedias de los comunes. Conductas que no pueden ni deben ser permitidas por ser fuente de aquél “mal gobierno” que nos lleva a la dictadura y la tiranía, incapaz de ver, medir y dimensionar el impacto común de su actuar, por ser contrario a sus intereses, es algo que no es difícil encontrar en ningún nivel del tejido social actualmente. Justificamos conductas y actitudes que son insostenibles por su repercusión en el total de la sociedad, escudados en los derechos individuales. Cada individuo vela por los intereses personales, justificado en su creencia de que “si los demás pueden ¿por qué yo no?”.
Necesitamos generar espacios seguros en los que la expresión emocional no sea estigmatizada, de manera que vayamos creando una convivencia emocional, que genere la oportunidad de expandir la consciencia emocional.
Las emociones no son algo que podamos ignorar, mucho menos nulificar. Tienen una función primordial en el cerebro humano, que hasta ahora hemos ignorado de forma absurda, y eso nos ha llevado a una sociedad caótica, violenta e injusta, en la que el bien común no tiene cabida.
Hoy te invito a cumplir tu parte, a instaurar y velar por el bien común en las organizaciones en las que puedes hacerlo, tu relación de pareja, tu familia, tu grupo de amistades, tu equipo de trabajo… puede parecer sencillo, no lo es. Pero el impacto de irse sumando a una visión cómo esta, es lo que puede cambiar a mediano y largo plazo, el devenir social de la humanidad.
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