Fragmento del libro AL FINAL DEL ARCOÍRIS, CONTRAESPIONAJE Y MECANISMO DE PODER EN CUBA. (en amazon.com)


Según algunos observadores, el poder en Cuba se ha ido concentrando paulatinamente en las Fuerzas Armadas. Esto implica una estructura militar del régimen después de la muerte de Castro, es decir una Junta militar. En eso estoy de acuerdo, solo así es posible mantener un tiempo más ese sistema de gobierno. Estoy también de acuerdo que en la medida que los nuevos gobernantes llenen de migajas y baratijas al pueblo esclavizado, los ánimos pueden calmarse. Pero eso será un tiempo, no hay modo de evitar, en la medida en que el terror decline, la inquietud y exacerbación de la población.

Dentro de ello hay quien pronostica la existencia indefinida del castrocomunismo bajo tales condiciones, ya que aunque el líder muera las estructuras quedan. Eso es contemplar el fenómeno de un modo mecanicista. Las estructuras socioeconómicas de un país no es algo frío, estático y material, por el contrario, son elementos vivos. Sabemos que nada es inconmovible, todo cambia, evoluciona y tiene movimiento, y dichas estructuras están conformadas por seres humanos cuyas necesidades crecen y se transforman consecuentemente.

Veamos detenidamente. Con la muerte de Castro comienza a desmoronarse la expectativa de infalibilidad en los cubanos y por ende el terror inicia su declive. Esto hace un efecto generalizado en la sociedad, tanto en la isla como en el exilio, que no se puede pasar por alto. Las organizaciones que conforman el régimen castrista y la sociedad cubana, irán sufriendo una disolución paulatina e intangible que no podrá ser detenida; habida cuenta que ya no estará el llamado “Comandante en jefe” para insuflarles en cada “vuelta de tuerca” espasmódicas revitalizaciones ante signos de agotamiento, como ha ocurrido hasta ahora. Su intento solo será pérdida de tiempo. Nadie tendrá interés en ello, ni el gobierno ni la población.

Hay que tener en cuenta una premisa fundamental con respecto a las élites gobernantes de Cuba: a partir del 1970, y quizás antes, el romanticismo de la “revolución” solo quedaba en cubanos del pueblo, los elegidos empezaron a pensar más en cargos, viajes al extranjero, carros Alfa Romeo, relojes Rolex, y desde luego todo ello se lograba a través de posiciones con relación al régimen. Después de la caída del “Muro de Berlín” esa élite no se interesa tanto por cargos sino que piensa más en dólares, asociarse a empresas extranjeras, y dejarse sobornar. ¿Hay quien pueda negar que ese proceso aumente, en vez de revertirse, después de la muerte de Castro?

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