No escuches al caniche
No me malinterpreten, yo amo a los perros. Me encantan y crecí en una casa repleta de todo tipo de amigos peludos. Pero los caniches… bueno, son un tanto particulares. Animales chiquitos y ruidosos. Capaz no los ves y de golpe te pegan el susto de tu vida. Ladran con un estruendo que no logran ni diez perros gigantes. Saltás del miedo, te palpita el corazón, casi que te generan estrés postraumático… y cuando los mirás: una cosita chiquitita blanca peluda, ocupando el mínimo espacio, cuya mordida como mucho te llegará a la rodilla, dependiendo de tu altura (sí, soy una persona muy bajita).
Hoy estaba en Twitter (me niego a decirle “X”) navegando por el escándalo y el horror que es, en este momento, mi país, Argentina. En ese consumo irrefrenable, me encontré con un tweet que me pareció un gran resumen de lo que está sucediendo:
No pude evitar salir un poco del escenario político y pensar también en mi trabajo. En lo que pasa con las marcas y las empresas. Llevo más de trece años trabajando en la industria publicitaria y casi ocho años acompañando a empresas, profesionales y estudiantes en mejorar sus estrategias e ideas a través de la diversidad y la perspectiva de género interseccional.
Algo que siempre surge en esas asesorías, charlas y talleres es el miedo a incorporar la diversidad, equidad e inclusión y las barreras que ponen muchos líderes (el uso del masculino en este caso no es genérico sino adrede). ¿Qué sucede, en realidad, si dejamos de hacer lo mismo que veníamos haciendo? ¿Podemos generar una crisis reputacional? A lo que siempre respondo: vayamos a la evidencia.
El estudio más conocido y citado cuando se habla de estos temas, el de la consultora McKinsey, nos muestra que una mayor diversidad en las empresas está directamente relacionada con una mayor rentabilidad. Las compañías con mayor diversidad de género y étnica tienen un 39% más de probabilidades de superar a su competencia. Esto nos lleva a una conclusión clara: la diversidad es un valor que no deberíamos ignorar al considerar estrategias de negocio efectivas.
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Salgamos de los números que parecen importar poco en esta línea de tiempo y usemos el sentido común. Más personas incluidas y más personas sintiéndose representadas significa, desde una perspectiva capitalista, más personas consumiendo y produciendo. Entonces, ¿son realmente los feminismos, la igualdad y la agenda de diversidad e inclusión las que generan crisis y no oportunidades?
El año pasado, la película de Barbie rompió récords en taquilla. Esta película, que incorpora una perspectiva feminista y DEI en toda su cadena de valor, fue trabajada por la marca Mattel de una manera -a mi parecer- maravillosamente estratégica, confiando en el valor de la diversidad y la visión de un equipo repleto de mujeres activistas. Aquí puedes leer sobre mis reflexiones al respecto: Podríamos ser Mattel, pero te c*gaste.
Este año en el festival de Cannes Lions asistí a un emotivo homenaje a Ilon Specht, la creativa detrás de la icónica frase de L’Oréal, “Porque yo lo valgo”. En esta charla, se celebró su legado y la profunda influencia que tuvo en la industria, trabajando para desarrollar una narrativa que empoderara a las mujeres y les diera voz. Su campaña revolucionó la publicidad y se convirtió en un ícono cultural, impulsando el cambio en la manera en que se representaban a las mujeres en la categoría. Pero no siempre fue así: al principio, los líderes no confiaron en su versión lanzando una que, obviamente, no funcionó. Cuando lanzaron la redacción de Ilon, ¡sorpresa! La campaña la rompió.
Entonces, ¿es realmente el feminismo lo que nos aleja del éxito, ya sea en términos de votos, rentabilidad o posicionamiento de marca? ¿Qué sucede en serio cuando aplicamos una perspectiva de género y diversidad? Nos encontramos con un mundo de oportunidades que no habíamos visto. Cuando dejamos de naturalizar las desigualdades sociales y culturales, comenzamos a detectar problemas reales y, por ende, a proponer soluciones creativas que generan un valor real a la sociedad. No hay nada más poderoso para una persona que históricamente ha sido excluida, que alguien se acerque y le diga: te veo, te entiendo, comprendo tus problemas y quiero ayudarte a resolverlos, de verdad. Consideremos que existen conjuntos enormes de públicos que han sido históricamente subrepresentados. La conexión que se establece cuando una marca ve y entiende estos problemas es poderosamente transformadora.
Me entristece profundamente lo que sucede en mi país: la violencia de género, el uso político de causas nobles y la revictimización y exposición de mujeres en los medios. Estos escándalos reputacionales, tanto en el ámbito político como en las marcas, nos enseñan que estas crisis no son consecuencia de trabajar las temáticas de género de manera coherente y responsable. Al contrario, surgen de la falta de compromiso con estas políticas, de no tener coherencia, de hacer un uso superficial de las causas.
Así que pongamos el foco donde realmente está el problema: el sistema patriarcal. No culpemos al feminismo. No escuchemos a ese caniche que ladra sin parar, culpando a quienes buscan la igualdad y la justicia. En lugar de eso, centrémonos en el enorme potencial que tenemos enfrente nuestro, en un mundo que nos espera para seguir siendo transformado.