Gracias a haber descubierto mi IKIGAI, logré conectar con mi propósito de ayudar a los demás a comunicarse de manera asertiva, clara y eficaz.

Hoy, quiero contarte por qué amo lo que hago y cómo lo descubrí. Esta es mi historia:

24 de septiembre del 2004, ese fue el día que aterricé en Madrid con un billete de ida y unas ganas tremendas de comerme el mundo, recién graduado de ingeniería industrial, motivado y con un gran sueño: montar mi propia aerolínea.

Claramente esto no sucedió, pues aprendí que algunos sueños mueren en el camino, de hecho, el destructor de este gran sueño lo descubrí en mi primer trabajo… 

Lo llamé “el síndrome de los lunes”, es decir, trabajar y vivir sin pena ni gloria, sin propósito y razón de ser, estando cinco de cada siete días donde no querrías estar, siempre deseando que llegue el viernes. 

Por suerte, tuve la oportunidad, tras varios años, de descubrir cuál era mi propósito, mi razón de ser y de ser feliz inclusive los lunes por la mañana. 

Empecé a descifrar mi propósito en mi lucha por derribar a mis propios fantasmas, sobre todo, cuando toqué fondo hace 20 años, época en la cual carecía de las habilidades sociales que me he obligado a aprender. 

Como estudiante de ingeniería industrial la asignatura más difícil que hice fue dibujo técnico y se me daba fatal, por lo tanto, el proyecto final tenía muy mala pinta. 

Iris, mi madre, arquitecta de profesión, después de días de verme trabajando en el proyecto se ofreció a ayudarme, sin embargo, aunque todo pintaba bien, había un pequeño problema del cual ni ella ni yo nos habíamos percatado Ella llevaba años diseñando por ordenador y no dibujaba hacía mucho tiempo. ¿El resultado?l El trabajo de días completamente arruinado. 

Digo que toqué fondo porque no pude comunicar mis sentimientos asertivamente y, a raíz de mi frustración, no se me ocurrió otra cosa que romper el dibujo delante de ella, para luego irme de casa. 

Pasadas unas horas, regresé a casa y encontré a mi madre llorando, y te confieso, que en ese momento me dijo una frase que me marcó profundamente: “Sebastián eres la persona más arrogante que conozco”.

Estaba claro que había algo en mí que tenía que cambiar, así que me embarqué en un proceso doloroso, pero necesario, que me llevó a mirar la vida con otros ojos. 

Desde entonces han pasado muchas cosas, entre ellas un discurso en una boda frente a 600 invitados que hizo que me picara el gusanillo por curiosear en el mundo de la comunicación. 

Encontré la asociación de oratoria más grande del mundo y allí la maravillosa oportunidad que llevaba deseando durante muchos años: poder brillar. 

Claramente aprendí las bases de la comunicación, tomé muchos cursos para adquirir herramientas útiles y así especializarme en lo que hago actualmente. Y fue con la práctica, el gusto por hablar en público y el desarrollo de mis propias habilidades de comunicación que, al cabo de un tiempo, empecé a enseñar y cobrar por ello. 

Tanto es así que unos años más tarde dejé una carrera con mucha proyección en el mundo empresarial para hacer justamente eso: “Ayudar a los demás a comunicarse de manera asertiva, clara y efectiva”. 

Aunque no fue un camino fácil, después de un tiempo de práctica ya con ganas de hacer algo relacionado con  la oratoria y hablar en público, fantaseaba con ser orador motivacional o presentador de MTV o chico del tiempo.

Evidentemente no tenía claro lo que quería hacer, hasta que un día se me iluminó una bombilla y dije, voy a enseñar a hablar en público. El momento eureka fue súper emocionante y lleno de energía, pero, al cabo de seis meses no había hecho nada más que soñar... por miedo. 

Por suerte, encontré a un gran mentor que me dijo: “Pon fecha y anúnciala, de lo contrario, no lo harás”.

Tardé otros seis meses en atreverme por miedo. Cuando ya no pude más, anuncié una fecha, se la dije a doce amigos les cobré por asistir a mi primer curso... y esa decisión fue el inicio de la actividad que amo con locura. 

Así fue como en mi propia búsqueda interior y mi lucha interna contra mis propios fantasmas descubrí algo que me encanta hacer, que se me da bien, por lo que me pagan y, sobre todo, que le cambia la vida a la gente.

Si te interesa encontrar el camino más corto y efectivo para mejorar tus propias habilidades de comunicación me encantaría poder estar en contacto contigo. Puedes escribirme a info@sebastianlora.com