Filípides y nuestra carrera a la eternidad
Hasta donde sabemos, nuestros ancestros homínidos comenzaron a caminar en 2 extremidades, en lugar de cuatro, hace más de 4 millones de años. Este cambio de postura resultó fundamental para ver el mundo desde otra perspectiva, desarrollar el cerebro y, tiempo después, con las manos libres, poder fabricar las primeras herramientas, lo que significó el inicio de la conquista del planeta. Caminamos para movernos de un lugar a otro, para alejarnos de lo que no queremos y para acercarnos a nuestros anhelos. Luego de caminar, la evolución lógica fue, sin duda, correr, lo que nos permitió llegar más rápido, alejarnos del peligro y, de paso, sentir esa enervante sensación de libertad, euforia, vértigo y alegría.
Una de las primeras aventuras en la vida de cualquier ser humano es correr, sentir cómo atravesamos el viento, perder un poco el control y no saber lo que pasará en el siguiente segundo. De niños buscamos cualquier pretexto para hacerlo ¿recuerdas? Correr hace que todo cambie dentro de nosotros, por eso jugamos a perseguirnos, a llegar antes que el otro, a ser más veloces que lo más veloz que conocemos.
Correr provoca magia dentro de nuestro cuerpo, es bioquímica pura. Cuando corremos se liberan endorfinas, dopamina, serotonina y noradrenalina, este coctel nos produce sensaciones de placer, euforia, motivación, relajación y reducción del dolor. Se dilatan los vasos sanguíneos, lo que mejora el flujo de sangre y oxígeno a los músculos y órganos, y reduce la presión. Correr es una de las actividades físicas más antiguas y universales que existen. El diseño evolutivo que escogimos como especie nos hizo corredores. Nuestro cuerpo mejora cuando corremos, los huesos se fortalecen al igual que los pulmones y los músculos, incluido el corazón. Correr mejora la circulación, previene enfermedades, ayuda a controlar el peso y aumenta la resistencia. Al correr una distancia considerable nos sorprendemos cruzando límites que existían en nuestra mente, nos sorprendemos siendo más fuertes de lo pensábamos. Correr nos hace crecer, mejora nuestra autoestima, nuestra confianza, nuestra imagen corporal y nuestro estado de ánimo.
Si nos aficionamos a correr, pasados los límites físicos, nos damos cuenta que va más allá del cuerpo, es también una actividad de la mente. Cuando corremos dejamos atrás el estrés cotidiano, la ansiedad y la depresión, aprendemos a canalizar nuestras emociones. Correr mejora la memoria, la atención y la creatividad. Al correr, activamos el cerebro, generamos nuevas conexiones neuronales y prevenimos el deterioro cognitivo.
Pero correr también va más allá de la mente. Cuando superamos los límites físicos y mentales nos encontramos con una actividad profundamente espiritual, nos conecta con nosotros mismos, con nuestra esencia, con nuestros valores, sueños, visión, creencias y posibilidades. Correr nos hace sentir libres, vivos, plenos y nos conecta con nuestro entorno. Correr nos permite experimentar momentos de introspección profunda. Correr nos hace crecer como personas, como seres trascendentales.
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Uno de los mayores desafíos que puede afrontar un corredor es un maratón, una prueba que tiene su origen en la leyenda de Filípides, el mensajero griego que murió tras recorrer 40 kilómetros desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria sobre los persas en el año 490 a. C. El maratón se incorporó al programa olímpico en 1896, en honor a esta gesta, y desde entonces ha evolucionado en distancia, participación, organización y rendimiento.
La distancia oficial de maratón se estableció en 42 kilómetros y 195 metros en 1921, tras haber variado en las primeras ediciones olímpicas. El rendimiento de los atletas ha sido inspirador a lo largo de la historia, con una progresión constante de los récords. El primer campeón olímpico, el griego Spiridon Louis, hizo un tiempo de 2 horas y 58 minutos en 1896 y, 127 años después, el 8 de octubre de 2023, durante el maratón de Chicago, el keniano Kelvin Kiptum cumplió la distancia en ¡2 horas y 35 segundos! quedando a un suspiro de romper la barrera —física, mental, espiritual— de las 2 horas, en una competición oficial de maratón.
Hace cuatro meses Kelvin Kiptum estuvo muy cerca de una hazaña histórica apenas en su tercer maratón oficial, avalado por la federación internacional de atletismo. Kiptum nació y creció en una zona rural de Kenia hace apenas 24 años, en un entorno en el que la voluntad, el corazón, la disciplina y el valor para soñar han transformado a otros niños descalzos, pastores de ganado, en superestrellas internacionales, como el caso de Paul Tergat, el primer atleta que corrió los 42,195 metros en menos de 2 horas y 5 minutos; o Eliud Kipchoge, el primero en correr esa distancia en menos de 2 horas en una competición no oficial. Kiptum tuvo un veloz ascenso a la cima de las carreras de distancia. Su siguiente intento de romper la barrera de las 2 horas estaba programado para el próximo 13 de abril, durante el maratón de Rotterdam. Para ello se estaba preparando en la altura del Valle del Rift, cuna de la humanidad, al noroeste de Nairobi. Pero a las 11 de la noche del pasado domingo 11 de febrero, Kiptum perdió el control de su auto, que salió de la carretera y rodó cerca de 60 metros hasta estrellarse con un árbol. El accidente le costó la vida al joven atleta y a su entrenador, el ruandés Gervais Hakizimana. La trágica muerte de Kelvin Kiptum generó conmoción mundial y elogios para un atleta destinado a grabar su nombre en la historia.
En 1954, Roger Bannister consiguió lo que la ciencia creía imposible. Rompió los cuatro minutos en la milla (1852 metros). A partir de ahí ya lo hicieron muchos otros también. Ahora estamos esperando al hombre que baje de las dos horas en un maratón. Cuando eso ocurra, lo harán muchos más. Es difícil que este año un ser humano logre romper esa marca en una competición oficial, sin embargo, el próximo domingo 3 de marzo, el gran Eliud Kipchoge lo intentará en el maratón de Tokio. Y el 26 de julio, el mismo Kipchoge, de 39 años, intentará convertirse en el primer corredor en ganar 3 medallas de oro olímpicas en la prueba reina. Sobre este reto, Kipchoge ha dicho: “Lo que pretendo es demostrar que podemos luchar contra la edad. Creo que este reto también es importante para la humanidad, para que no nos pongamos límites por culpa de la edad.” Aún después de la tragedia, cuando nos animamos a correr siempre quedan grandes historias por contar.