Finanzas tradicionales y conductuales: ¿Qué podemos aprender de ellas para estructurar un portafolio de inversión?
Hace ya un tiempo que los analistas de mercado suelen contrastar los supuestos y estructuras que dan origen a las finanzas tradicionales con aquellas en las que se basan las finanzas conductuales. Es cierto que ambas teorías han demostrado sus beneficios a lo largo de los años, pero en general las discusiones tienden a centrarse en los factores que las separan más que el aprendizaje que podríamos extraer de ambas en conjunto.
Vale la pena destacar en este punto que incluso académicos de renombre como Andrew Lo (2004), han mencionado que la coexistencia de dichas teorías es lo que finalmente determina el nivel de eficiencia de un mercado, tal como lo detalla en su reconocido artículo “La teoría de mercados adaptativos”, dando a entender la necesidad de revisar dichas ramas de manera conjunta. De este modo, es importante reconocer tanto las conclusiones que podemos extraer de ellas y sus implicancias a la hora de estructurar un portafolio como de la disciplina que debemos mantener durante el ciclo de vida de nuestras inversiones.
¿En que se diferencian ambas teorías y que podemos aprender de ellas?
Recordemos que las finanzas tradicionales se basan en el supuesto de que las personas son racionales, prefieren evitar la incertidumbre y cuentan con información completa para tomar sus decisiones. Lo anterior, es lo que lleva finalmente a que los mercados se comporten de manera eficiente, es decir, que los precios de los activos reflejen rápidamente su valor fundamental, lo que, de cumplirse, derivaría en que no podríamos obtener retornos superiores a los que el riesgo de una inversión determine. A partir de lo anterior, sería posible establecer una combinación de activos que satisfaga la relación de riesgo retorno óptima determinada por un inversionista, dando origen a los portafolios de inversión.
Por el contrario, las finanzas conductuales se basan en la evidencia de que las personas no siempre actúan de manera racional, su nivel de disposición al riesgo queda determinada por la forma en que la información se les presenta y buscan satisfacer necesidades más que alcanzar niveles óptimos. Esta estructura es la que reconoce que las personas se ven expuestas a una serie de sesgos a la hora de tomar sus decisiones de inversión, entre los que se cuenta la denominada contabilidad mental. En ella, las personas no considerarían su riqueza personal de manera conjunta, sino que, por el contrario, lo harían como si estuviera almacenada en cuentas separadas. Esta evidencia es lo que lleva a las personas a construir portafolios de manera escalonada, o por capas, por cuanto se generaría una estrategia por cada objetivo financiero que una persona tenga, entre las que se contarían aquellas destinadas a mantener una cuenta de liquidez en caso de emergencias hasta aquellas reservadas a la compra de un bien futuro o ahorro para la vejez.
¿Qué lecciones podemos obtener de ellas a la hora de construir un portafolio de inversión?
Tal como mencionamos anteriormente, los supuestos en los que se basan ambas teorías condicionarán finalmente la estructura de un portafolio de inversión. Sin embargo, en ambos casos podemos extraer importantes lecciones que sean aplicadas al momento de estructurar una estrategia.
· Identificar los objetivos de una inversión antes de estructurar un portafolio: Uno de los factores que mayor preponderancia tendrá a la hora de evaluar el existo de una inversión tiene relación con la consistencia entre la estructura de un portafolio y el objetivo para el cual ha sido diseñado. Las finanzas conductuales nos muestran que las personas pueden segmentar sus objetivos financieros, los cuales diferirán en lo que a riesgo, liquidez y plazos se refiere. Objetivos de inversión que toleren una mayor volatilidad de mercado, posean un horizonte de inversión más lejano o no requieran una inesperada liquidación de los activos podrán contener activos de mayor riesgo frente a la expectativa de un retorno esperado superior, mientras que, por el contrario, portafolios destinados a proveer liquidez en caso de eventos inesperados sólo podrán invertir en activos de mayor seguridad.
· Diversificación como piedra angular de un portafolio: Aunque la estructura de portafolio escalonada propuesta por las finanzas conductuales pareciera ser una buena alternativa frente a la existencia de múltiples objetivos, lo anterior nada nos dice de cómo se interrelacionan sus activos a lo largo de los ciclos de mercado. No reconocer los beneficios de la diversificación nos puede llevar a incurrir en pérdidas innecesarias frente a eventos inesperados de mercado bajo la expectativa incluso de un mismo retorno esperado. Esto último sigue siendo uno de los principales aportes de la teoría de Markowitz a las finanzas tradicionales, lo que sustenta la estructura fundamental de la generación de un portafolio hasta el día de hoy.
· Importancia de respetar la estructura estratégica de un portafolio: La evidencia expresada por las finanzas conductuales da cuenta de que las personas se ven expuestas a diversos sesgos a la hora de tomar sus decisiones de inversión, los cuales pueden tener un origen emocional o cognitivo. Apegarnos a la estrategia de inversión inicial ayuda a mitigar los sesgos mencionas, principalmente en momentos de tensión en los mercados. Los activos de riesgos efectivamente ofrecen retornos superiores en compensación a los riesgos asumidos, sin embargo, esta recompensa no se obtiene de forma inmediata, sino que más bien debemos muchas veces entregarles tiempo para que estos beneficios finalmente se materialicen. Es natural que la valorización de los activos de riesgos se vea afectada frente a noticias inesperadas, por lo que tomar decisiones de inversión en dicho momento que nos aleje de la estructura inicial puede condicionar la recuperación posterior y arriesgar el cumplimiento de los objetivos.
Con todo, conocer los objetivos de una inversión, apegarse a ellos durante los ciclos económicos, buscar información y asesoría en momentos de presión en los mercados y recurrir a la diversificación de un portafolio más que apuestas específicas o poco descorrelacionadas siguen manteniéndose como unos de los factores principales que apoyarán el cumplimiento de los objetivos de inversión para los cuales un portafolio ha sido diseñado.