Esfuerzo y práctica
Hace muchos años, cuando se comenzaba a conocer cosas sobre la plasticidad del cerebro humano, su capacidad para regenerarse o adaptarse y que con la práctica y la estimulación de ciertas zonas se podían mejorar sus resultados, se pidió a grandes genios de la época que, una vez fallecieran, donaran sus cerebros a la ciencia (curiosamente nadie quiso hacerlo antes).
Los científicos querían estudiar qué tenían estas personas de especiales y, una vez descubierto, su idea era que todos pudiéramos estimular y ejercitar estas zonas para convertirnos en genios de la humanidad.
Pero después de estudiar unos cuantos cerebros, no encontraron nada de especial. Ni las neuronas iban más rápido, ni tenían una cantidad especial de conexiones entre ellas, ni nada de nada. Lo único que encontraron es que tenían una zona del cerebro hiper-desarrollada, más grande de lo normal. Era una zona dedicada a la memoria y que el cerebro utiliza para recordar cosas, pero que los científicos ya habían visto desarrollada así en taxistas de Londres.
Londres es una ciudad gigantesca, con miles y miles de calles y los taxistas que llevan muchos años trabajando en ella son capaces de recordar de memoria un gran número de calles. Obviamente, los taxistas de Londres no son genios (al menos no todos ellos). Entonces ¿qué hacía tan especiales a esos premios Nobel que donaron su cerebro a la ciencia?
Fue unos años más tarde cuando surgió otra teoría que trataba de explicar este fenómeno. Era la llamada teoría de las 10.000 horas del libro Outliers. Esta teoría decía que la gente que destacaba en sus profesiones o deportes era debido a que había invertido a lo largo de su vida unas 10.000 horas en perfeccionar su técnica.
Se había visto que el primer violinista de una orquesta contaba con 10.000 horas de práctica, el segundo sólo 7.000 y así consecutivamente. Lo mismo para el cirujano principal de un hospital o el golfista que destaca ese año en el campo.
Macauley, una gran jugador de baloncesto en los años 50 que fue el primer MVP en un partido all-star, decía 'Si no estás practicando, alguien, en algún lugar, lo está haciendo, y cuando te enfrentes a él, te va a ganar'.
Pero (de nuevo hay un pero) esta teoría tampoco lo explica todo. Todos conocemos a balocentistas, golfistas o jugadores de fútbol que llevan más de 10.000 horas de práctica y nunca van a llegar ni a tercera regional (no quisiera vivir cerca del violinista que después de 2.000 horas de práctica aún está ensayando canciones de principiante).
Aquí es cuando llega una tercera teoría que explica que lo que tenían estas personas en sus cabezas no era más que curiosidad. Sí, simple curiosidad. Ganas de hacer, de saber, de comprender o como lo queramos llamar.
Esto es lo que hacía que esos genios que donaron sus cerebros tuviesen el suficiente entusiasmo como para dedicar 10.000, 20.000 o más horas de su tiempo a lo que les apasiona, probando cosas diferentes cuando algo no les funciona e intentando cosas nuevas que les lleve por caminos distintos.
Así que si quieres convertirte, por ejemplo, en un experto arquitecto Java, ya sabes más o menos el esfuerzo que tienes que ponerle. Por otro lado, asegúrate de que te gusta mucho a lo que te vas a dedicar. Vas a invertir ahí mucho tiempo y si no te apasiona lo que haces vas a ser difícil que llegues a un nivel avanzado. 1000 horas repitiendo lo mismo no suman más que las 50 primeras que fue lo que tardaste en aprenderlo.
Referencias:
- Outliers, Malcom Gladwell.
- Agile Innovation, Langdon Morris