Hace 443 años nació Don Francisco de Quevedo
Hace 443 años nació Don Francisco de Quevedo
El poeta, satírico, dramaturgo y gran escritor fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y señor de Torre de Juan Abab, mantuvo un combate declarado con el otro gran poeta de su siglo, Luis de Góngora, que los llevó a disputas intelectuales de gran calibre, y fue acusado de espía.
David Jesús Flores Heredia
Un 14 de septiembre de hace 443 años nació el gran poeta, dramaturgo, noble y escritor, representante del Siglo de Oro Español, Francisco de Quevedo (1580 – 1645), quien produjo alrededor de 875 poemas, realizó un sin número de traducciones, escritos de crítica literaria, compuso obras políticas, festivas, ascéticas, filosóficas, filológicas, y trabajos en prosa muy famosos, además de haber mantenido una abultada correspondencia.
Vio la primera luz en Madrid, siendo hijo de María de Santibáñez, dama de la reina y de Pedro Gómez de Quevedo, secretario de María de Austria, hermana del rey Felipe II y, luego, de la cuarta esposa del referido rey, la reina Ana de Austria.
Su infancia transcurrió entre nobles y potentados, aunque siendo sumamente atacado por los otros niños que frecuentaban el palacio y se burlaban de su cojera, de sus pies ligeramente deformes y de su miopía severa que lo caracterizaría por llevar los famosos quevedos.
Asimismo, a los seis años murió su padre y tuvo por tutor a su pariente lejano Agustín de Villanueva y a los once falleció su hermano Pedro; no obstante, su inteligencia precoz la desarrolló a placer en el Colegio Imperial y, luego, en la Universidad de Alcalá donde aprendió lenguas clásicas, francés, italiano, física y matemáticas; pero no eligió carrera alguna.
En 1601 ingresó a la Universidad de Valladolid, cuya Corte vio proliferar sus primeros poemas que imitaban o parodiaban –moda de la época– los del excelso poeta Luis de Góngora, quien rápidamente dio con la pista del satírico joven, que al principio firmaba como “Miguel de Musa” y se inició entre ellos una enemistad ampliamente difundida.
PELEA ENTRE GENIOS
Góngora ya era un poeta consagrado y contaba con 19 años más que su atacante Quevedo, quien era solo un estudiante en Valladolid, pero la diatriba entre ambos era feroz; Don Francisco lo calificaba como un escritor sucio, narigón y homosexual, y Don Luis respondía tratándolo de cojo y borracho, llegando a podarlo como “Francisco de Quebebo”.
“Contra Don Luis de Góngora”, “Soneto a Luis de Góngora”, “Otro contra el dicho” o “Al mesmo D. Luis” son algunos poemas donde Quevedo atacó sin tapujos a Góngora, quien no reparaba en devolver el insulto con grandilocuencia.
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Una pequeña muestra de las diatribas, la ubicamos en el poema titulado “A una nariz” del madrileño Quevedo que dice así: “Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un pez espada muy barbado”.
En respuesta, el maestro cordobés le dedicó el poema “A Don Francisco de Quevedo” donde lo increpa: “Era su benditísima esclavina, en cuanto suya, de un hermoso cuero, su báculo timón del más zorrero bajel, que, desde el Faro de Cecina a Brindis, sin hacer agua, navega”.
A pesar de que algunos expertos indican que la enemistad no fue tan aguda, Francisco de Quevedo compró la casa donde rentaba Góngora con el objetivo de lanzarlo a la calle; acto que consiguió al realizar el trato con la arrendataria María de la Paz, tal como figura en el Registro Primitivo de Aposento de 1651 y en la Edición del manuscrito 5.918 de la Biblioteca Nacional.
SUS RESTOS Y OBRAS
La incansable maestría de Francisco de Quevedo también se volcó en la política donde se destacó como consejero del Duque de Osuna en Sicilia, lo que le valdría ser distinguido con el Hábito de Santiago (Caballero) en 1618.
Sin embargo, aquel año cae en desgracia Osuna al ser acusado de complicidad en la Conjuración de Venecia y Quevedo lo defiende ante el Consejo de Estado, pero pierde y el poeta es arrastrado al ser señalado como uno sus hombres de confianza y es desterrado hacia la Ciudad Real, Torre de Juan Abad, donde su madre le había comprado el título de Señor antes de morir.
No obstante, los lugareños desconocieron esa compra de nobleza y el escritor tuvo que pelear con el Consejo que recién a su fallecimiento reconocería su título que le fue heredado a su único beneficiario, su fiel sobrino Pedro Alderete.
Tras el destierro, en 1622 se celebra la entronización de Felipe IV y el valimiento del Conde Duque de Olivares con lo que su castigo es levantado y vuelve al ruedo político, acompañando al joven rey en sus viajes hacia Anadalucía (1624) y Aaragón en 1626; no obstante, los enemigos granjeados lograron formular una acusación infundada que lo volcaría en infortunio.
Producto de la maliciosa denuncia que lo vinculaba como espía de Francia y de haber criticado duramente al Conde Duque de Olivares, fue encarcelado en 1639 en el Convento de San Marcos de León, donde permaneció soportando las más duras condiciones, hasta ser liberado en 1643, achacoso y muy enfermo, de donde fue trasladado por su sobrino Alderete hacia el Convento de Santo Domingo.
Finalmente, el 8 de septiembre de 1645, falleció en el recinto eclesiástico; sin embargo, en 2007, trasladaron sus restos hacia una forja artesanal de la Iglesia de San Andrés y se reveló que solo existían 10 de sus huesos (seis vértebras, los fémures y la clavícula y el húmero derecho); según lo confirmaron los investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid quienes estudiaron la cripta, hallada bajo la Sala Capitular en 1995.