¿Estamos en el Armagedón?
Cuando era estudiante e hice mi primer meritorio en un corto audiovisual, una de las escenas era una persona en un traje gris caminando por microcentro con un hacha de doble filo. Yo estaba espantada porque no teníamos un permiso explícito y no entendía cómo íbamos a hacer. Nadie lo miró. Nadie miró a alguien que tenía un hacha de doble filo caminando a plena luz del día. Años más tarde, yo estaba saliendo del trabajo en microcentro y estaba un poco abrumada por la cantidad de gente que pedía dinero entonces aprendí a no mirar y una señora tuvo que preguntarme tres veces para que me sacara los auriculares y la escuchara: quería saber cómo llegar al Hospital Fernández. Ese día lloré todo el día: sentí que yo no hubiera visto el hacha. Probablemente LinkedIn no sea el espacio indicado para leer esto y lo respeto, pero acá estoy. ¿Estamos con el hacha o nos sacamos un ratito los auriculares? si bien el Armagedón está en el libro de Apocalipsis, no es equivalente, sino que es el nombre del lugar en el que se va a librar la batalla final entre el bien y el mal. Como en todo viaje del héroe tenemos una decisión que tomar.
En las capacitaciones que se llaman “Human design” y prometen que la persona está en el centro, lo está como un consumidor. Se complementan con sobrecarga de trabajo, la vida que siempre tiene que ser productiva, la dopamina de los likes y ¿A qué llamamos un diseño humano? ¿Es humano lo que mostramos?
Y cuántas de esas noticias e informaciones nos rozan y nos vamos poniendo anteojeras para no ver: porque duele, porque nos sentimos impotentes ante eso. O porque sentimos que no podemos hacer la diferencia. Cada vez más trabajando horas extra que nadie paga, quedándonos más horas trabajando para “cuidar nuestro puesto de trabajo”, sacrificando tiempo personal para intentar sumar puntos con alguien que jamás nos va a dar el ascenso simplemente porque así ya estamos funcionando. O porque si hacemos este esfuerzo extra “fidelizamos a un cliente”. Y llueven discursos de miedo ante la situación del contexto, ante la incertidumbre y volvemos a agachar la cabeza. Pero, si hemos sido los arquitectos de esta cárcel, ¿No podemos al menos hacer el ejercicio de repensar los cerrojos a ver si alguno se abre o se modifica?
En ese mismo ejercicio de ser realistas, pero no presos de la situación, se me ocurrió listar 9 pequeñas acciones que, si pasan en conjunto, podemos empezar a cambiar el enfoque. Y creo que lo necesitamos. El trabajo es vincular, compartir con un equipo de trabajo, sentirse orgullo de lo que uno hace, son parte de la felicidad… no tiene por qué sentirse tan lejos.
1) Si trabajás en Recursos Humanos y sabés que se cerró la búsqueda o que se decidieron por otro, decíselo. No esquives la pelota en cada correo de follow up: tené corazón. ¿Te pensás que la persona no ensayó 100 mil cosas para escribirte eso? Decile la verdad. No te excuses en “legales me dice que…”, porque hay maneras de cortar la agonía del otro. Hacelo. Son cinco minutos y hacer sentir persona al otro.
2) Si un amigo o conocido tuyo se está animando a emprender y lo ves que se mata en redes para tener alcance: regalale un like, un compartir y un comentario. Lo hacés por famosos y por memes ¿Qué te cuesta por un amigo?
3) Si nos llenamos la boca hablando de la salud mental, no festejes al comentario malicioso en redes. No hace falta. Y si te da gracia, no sermonees. No aumentemos la hipocresía que hace aún menos falta.
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4) Tratá bien a los y las asistentes que están ahí sosteniendo todo lo que otros no quieren sostener. O lo que la cadena alimenticia cree que la base tiene que sostener. No te desquites con ellos cosas que no te animás a decir a los superiores.
5) Si te mandan un inbox o un mail con un CV horriblemente hecho y con ganas de iniciar sus primeros pasos, tené empatía. Estuviste ahí alguna vez: rezando que alguien se haya olvidado la puerta abierta y poder entrar. Tomate un ratito y dale algún consejo. Y aliento. Todos somos mejores cuando alguien cree en nosotros.
6) Siempre se defiende al par. Siempre. Eso se llama códigos: son hermanos de armas. Si estás ascendiendo en una compañía por ofrecer la cabeza de otro ¿Qué te pensás que te va a pasar a vos en el futuro? ¿Vos querés ser miembro de ese club? Entonces siempre el par es sagrado y se lo cuida.
7) Recomendá. Hay gente que tiene mucho miedo en dar algún nombre pensando que queda atado al destino y performance de la otra persona. Hay gente que es capaz de hacérselo sentir (si es que la performance no fue buena), entonces dieron la excusa perfecta a una serie de celosos e inseguros para no dar una mano a nadie. Considerando que “a mi nadie me dio una mano” (cuestionable) y que “les costó mucho llegar hasta ahí” (como si fuera que al resto la vida le resulta gratis). Recomendá y ayudá. Cuanto más grande sea la red de trabajo y encima la hayas ayudado a crecer, mejor también te va a vos.
8) Lo que tengas que decir de tu jefe, primero se lo decís a él. Si no te bancás eso, entonces cerrá la boca. Pero si se lo dijiste, el que sea que te pregunte algo: ya lo sabe y no lo dejás offside. Además, no hace falta hacer tóxico el ambiente de trabajo con eso.
9) Sé humilde en tus logros. Si vas a celebrar un logro tuyo (y estoy segura de que te lo merecés), sé humilde en el cómo y por qué te celebrás. Acordate que por cada logro, hubieron muchos llantos y muchos otros no son tan afortunados como vos. Sé puente y sé empático. Sé humilde porque los logros son breves como hitos y volvemos a la serie de fracasos para aprender cómo llegar al siguiente logro.
La única forma de salir del Armagedón es conectarnos entre nosotros, en lo humano y lo genuino. Trabajar y crear también es pensar qué mañana estamos construyendo. ¿Queremos un futuro donde cada vez hay más ataques de pánico, de ansiedad, de depresión? Las empresas no son edificios todo poderosos: son espacios construidos por humanos. Es hora de recordarlo más seguido. ¿Enterramos el hacha?
¿Qué sumarías a estas 9 sugerencias?