¿FESTEJO?

¿FESTEJO?

Hoy después de regresar del trabajo, subí las escaleras hasta el último piso, que era el decimosexto, ya que el ascensor estaba estropeado.

A pesar de estar en forma, cada peldaño se dejaba sentir pesado y doloroso, lo importante era el final, pensé, y llegué con falta de aire.

Llegué a la puerta que permitía el acceso a la azotea, nadie se preocupaba de echarle llave seguro nunca nadie se había arrojado al vacío

Giré la perilla crujió corroborando su poco uso, lo mismo pasó con las bisagras, tuve que empujar con fuerza por la resistencia que ofrecía

Recibí un golpe frio, el viento arreciaba, ello me hizo recordar el pronóstico del tiempo anunciaban que el invierno terminaba vaya alegoría

Tropecé al primer paso me aferré a la perilla, pese a ello mis rodillas se dieron de lleno con el duro y frio rellano un gemido se me escapó

La amplia olvidada y sucia azotea. Estos lugares tienen un sabor desolado, de abandono, era mi aliada. No imaginé la soledad sería mi amiga.

Mi primer paso, fue titubeante al igual que mis pensamientos me encaminé a la cornisa, la cual era amplia, forrada con placas metálicas.

Mi compañera, la soledad, no decía nada, solo el frio viento ululaba en los diferentes resquicios de las oscuras siluetas presentes

La escarcha crujía a mi paso, siendo un acompañamiento inesperado y a la vez armonioso. Dicho compás estaba ahí hasta que llegue al borde.

Levanté la pierna izquierda y apoye mi pie en la resbaladiza superficie tome impulso ya nadie podía detenerme ahora tocaba lo más importante

Allí estaba al ritmo del viento mis pensamientos, volví a la realidad con el tono de mi celular. Ya nada importaba. Esa llamada era tardía

Volvió a sonar, lo saqué del bolsillo del abrigo vi quién llamaba, me produjo una irónica sonrisa, era tarde, la decisión estaba tomada.

El día de ayer, había llegado rápido y como consecuencia de las acciones todo reventó y de qué manera. Solo había un camino y era el único.

Ahí estaba al filo de mi destino. Todo había sucedido de acuerdo a lo planificado. Nada había fallado. ¿Debía felicitarme? Incrédulo soy.                                                                                                   

Ahora era el momento Lo hacía gritando o en silencio. La ocasión seguro ameritaba un fuerte desahogo en forma de alarido, para darme valor

Así llegué a ese punto en mi vida, de no retorno por una cuidadosa planificación. Esta vez todo salió bien de acuerdo a mis planes.

Así que eso fue lo que decidí, saltar gritando, haciendo el mayor alboroto de que fuera posible. Inhale fuertemente, tome impulso y salté.

Salté en el edificio más alto, con la mejor vista, salte de emoción, salté eufórico, salté y grité con toda la capacidad de mis pulmones.

Salté repetidamente sobre la amplia cornisa, Grité en todas las direcciones. Grite y salté, era de triunfo de alegría, satisfacción.

La promesa se había cumplido, por ello me daba esa satisfacción personal de saltar y gritar. Era ya la quinta vez que cumplía este ritual.

Cuando las cosas salían bien, subía a este lugar y festejaba a mi manera. No invitaba a nadie, solo en la compañía de mis pensamientos.

Saltaba sobre mí mismo, los gritos de alegría eran indistintos, palabras, gruñidos, hasta el mismo Tarzán se hubiera se hubiera asombrado.

Después de este ya ritual regresaba sobre mis pasos, volvía a mi vida, esa que había construido con ahínco y que compartía con los que amaba


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