Futbolistas de carne y hueso
La decimoquinta Champions del Real Madrid viene a confirmar algo que solo los acérrimos enemigos de la realidad se atrevían a negar: el club blanco es con mucha diferencia el mejor de la Historia. Lo fue en su día, con Di Stéfano y Gento, y lo es ahora, con Vinicius y Bellingham.
Esta nueva Champions sirve para recordarnos una tautología: el fútbol es un deporte colectivo. Algo que, por culpa del estatus de divinidad que a veces se arrogan los grandes jugadores, empezaba a olvidarse, con ejemplos tan clamorosos como el de Leo Messi, que acabó arruinando al Barça, ese club antaño señorial que prefirió desangrarse antes que devolver a su astro argentino la condición de mortal.
El Real Madrid, muy al contrario, ha dado un golpe sobre la mesa y ha demostrado que con tesón y sacrificio, y con jugadores de carne y hueso, se puede seguir siendo el mejor. Lo ha hecho sin fichajes gloriosos, sin tirar la casa por la ventana, desestimando incluso los caprichos de galácticos que en su día se creyeron más importantes que el propio club.
Florentino debe de estar en una nube después de demostrar a los Cristiano Ronaldo, a los Sergio Ramos y a los Ødegaard que un gran club es aquel que suma los talentos de sus jugadores, no el que se somete de manera cerril a uno de ellos.
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Por eso, por paradójico que parezca, es posible que el reciente fichaje del que es quizá el mejor futbolista del mundo pueda apear al Real Madrid de su estatus de vencedor contra viento y marea. El Real Madrid no necesita a Mbappé para conseguir lo que ya tiene. Es el francés quien necesita al Real Madrid para ganar por primera vez la Champions. De ahí que se entienda poco y mal que Florentino se haya sometido a los vaivenes y caprichos de una estrella que se ha reído del Real Madrid durante años.
Ya veremos cómo le afecta al club más laureado de la Historia la llegada de un jugador tan genial como innecesario.
Francisco Rodríguez Criado, EL PERIÓDICO DE EXTREMADURA, 5/6/2024
Imagen: jorono (Pixabay)