Festival de Viña 2024, día cuatro: Anatomía de un perreo (y de un bochorno)
"Hoy bailamos hasta abajo", dijo María Luisa Godoy en los primeros minutos de la cuarta noche del Festival de Viña 2024. Las revoluciones en materia de baile y música avanzaron en tiempos pretéritos con melenas, movimientos de pelvis y piruetas que mostraban piernas. Desde los años 90 hasta los 2000, se gestó aquella coreografía sensual llamada "suavecito para abajo". O simplemente "hasta abajo". En el diccionario popular, entra en la categoría de "perreo".
Curiosamente, quienes bailaron el reggeatón de la vieja escuela (Daddy Yankee, Don Omar, Wisin y Yandel, Zion y Lennox, y un largo etcétera) tienen problemas serios para comprender lo que derivó del fenómeno. La tecnología avanzada, los programas de edición y las mismas redes sociales —en especial Instagram y TikTok— crearon un auto deportivo muy simple de escuchar, bailar y procesar, llamado trap. La música urbana cosechaba lo construido durante años. Sus mismos precursores hablaban de la democratización de la música.
Y toda revolución tiene su resistencia. Que eso no es música, que no se les entiende nada, que es más sexualizado que el reggaetón de antaño. El pasado 9 de diciembre, el columnista Óscar Contardo escribió lo siguiente: "A diferencia de la escena pop de la década pasada, la gran mayoría de sus exponentes surgieron de una clase trabajadora abandonada a su suerte, con muchísimos menos recursos culturales que sus predecesores".
Dicha columna —que recomiendo muchísimo leer— habla sobre la "izquierda que no sabe perrear". Y aquí nos sumergimos en la anatomía de un perreo. ¿Por qué un artista como Mora no puede recibir los mismos vítores que Daddy Yankee? ¿Y por qué un músico urbano no puede tener el mismo aprecio que un Luis Miguel o los dos Beatles que siguen vivos? ¿Por qué la Quinta Vergara sí puede recibir a Andrea Bocelli, pero no a Anitta? Se les olvida esto: lo que es popular para ellos, no necesariamente lo es para ti. Y el Festival de Viña es pura democracia, aunque parezca más bien dedocracia.
Tras la bienvenida de los animadores, Mora apareció en un escenario lleno de humo, digno de Carlos Pinto. De fondo, la pantalla proyectaba un fondo lleno de relámpagos, casi galáctico, como si estuviéramos en presencia de un OVNI. Ah, sí, posiblemente un boomer lo consideraría como tal. Arrancó con "Media Luna", envuelto en una chaqueta metálica que parecía saco de dormir y que será el grito de la moda para los meses fríos de este año.
Una de las canciones más escuchadas de Mora en Spotify se llama "La Inocente" y tiene más de 600 millones de reproducciones. Y su playlist básica consta de temas con 100, 200, 500 millones. Atributos para estar en el Festival de Viña tiene de sobra. Mora se desplazó sobre el escenario vestido de blanco, con una musculosa negra debajo, jockey al revés con la bandera de su natal Puerto Rico y lentes negros. ¿Por qué los grandes y no tan grandes artistas usarán lentes oscuros? ¿Tendrán migraña crónica? Es un detalle. El monstruo saltó, gritó, perreó. Entre el público se veían adolescentes que a lo mejor ya entraron a clases o entrarán la próxima semana.
Mientras tanto, en la plaza pública de Twitter/X, el algoritmo mostraba desconocimiento del artista en cuestión. Pamela Díaz apareció en varios tuits con el clásico meme "no sé quién es". Otros añoraron la presencia de Andrea Bocelli, suponiendo que se trata de personas que compran abonos en el Teatro Municipal y que sí vibran con la ópera, no como Claudio Palma. Y aunque duela en el cora, Mora se llevó las mismas aves que Bocelli.
Hasta antes de la pandemia, Lucho Miranda trabajaba como contador. Formó parte de las tantas reinvenciones que obligó el covid. Una vez más, Guru Guru se hizo presente como fórmula de apoyo. "No estoy curao", dijo el comediante, intentando explicar su discapacidad motora. "Estuve ocho minutos sin oxígeno", contó con soltura, "hago muchos chistes sobre mi discapacidad". Se ganó al monstruo por su originalidad y sencillez, sin nervios ni disfraces de por medio. Muy probablemente, el término "parálisis cerebral espástica" fue el término más buscado en Google durante la noche.
Recomendado por LinkedIn
Manuel Turizo lo miraba fascinado y fue partícipe en el inicio de la rutina, sobre todo en "te mando los chistes en PDF". El público se reía con ganas, ante ese humor con inclusión. Siempre es posible reírse de uno mismo y de otros como el Pelao Vade, por supuesto. El punto lo dijo él mismo: reírse con el consentimiento de la persona. Cuánta falta nos hace la palabra "consentimiento" en todo lo que hacemos.
Si bien definió su rutina como "humor oscuro", lo cierto es que se trató de la rutina más blanca del mundo. Con una simpleza y picardía que alcanzaban niveles altos de ternura, abordando un tema tabú como la sexualidad de las personas en situación de discapacidad, Lucho Miranda se ganó el corazón del monstruo, que celebró todos sus chistes oscuros, que en realidad eran prístinos. Manuel Turizo le entregó la primera gaviota inclusiva en la historia del Festival de Viña: una con un gancho para que pudiera tomarla sin problemas. El bis fue corto, pero implacable: "No queremos dar pena, no queremos dar lástimas, somos personas igual que todos", dijo Lucho. Gaviota de oro, también inclusiva.
Después de los resultados de las competencias musicales, sin la presencia de Chile en ninguna de las finales, Anitta apareció durante la madrugada con lentes oscuros, botas largas y sus nalgas bien entrenadas. Sin ánimo de cosificar a través de esta columna, la brasileña dio clases de cómo mover el trasero con ritmo y ángulos perfectos, luego de décadas intentando educar los nuestros durante los matrimonios, cuando suena el axé a todo lo que da el volumen.
El monstruo esperó paciente este perreo y el alboroto que se armó fue fascinante. Con un cuerpo de bailarines tan robusto y experimentado como ella, Anitta demostró por qué se transformó en uno de los productos más exportables de Brasil, con un dominio correcto del español, después de tanto roce y colaboración con sus congéneres. Incluso se dio el lujo de mostrar sus dotes nalguísticas, además de realizar ese movimiento de perreo en el suelo, su firma inigualable. Anitta reprodujo cientos de veces lo que a Maripepa Nieto le bastó una sola vez, con escándalo en los diarios y protestas en las calles, durante los años 80.
Pero no faltó el bochorno de turno. Anitta ya había recibido la gaviota de plata y su bis finalizó con todos los artificios del caso. El problema es que ya se había retirado por completo cuando el monstruo exigió la gaviota de oro. Los animadores no sabían que la artista ya estaba fuera del cuadro e inventaron un guion ridículo. "Pero se acabó el espectáculo, esto fue", dijo María Luisa. "Y se acabó también la cuarta noche", agregó Pancho.
Estos escándalos ocurren porque la organización no explica a los representantes de los artistas cómo funciona este festival. Primero la pausa de la gaviota de plata y luego la otra para entregar la de oro. Posiblemente faltó alguien que hablara en portugués para explicar que no debía irse altiro. "Anitta se fue, yo creo que la tienen que gritar fuertemente", insistía María Luisa Godoy. Una total vergüenza. El caldo se aclaró más tarde: estaba en el camarín y no tenía idea que eran dos premios y no uno. Un bochorno total.
En fin. Ya es jueves y tendremos un remix similar al del martes, con sus respectivas proporciones: Los Bunkers y Young Cister, con Sergio Freire en el humor. Es una noche que promete bastante. Por lo pronto, habrá que recuperarse de este perreo. Y también de las vergüenzas adquiridas por la falta de organización.
Periodista en Vicerrectoría académica Universidad San Sebastián, Dirección de gestión de proyectos académicos
10 mesesPamela De Vicenzi Torres Amo tus columnas, seca colega