The gift of teaching gives many times over

El título que precede a estas líneas lo leí en un imantado que mi madre me regaló hace mucho tiempo atrás. La interpretación y el significado que tiene para mí ha ido cambiando a lo largo del tiempo. La semana pasada lo encontré dentro de un cajón y al volver a leerlo, me llevó a reflexionar nuevamente…

Hace 16 años tuve la dicha de descubrir la que hoy se convirtió en una de mis principales pasiones, la docencia. Recuerdo muy bien ese momento. Estaba en octavo ciclo de la carrera de Economía y quien fue mi decano, profesor y hoy un gran amigo, me dijo … “Roberto, deberías evaluar la opción de comenzar a dictar clases…. por qué no nos apoyas dictando un curso de refuerzo para los alumnos de Economía General… estoy seguro de que esto te servirá muchísimo en tu futuro profesional”. Hoy puedo decir que Carlos no pudo ser más acertado en su pronóstico.

En ese momento yo tenía 21 años, nunca había preparado un curso y tampoco tenía mucha experiencia exponiendo frente al público. Tuve varias dudas y temores… no sabía por dónde empezar… qué pasaría si algún alumno me hiciera una pregunta que no supiera responder, cómo haría para lograr mantener la atención e interés de la audiencia durante toda la sesión de clase, cómo manejaría -de darse el caso- a algún alumno problemático, entre otras cientos de interrogantes.

Finalmente, decidí aventurarme. Y me propuse ser el mejor profesor que un alumno pudiera tener. Como estudiante -al igual que la mayoría de ustedes-, he pasado una infinidad de horas en las aulas atendiendo cientos de sesiones de clase. Y como cualquier cliente, uno siempre identifica aquellos puntos que le gustaría mejorar para tener un gran servicio.

He tenido la suerte de conocer a excelentes profesores a lo largo de mi vida académica, por lo que siempre he buscado sacar lo mejor de cada uno ellos y complementar así la figura de lo que para mí, es el profesor ideal.

Hoy puedo decir que estoy muy orgulloso del camino que he recorrido. Ese profesor de 21 años que inició con dudas y temores ha ido creciendo a lo largo del tiempo. Ha ido complementando la teoría que encontró en los libros con los casos reales que ha vivido a lo largo de su trayectoria profesional. Ha compartido con sus alumnos sus éxitos y fracasos laborales. Para él, cada vez que inicia un curso se abre un nuevo capítulo y siente la misma emoción que hace 16 años. Se preocupa por crear dentro del aula un ambiente con mucha energía que contagie a sus alumnos y que los motive a aprender. Actualiza constantemente sus materiales de clase con casos actuales e información de interés buscando sorprender a los asistentes. Para él, cada sesión de clase es una oportunidad de aprender cosas nuevas, cada pregunta que le hacen es un nuevo reto y hoy no tiene ningún temor en decir… “no sé la respuesta, pero lo averiguaré para la siguiente clase…”.

Hace un par de semanas unos alumnos me dijeron... “profe usted está como un pez en el agua, se nota que realmente disfruta lo que hace” … la verdad es que tienen toda la razón. ¡¡Me encanta ser profe!!

Podría hacer una lista muy larga con todos los beneficios que ha traído la docencia a mi vida. Diría que uno de los más importantes fue tomar total conciencia que uno nunca dejará de aprender. Por más veces que hayas dictado el mismo curso siempre descubres que hay una nueva forma de ver las cosas, siempre salen a flote enfoques que nunca imaginaste. Por otro lado, el simple hecho de saber que vas a pararte frente a un aula repleta de profesionales te reta a estar súper actualizado no sólo con los temas del curso, sino también con temas de política, economía, tecnología, ¡hasta incluso en temas culinarios y de farándula!

También me ayudó muchísimo a desarrollar mis habilidades de comunicación, a identificar cuál es la mejor forma de transmitir mis ideas. Me ayudó a saber cómo captar y mantener la atención de mi audiencia, a sintetizar los mensajes y a crear presentaciones que cautiven al público -storytelling-.

Me permitió conocer a cientos de profesionales -alumnos- que luego encontré a lo largo de mi vida y que tuve el gusto de ver cómo fueron exitosos en los caminos que cada uno eligió. De cuando en cuando… por ahí te saludan en la calle y te dicen… “hola profe, ¿se acuerda de mí? Me dictó el curso de Finanzas Corporativas hace algunos años...”

Todo esto sumado a las amistades que he podido cultivar con mis colegas académicos a lo largo del tiempo -varios de ellos fueron profesores míos en su momento- con los cuales hemos compartido anécdotas, hemos co-creado cursos, compartido materiales y claro... cómo no mencionar esas largas charlas que se dieron en las salas de profesores, aquel lugar que cuando eres estudiante no tienes ni idea que existe y tampoco tienes conciencia sobre las horas que los profes pasamos ahí corrigiendo exámenes y preparando las clases. 

Hoy quiero agradecer a todas las universidades que me abrieron sus puertas, a mi colegas por sus consejos, a mis alumnos por las ganas que siempre ponen en clase y a mi familia por el apoyo que me ha dado a lo largo de esta aventura.

¡Si alguna vez tienen la oportunidad de pararse al frente de aula, no lo piensen dos veces y den el paso! Dejen su legado.

Fuerte abrazo!