ETERNIDAD

A cualquiera podría parecerle complicado en un principio, relacionar la nieve con la eternidad, pero más confuso aún resulta que al tirarte en un colchón de nieve y de forma irremediable tengas que ver las estrellas, se te ocurra esa percepción. Pero yo la tuve, y con la locura fugaz de un meteorito, tan efímero y brillante como él, por mi fervor por las gentes, sus mentes, y los enmarañados hilos que nos conectan al mundo, a los otros, y en ocasiones crean en nosotros mentes geniales, por todo eso, comparto mi inspiración de esta noche.

¿Cómo mezclar un elemento material y palpable con un concepto abstracto e irracional, algo que puedes ver y tocar con algo que cuesta entender e imaginar? Resulta sin embargo que incontables cosas se extralimitan al único marco de lo que se puede ver. Como el mismísimo TIEMPO que nos tiene sujetos y acobardados, como el INFINITO, como la ETERNIDAD. Tres palabras, un sólo concepto, unidireccional, sin principio ni fin. Y puede que ahí, en ese sobrecogedor sentimiento de plenitud, empieces a entender cómo invade la mente la prodigiosa fusión de NIEVE y ETERNIDAD. De repente lo que se hace difícil explicar cobra fuerza y me llena también, para sentir cómo ambos elementos se asocian para generar una emoción conjunta.

La eternidad como la nieve, se apodera de todo, envolviendo en sus capas, copo a copo, año trás año, a miles, a millones, a miles de millones, todos los relieves, todos los altibajos, del terreno y de la vida. Cualquier grieta, cualquier objeto, todo lo recubre, lo esconde. Cuanto más transcurre, mayor el disimulo. Las líneas se suavizan, roturas y asperezas poco a poco se borran, y todo lo que destacaba por su tamaño o color se va equiparando. Sólo queda el blanco, blanco o negro, blanco y gris, blanco y azul. Todo se resume a dos o tres colores, según los caprichos del cielo. Dos elementos, infinitos y eternos, la nieve y el cielo. Ambos pueden presumir de dejarnos en jaque. Pues nadie puede señalar un momento preciso como el del comienzo del tiempo, como tampoco dónde cayó el primer copo. Se pierden los límites, y nadie es capaz de decir dónde están los bordes, dónde está la orilla del camino. Únicamente prevalecen las corrientes, la de los ríos y riachuelos, que como las corrientes humanas siguen su paso por la eternidad. Como las capas bajas de la nieve, se derriten, dejando paso a nuevas precipitaciones, nuevas generaciones, cruzando una tras otra la eternidad, cabalgando, llevados por la corriente del tiempo, que jamás se detiene.

Sigue nevando, cada copo, un día. Uno no cuenta. Todos, ni los cuentas. Todos juntos, cuentan. Es tu vida, y nada te excita más que dejar huella en ella. Entonces das un paso, los pasos que haga falta, y pisas fuerte. Avanzas, o te hundes, y sigues. Un paso, una huella en un campo infinito, y queda desapercibida. Mañana ni siquiera se verá, ha seguido nevando. Han pasado los días, ha seguido nevando, tu huella, como tú, es insignificante.

En esta lección de humildad la nieve y la eternidad nos afectan y enseñan. Nos invaden de su grandeza con la misma fuerza que nos invade el elemento más estremecedor que lo componen a las dos: el SILENCIO. Tú, la nieve, y el cielo...y el SILENCIO. Si ha caído la noche, mayor es el asombro. Eres la privilegiada eminencia presente en el escenario más puro y grandioso del universo. Partícipe de una obra maestra, la creación entera está a tus pies, por un momento, aislada del suelo, como sobre un cojín de nubes caídas desde la bóveda celestial, extendida como una gasa de purpurina sobre tu cabeza. Las estrellas centellean, como saludando tu presencia con su brillo. Llevan años luz viajando hacia ti para el obsequio de esta noche, y no quieren que sepas que algunas fallecieron desde hace mucho.

Ahora tus ojos también brillan, y reparas en que hasta en esta noche profunda, hay más claridad que nunca. Todo resplandece, y una sensación ilumina tu espíritu maravillado: no eres insignificante. Desde tu irrelevante condición te sientes único. Tú, la NIEVE, el CIELO ... y el SILENCIO. En esa extensión infinita, sientes la eternidad, que eres parte de ella. En esa extensión blanca e infinita, ahora tú destacas más que nunca. En ese silencio que infunde devoción, puedes desafiar al mismo cielo y gritar como nunca. El eco hace oídos sordos, nada retumba, nada resalta. Sólo TÚ, la NIEVE y el CIELO, en un momento de la ETERNIDAD. Podrías estar en la Luna, o en Alfa-Centauro, es lo mismo, ¡qué digo! es mejor. Nunca jamás en otras circunstancias habías sentido tanto el significado de la palabra PAZ.

Stella Moreno Gómez

Creativa & Diseño, Periodista multiplataforma

5 años

Nunca se me hubiera ocurrido asociar la nieve con la eternidad😊😉...pero es bonito vivir a 2 metros del suelo.... Somos un inmenso universo por descubrir con suelo firme y bóveda flotante.

Isabel Sabater Sánchez

Atención al cliente/ Licenciada Geografía e Historia

5 años

Pequeña me siento ante esta inmensa nevada de palabras maravillosas que cae de tu alma.

María José Gelbert

Analista Financiero | Control de Gestión | Banca

5 años

Frank. Maestro de las palabras y la sensibilidad. También de las reflexiones profundas, de la metáfora, de la poesía.....Yo diría que eres un filósofo de la vida en verso. Sólo tu puedes hacer esta reflexión sobre dos conceptos tan opuestos y dispares. LA NIEVE, el CIELO, el SILENCIO y tu POESIA....Gracias por este regalo.

Frank, menuda danza de palabras encadenadas creando un significado tan profundo. Me ha entusiasmado. Dice tanto que hay que releerlo varias veces para sacar todo su jugo. Gracias!!!!!

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