Extra: Obituario silencioso de un Oficial de la Policía Nacional

Extra: Obituario silencioso de un Oficial de la Policía Nacional

Escribir una necrológica anónima puede parecer un sinsentido pero a él le hubiera gustado así. Era mi tío y además la persona más simpática e ingeniosa que he conocido, yo era un niño cuando llegó a la familia y rápidamente se hizo querer. Tenía fama de mal conductor, aparcaba en un garaje apartado de casa y le gustaba ir solo a por el coche, volvía dando empentones que casi parecía que iba a desmontar el coche, cuando sus cuñados hacían chistes con sus frenazos y acelerones, él sonreía y decía que hay cosas que de viejo no se aprenden.

Estaba orgulloso de su trabajo pero no contaba nada, alguna vez se descolgaba un retazo pero poca cosa. Instructor de tiro y de defensa personal era duro como un pedrusco, aunque nadie lo habría dicho viendo su sonrisa y el cariño con el que nos trataba. Formaba parte de las unidades de reserva, CRG, y pasaba largas temporadas fuera de casa, en aquellos años en los que España dió un salto cuántico y se colocó de nuevo en Europa, las CRG y luego las UIP, actuaban en todo el territorio nacional en los supuestos de prevención y de peligro inminente o de grave alteración de la seguridad ciudadana.

Ir de visita a su casa era una fiesta, siempre alegre nos contaba cosas divertidas de los lugares que visitaba. La visita comenzaba de una forma un poco extraña, nos parecía una broma, cuando llamábamos al timbre, él preguntaba desde dentro con un tono imperioso: — ¿Quién es!–, parecía un ogro, y en cuanto contestábamos entre risas — ¡Nosotros!– abría la puerta con una sonrisa. Tenía además un gesto peculiar, siempre echaba un vistazo rápido a la escalera por si alguien se había quedado atrás. Yo era muy observador y mi mente infantil pensaba — ¡Qué sí, que ya estamos todos, hombreeee!–

Cuando cumplí once años, fui un fin de semana a su casa para quedarme con sus hijos mientras él salía a cenar con la jefa (el llamaba a mi tía la jefa). Ese fin de semana empecé a entender muchas cosas. La primera regla era que si sonaba el timbre debíamos meternos en una habitación y no salir al pasillo. La puerta la abría siempre él, me dijo muy serio, creo que nunca lo había visto tan serio. 

El domingo por la mañana cuando mis padres fueron a buscarme vi la escena que tanta risa nos daba desde el otro lado de la puerta. Mis padres llamaron a la puerta y mi tío pasó como una exhalación por el pasillo, me asomé y vi como pegado a una pared del pasillo llegó silencioso hasta la puerta y se puso al lado de la misma, con el costado izquierdo apoyado al muro, empuñando una pistola negra que apuntaba a la puerta, — ¿Quién es!– preguntó con su tono característico y mi hermana y mis primos a coro entre risas gritaron: — ¡Nosotros!– mi tío recogió el brazo derecho a la espalda abrió la puerta con la mano izquierda recibiendo a todos con una sonrisa y al pasar el último echó un rápido vistazo a la escalera.

Ese momento fue una revelación, lo comprendí todo, el significado de los acelerones y los frenazos y por qué iba solo a por el coche, imaginé que se tomaría su tiempo antes de subir, revisando hasta el último resquicio y aún con todas las precauciones, llegaba a saltos no fuera que se le hubiera escapado algo.

Les podría contar más cosas, pero es suficiente para definir a mi tío y a todos los que como él mantuvieron (y mantienen) alejado el horror de nuestras vidas. Él era un tipo duro que vivía en la frontera, en esa línea delgada que separaba la vida normal que llevábamos todos los demás y el odio fanático y absoluto que gracias a su esfuerzo ignorábamos felices. 

Quizá les podría hablar de mi tía (la jefa), todavía vive, y ella sabrá las noches que habrá pasado en blanco pendiente de la radio o de la televisión durante las largas ausencias de mi tío. Una vez que fuimos a comer a su casa mi tía estaba rara, como triste, los hombres bajaron a tomar vermú y a comprar el pan mientras los críos poníamos la mesa, mi tía se llevó a mi madre y a otra hermana al dormitorio y les mostró un uniforme envuelto en una funda de plástico. El uniforme era el de un compañero de su unidad que hacía dos semanas había sido ametrallado durante el servicio. Se pasaban el uniforme y lo custodiaban unos días, en cada casa, era su forma de honrarlo, desconozco lo que harían después, intuyo que lo recogería la viuda, o la madre. Son los códigos de los hombres de honor.

Mi tío era un hombre valiente, recuerdo cuando se jubiló, ya en una comisaría de provincias, le pidieron que se reenganchara unos años. Dijo que no, que él ya había cumplido. Sus sobrinos le hicimos una fiesta, colocó el diploma en el salón de su casa justo encima del sillón donde le gustaba ver el fútbol y su medalla al mérito policial de exposición en el armario grande al lado de las copas de champán, había sitio y méritos para más medallas pero no todo es luminoso en el cuerpo, aunque si él nunca se quejó no seré yo el que lo haga.

El cáncer le sorpendió poco después, mientras dedicaba sus días a la alfarería. Como él decía contra las enfermedades no se lucha, se obedece al médico y a correr, y así hizo hasta que el médico dijo que ya no había nada más que hacer, siguió como si nada, esperando a la muerte entre sus cacharros de barro con su sonrisa, siempre cariñoso y siempre con una palabra amable. 

Ya hace unos años que murió rodeado por su familia, amigos y compañeros. Sereno y tranquilo en la cama de un hospital sabiendo que él había cumplido. Ahora reposa en un sencillo nicho rodeado de sus compañeros, compraron los nichos juntos hace ya muchos años no fuera a ser que tuvieran que presentar los papeles antes de tiempo. Nada en su aspecto los diferencia de los demás, y así debe ser, pero los que los conocíamos los vemos en formación, siempre preparados, siempre atentos y dispuestos a ayudar. Adiós tío, muchas gracias.


DIEGO CASTELAR VALENZUELA

Consolidando la Cultura de Seguridad y Salud de las organizaciones a través de la innovación en la comunicación, liderazgo, la formación y el uso de las nuevas tecnologías.

1 año

Cuantos héroes y heroinas anónimos. Del ideario de la BRIPAC ..."Nunca se sabrá de mis hazañas por mis propios labios"... Ánimo¡

Luis Ariel Del Molino Arias

Director de Seguridad C.A. Osasuna / Jefe de Seguridad Nacional - PSNA / Instructor de Tiro / Instructor de Protección Personal / Docente Certificado de Profesionalidad SEAD0112 / Profesor de Seguridad Privada (CNP Y GC)

1 año

Honra a los hombres de honor e integros, que desgraciadamente, apenas quedan. Admiración absoluta.

Jordi H.

Gerente en Bcn Prevención Integral

1 año

Maravilloso. Más que una edición extra, es extraordinaria Jesús Berenguer. Gracias

Diego Lopez Tamames

TPRL. Director ejecutivo producto y operaciones en Prevencontrol.

1 año

Ese concepto de vivir en la línea es poderoso. Siempre que hablos o trato con un policía ( si si miembro de las fuerzas y cuerpos....) esa línea ese concepto está presente. Siempre me queda la situación de no vivir más que en el 70% de la realidad y que esa otra persona la conoce entera.

Diego Gonzalo Porcel

Ingeniero Industrial - MBA

1 año

Está claro de dónde has sacado tu vocación, y no me extraña con ese mentor en la familia. Un fuerte abrazo Jesús

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