¡Escúchame, 2020!
Hola, año pandémico.
No voy a preguntarte cómo lo llevas porque me hago una idea.
Llegaste como cualquier otro, nos dejaste entrar con ganas, propósitos y sueños sin saber la que nos tenías preparada.
Dejaste desde el principio entrever que no venías en son de paz, que algo te traías entre manos.
Parecía que iba a ser algo puntual (qué año no lo tiene) y que iban a ser un par de semanas en las noticias.
Ahora, a pocos días de que te vayas para siempre, me gustaría decirte que espero que te hayas quedado a gusto. Desde luego, te has lucido.
Nos va a llevar mucho tiempo olvidarte.
Has podido con muchas personas. Lo intentaron, lucharon como gladiadores hasta usar, literalmente, su último suspiro.
El arma con el que nos has atacado, a pesar de que ni se ve, ni se oye ni se toca, ha provocado tanto desconcierto como un tsunami o una bomba atómica.
Nos confiamos en que no era para tanto al principio... Y así nos ha ido.
Por una vez, hemos tenido (o al menos lo hemos intentado) que ir todos a una como Fuenteovejuna.
Nos has dado de lleno en nuestro punto más débil. Has sido listo. Nos has dado una lección, para qué te voy a engañar.
Hasta que llegaste tú, dábamos por hecho besos, abrazos, compañía...
Y pensaste que, quitándonoslos, perderíamos el juego. ¿Y sabes qué? Que te has equivocado.
A pesar de las vidas que te has llevado por delante, somos muchas las personas que hemos sobrevivido a tus agotadores 12 meses, a cada cual más intenso y desafiante.
Y ya sabes lo que dicen: «Lo que no te mata, te hace más fuerte» y, además, se aprende.
Y te olvidaste de esto.
No solo te olvidaste, sino que con tu bomba vírica has dado pie a que crezca aún más.
Hay una cita en un libro maravilloso, El infinito en un junco, que he leído mientras tu regalito nos obligaba a estar encerrados, aislados y escondidos, que lo resume muy bien.
Escucha:
«Lo único que merece la pena es la educación. Todos los otros bienes son humanos y pequeños y no merecen ser buscados con gran empeño. Los títulos nobiliarios son un bien de los antepasados. La riqueza es una dádiva de la suerte, que la quita y la da. La gloria es inestable. La belleza es efímera; la salud, inconstante. La fuerza física cae presa de la enfermedad y la vejez. La instrucción es la única de nuestras cosas que es inmortal y divina. Porque solo la inteligencia rejuvenece con los años y el tiempo, que todo lo arrebata, añade a la vejez sabiduría. Ni siquiera la guerra que, como un torrente, todo lo borra y arrastra, puede quitarte lo que sabes.»
A ti ya te llega la hora, no te queda tiempo.
Tú te vas, y desde luego que el precio por nuestra ignorancia inicial ha sido muy alto.
Pero en unos días te desvanecerás, mientras que lo que ahora ya sabemos perdurará en el tiempo, como siempre ha sido.
No nos puedes arrebatar lo aprendido.
Así que a los demás les pido: eduquémonos, leamos, aprendamos, conozcamos, estudiemos, investiguemos, saciemos nuestra curiosidad...
Firmado:
Una superviviente