Eterno Diletante (Si sos uno de estos… no está tan mal)
“Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado.”
JORGE LUIS BORGES, El Otro
¿Alguna vez sentiste que te atraían diversos intereses y tuviste que elegir tan sólo uno de ellos? ¿Tu rol en la organización donde te desempeñas implica que aúnas disciplinas heterógeneas o más bien te demanda una especialización en las tareas? Dícese diletante a aquella persona "Que tiene afición por una o varias artes o disciplinas del saber". Oí este término por primera vez en la voz de Alejandro Dolina, haciendo referencia a una cualidad propia de su persona, que cultiva saberes diversos, pero sin llegar a profundizar, o especializarse, en ninguno de ellos. Esa idea, sin saber en aquel momento muy bien porqué, ocupó mi mente por algún tiempo. Y es que la idea de Dolina me resultaba familiar, casi cotidiana. Luego de una pequeña revisión de mis gustos, placeres y conocimientos, caí en la cuenta de que el término de Dolina aparecía para echar luz sobre un asunto que hacía tiempo quería expresar, pero no encontraba el modo, o la metáfora (ese impulso a creer nuestros problemas tan únicos). Entendí que yo también era ese eterno diletante, ese sujeto que, como leí en algún lugar que ya no recuerdo, sabe nada de mucho en contraposición a un segundo tipo de sujeto que sabe mucho de nada. Quienes me conocen, conocen mis más variados gustos, que pueden ir desde un genuino interés por la historia, la literatura (especialmente la borgeana, en todas sus formas), el ciclismo, el autostop, los viajes, la música, el running, la gastronomía, la filosofía, hasta las teorías contemporáneas del management, la teoría de la decisión, la probabilidad, la ciencia de datos, las finanzas, la programación, la docencia y otras cuantas más. Quizá, la directriz que relaciona todos esos diversos gustos sea la curiosidad, no lo sé. Y me sucede que, siempre que alguien oye sobre mis gustos y alguna que otra cualidad que cree que puedo tener, termina resaltando esto como un aspecto positivo, como una virtud. Quizá lo sea, quizá no. No lo sé. Pero, ¿es que existe, acaso, un mundo posible donde todos esos gustos se conjugan? Me propongo pensarlo, y quizá maquetar alguna posible respuesta, siempre abierta y nunca exhaustiva.
El eterno diletante enfrenta un dilema constante, el de la hiperespecialización que impulsa un mercado laboral que, aunque ferviente por abrirse a una nueva cosmovisión que puja con fuerza y parece avanzar sobre áreas específicas crecientemente en los últimos años, no termina de llegar y asentarse. Y es que sucede que, si uno conoce un montón de diferentes cosas, maneja un montón de diferentes herramientas, entonces termina por no conocer ninguna, como aquel dicho que citáramos al inicio. Y la lógica cotidiana, presente como un sesgo en cada decisión que tomamos, en cada pensamiento que tenemos, pareciera indicar que, si uno dedica mayor tiempo a determinadas tareas, entonces obtiene un mayor conocimiento de esas tareas. Por lo tanto, siguiendo con el mismo razonamiento inductivo, si nos tocara comparar a dos personas que han utilizado el mismo tiempo, pero una ha realizado dos tareas (A y B), y la otra ha realizado una única tarea (A), probablemente la tendencia inicial sea indicar que la experiencia de la persona A es mayor (¿podríamos llamar a esta experiencia especialización y decir, así, que la segunda persona posee una mayor especialización en la tarea A?). Sin embargo, hay algo que pareciera quedar fuera de esta ecuación que se presenta casi lineal, algo como una suerte de error (¿un beta?) que, quizá, podríamos no estar contemplando ¿Qué sucedería, acaso, si incorporáramos la calidad del tiempo que se ha pasado realizando esas tareas al análisis? Claro que la calidad del tiempo es una variable tanto más complicada, más compleja, de cuantificar que el tiempo en sí, lo que implicaría otro desafío. De este modo, el eterno diletante comienza un paso detrás del imperecedero especialista.
Cuando parecía no encontrar una explicación, y rendirme a la fuerza de un entramado socio-organizacional que preponderaba el hiperespecializado por sobre el diletante, llegó a mis manos un libro de David Epstein, que se titula “Amplitud” (“Range”). Epstein, además de apoyar la hipótesis de la calidad del tiempo antes mencionada (el que, hasta el momento, era el único argumento escaso que poseía para defender a este diletante), subvierte esta concepción y subtitula su libro “Por qué los generalistas triunfan en un mundo especializado”. Con el fin de darle fuerza a esta afirmación, presenta ciertos argumentos en favor de los que él llamó generalistas, que aquí he de llamar diletantes. Epstein, no sólo menciona algunos casos verídicos, muy famosos, sino que además sostiene ciertas afirmaciones en favor de éstos. Dentro de estas afirmaciones, se encuentran:
- La capacidad que poseen los generalistas de extrapolar pensamientos de un campo de conocimiento específico a otro completamente diferente (como por ejemplo, encontrar una relación entre el movimiento de una pelota de tenis en el aire y el desplazamiento de ciertas partículas).
- Cierta predisposición de los generalistas a buscar diferentes perspectivas frente a la resolución de un problema, provenientes de cada uno de sus campos de interés.
- La flexibilidad que poseen los generalistas para desenvolverse en contextos de incertidumbre o cambio constante, vertiginoso, gracias a la diversidad obtenida.
Estas son sólo algunas de las ventajas que Epstein menciona, a lo largo de su recorrido por el mundo de los generalistas.
Las páginas de “Amplitud”, me regalaron cierto alivio. Quizá, también haya lugar para estos eternos diletantes, quizá convivan con los especialistas. O, quizá, el vertiginoso presente que se escurre y transforma, nos empuje a todos a ser un poco más diletantes y a fundir conocimientos de diversas áreas.
¿Acaso será esta una de las capacidades que el nuevo mundo (más bien el actual) requerirá? ¿Hacia allí se desplazarán las organizaciones que hoy nos rodean? ¿O será más bien una tendencia, casi una moda? ¿Nos encontramos preparados como individuos, como organizaciones para encajar en estos nuevos modos?