No hacer nada, es hacer algo.
Parte fundamental de crecer, es dejar de hacer. Por paradójico que suene, el simple hecho de no hacer nada, nos impulsa a crecer.
Uno de los principales retos que tenemos como profesionales es la administración de nuestra atención. El cual no de casualidad resulta un factor crucial para el éxito, y es por ello que no resulta ser una tarea sencilla. En una época donde todas las marcas y personas compiten por nuestra atención, saber enfocarla determina en gran medida nuestras áreas de crecimiento y el nivel en ello. El hecho de enfocarnos en algo en específico ayuda a que podamos fortalecer y mejorar esa parte en específico. Las rutinas de gimnasio, por poner un ejemplo, se basan en objetivos específicos en donde por un tiempo determinado dedicamos nuestro esfuerzo y atención a grupos musculares y objetivos específicos, de esta manera volvemos el esfuerzo realizado mucho más eficiente. Sin embargo, para que el esfuerzo realizado sea productivo, requerimos también de tiempos de descanso.
Los músculos, durante la rutina de ejercicio son sometidos a estrés y daño, esto es justamente lo que estimula la síntesis de proteínas musculares que reparan y fortalecen las fibras, sin embargo, este proceso de síntesis no ocurre en el proceso de ejercicio en sí mismo, sino que es requerido un proceso de descanso, un proceso en donde los músculos no hacen nada más que recuperarse. De manera que el ejercicio y el descanso son una relación simbiótica necesaria para el crecimiento. El ejercicio rompe las fibras musculares, el descanso las repara, las fortalece y las hace más grandes. Sin ejercicio, no hay crecimiento, sin descanso tampoco.
Extrañamente, cada vez estamos más ocupados, pero somos menos productivos. Tenemos la atención en tantas cosas, que resolvemos muy pocas de manera sobresaliente. El bombardeo mediático y los 'nudges' tecnológicos llenos de notificaciones nos invitan siempre a hacer algo, aunque no siempre vaya alineado a lo que realmente queremos completar. Resulta demasiado fácil distraernos y permanecemos más ocupados en las distracciones, que en las tareas importantes que hay que realizar. No es en vano que haya modos en los dispositivos para blindar nuestra atención y poder mitigar el daño psicológico que puede generar la lucha por ella. Estamos distraídos de nosotros mismos, nuestra atención se paga, y se paga muy bien. Nos desconectamos de nuestras familias, y por supuesto, de nuestros trabajos. Paradójicamente, en la época de mayor conectividad, estamos más desconectados de nosotros mismos. Estamos siempre ocupados, siempre trabajando, incluso cuando estamos 'descansando'. Como escribió Zygmunt Bauman:
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''Los celulares ayudan a estar conectados a los que están a distancia. Pero también permiten a los que se conectan… mantenerse a distancia.''
Es por ello, que los espacios de ocio hoy son reemplazados por horas de scroll infinitos que no llevan a ningún destino. No exagero al decir que lo primero y último que tocamos en el día es nuestro celular. En el servicio sanitario, en el carro, en la iglesia, en las reuniones virtuales, viendo la serie en Netflix, jugando Play Station, hasta en medio de nuestras situaciones más íntimas interpersonales, nuestro dispositivo cumple con la promesa de mantener nuestra mente trabajando y nuestra atención ocupada, sin ningún descanso.
El descanso es necesario. Hoy nos resulta aburrido lo que antes era el detonante de inventos creativos e ingeniosos. Parece casi imposible alcanzar niveles básicos y cortos de meditación y relajación. Nos consume el remordimiento del pasado y nos abruma la ansiedad del futuro, no visualizamos el potencial del crecimiento que hay en un presente vacío. Vacío de acciones y de pensamientos. Solo ser, descansar. No hacer nada, siempre he dicho, que es hacer algo, algo realmente importante.
Dios descansó al sétimo día de la creación. ¿Por qué no habríamos de hacerlo nosotros?
En la medida en que tengamos la atención en menos cosas, podremos estar más atentos a ellas. La mejor forma de ver las cosas, es dejar de mirarlas. Una mente en blanco generalmente es más productiva que una agenda llena. Por ello quien quiere crecer, quien quiere dirigir, debe dejar de hacer, y empezar a no hacer nada, para que pueda hacer algo relevante. Tal vez, e incluso deberíamos empezar a medir nuestra productividad en tiempo de descanso, tal vez y deberíamos fomentar y empoderar a que nuestros equipos tengan agendas vacías, tal vez y deberíamos medir lo que no se hace, para no dejar de hacer lo que realmente se debería hacer, crecer sin hacer.